abrazo
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No es el fin sino el principio.

Porque este silencio, al cual ya nos iremos acostumbrando, ya nos regala el canto de los pájaros; cosa que hicieron, sin pedirnos nada a cambio, durante miles y miles de años aunque nosotros, en cambio, estuvimos apagando las sinfonías de sus primaveras con el ruido de nuestros motores y nuestras prisas.

No es fin sino el principio.

Porque el miedo, que irá atenuándose conforme vayamos conociéndonos, ya se combate con la solidaridad de aquellos que se sienten acaso más fuertes, más posibles, cuando hace decenas de años nuestra cobardía servía de excusa para delatar al otro, quitarle lo poco que tenía o despojarlo de todo rastro de humanidad. Ahora no. Ahora lo llaman estado de alarma pero acabaremos nombrándolo como lo que ya es y será: Estado de Humanidad.

No... no es el fin sino el principio.

Porque la escasez que tememos y que nuestro miedo anuncia y nos encamina a la gula no es escasez. La hubo porque nuestros abuelos y abuelas la contaron y la hay, para nuestra propia vergüenza, en otras partes del mundo que tendemos a no escuchar. Pero este pánico traerá consigo —porque ya lo percibo— que aprendamos de una vez por todas a que se puede vivir con mucho menos. Y menos, cuando se habla de lo innecesario, es más y entenderemos que no pueden existir personas que vivan sin nada.

Porque no es el fin sino el principio.

Porque el no abrazarnos nos está matando por dentro. Porque no poder ver a los nuestros, ir a su encuentro, es como si no estuvieran vivos pero sí que lo están.., sólo que no lo sabíamos. Sólo que lo tangible, lo material, lograba imponerse a lo intangible, a lo invisible.

Pero lo fue hasta hoy... el día en el que por fin triunfó la Humanidad.

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