Un padre, jugando con su hijo.
Un padre, jugando con su hijo.

Hoy, hijo mío, te amaré cien veces.

Cuando te levantes, sin esas prisas extrañas de colegio y tarea, contaré las últimas pupas de tu varicela. Me hace bien pensar, mientras estudio tu piel, que eres un cuerpo celeste con cometas incandescentes gravitando sobre ti.

Luego cacao y pan con miel... como el osito del cuento pero sin rastro del lobo feroz.

Doraemon, el gato cósmico, tiene toda la cara de la gata de tu tía María pero La Loca no sabe hablar japonés. Arigato, como buen gato, y poco más.

Y fuera ese pijama de Spiderman porque tú ya eres más héroe que él. Ahora camiseta de deporte y a practicar ese nuevo juego que nos hemos inventando —el futbolsilla— que no nos obliga a dar cobijo a futbolistas que ganan miles de millones y de soportar, a la hora de comer y en la tele, sus fingidas parodias de primera necesidad. Ay... qué te cuesta todavía perder.

¿Y he dicho tele? Perdón... la televisión, después de estos días, será lo primero que tiraremos a la basura. De mayor quiero ser pintor, no para de decirme mientras convierte el lienzo en su televisión particular. Y sólo ha bastado acuarela y agua de grifo.

Llueve despacio como lo hace en el País Vasco... la tierra de su prima Adriana. Él tiene tiempo para acordarse de su prima aunque nunca nos podríamos olvidar de ella.

Hay 20 gallinas y dos zorros. Juego de pastores viejos con un puñado de piedras y dos botones negros. 30 años hace que me lo enseñó mi padreGana la paciencia... paciencia que durante estos días estamos conquistando. Me paro y observo que tiene el remolino de Los García y los ojos, como dice la canción, del color de la Coca Cola.

Para merendar bizcocho y natillas y una de esas peleas fugaces que tanto te gustan: vence aquel que logra mantener la espalda del otro apoyada en el suelo durante tres segundos. ¡Uno, dos y...! Y peleas conmigo hasta que te duelen las mejillas de reír.

Cien veces lo amaré. Durante sus primeras notas de sevillana con la guitarra, mientras intenta ese replante flamenco que se ha inventado cuando lo bañaban... Un baño que sólo requiere agua y jabón.

Y será cien veces porque tengo tiempo de amarlo cien veces. Porque todos, cada uno de nosotros, tenemos tiempo ahora de amarnos mil veces y de poder despedirnos, más conscientes que nunca, de este viejo mundo que por fortuna se está acabando.

A nuestros hijos y a lo que amamos.

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