Un fotograma de 'La edad de la inocencia'.
Un fotograma de 'La edad de la inocencia'.

Logramos amar lo que se ama desde un principio. Dándose ese principio en el único momento en una vida donde no interviene la Razón. La Razón entendida como esa lista negra de reacciones en cadena, de la cual iremos tirando para obrar el extraño milagro de ser otro dentro de la piel con la que vinimos.

Ese principio, el del amor me refiero, en un segundo entra. Basta uno para alcanzar amar a un gesto, a un tono de voz, a un olor. Tu olor. Inapreciables detalles por los cuales se deberían encauzar existencias enteras. Esto último me lo grito porque lo demás, que absurdamente también denominamos amor, camina desde la necesidad hasta la compasión, de lo cómodo a lo esclavo. Así ocurrió siempre y seguirá sucediendo hasta que sigamos creyéndonos NO HUMANOS.

Porque lo humano es amar. Conocerte y no amarte, no es humano dijo Kant sin necesidad de tener que gritarlo. Y el mundo, y tú y yo, empeñados en todo lo contrario.

Que cuándo fue. Lo sé vida, claro que lo sé, aunque olvidar sea tan humano. Aquí no lo seré. Fue cuando tuvo que ser, cuando dejé de leer lo que otros por mí y de mí habían escrito. Fue cuando apareciste para hacer desaparecer el fantasma en el cual me había escondido. Lo sé porque mi boca habrá podido engañar pero jamás me ha mentido el alma. Y quiero que mis manos sean tuyas si las necesitas. Que mis ojos sean tus ojos si se ciegan tus cielos. Lo quiero porque te quiero.., porque así fue desde un principio. Cuando en la lista negra se leía que había todo por perder y nada que ganar.

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