Ojito con lo que dices

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

A día de hoy ha resultado profética la afirmación del manifiesto del errejonismo publicado la pasada semana y en el que se defendía democracia frente a sometimiento. 

Definitivamente la reserva intelectual de Iglesias ha entrado en acción. Juan Carlos Monedero ha vuelto para hacer valer el matonismo pandillero en el proceso previo a Vistalegre 2. Y lo ha hecho como un elefante en una cacharrería convirtiendo la amenaza en un potente elemento de convicción y de sometimiento tal como se puede deducir del incidente que protagonizó días pasados en el comedor del Congreso de los Diputados. Monedero, hombre de talante conciliador donde los haya, amenazó al juez Juan Pedro Yllanes, actual diputado de Podemos por Baleares, advirtiéndole de que tuviera ojito con lo que dice antes de la asamblea del partido morado porque podría pagarlo después de su celebración.

Todo un ejemplo de profundización democrática en el ejercicio de los derechos de los militantes de esa organización política. Pero es que Juan Carlos es como es, que diría Pablo restándole importancia al incidente, queriendo ocultar una manera de actuar que recuerda demasiado aquellos procedimientos del esthablisment en la época dorada del comunismo y otros regímenes dictatoriales de variada naturaleza ideológica como el que vivimos en nuestro país cuando no era extraño escuchar de boca de la policía política del franquismo similares sugerencias de comportamiento.

A día de hoy ha resultado profética la afirmación del manifiesto del errejonismo publicado la pasada semana y en el que se defendía democracia frente a sometimiento. Podíamos en aquel momento no entender totalmente la proclama de Errejón y sus seguidores, pero visto lo visto, tras la irrupción volcánica de Monedero en el proceso, queda meridianamente claro que esa defensa de la democracia interna no era una cuestión baladí y estaba totalmente justificada.

La batalla interna en Podemos está servida, ese tránsito violento, desde  las diferencias de procedimientos, estrategias e ideas hacia la violencia verbal, muestra muy a las claras  que el debate sereno no está siendo la nota dominante de este momento previo a la toma de decisiones en Febrero. Iglesias ha decidido jugar todas las cartas de la truculencia política, incluida la vehemencia de Monedero, y su traductor oficial, el Secretario de Organización Pablo Echenique, un día sí y otro también, se ve inmerso en la difícil tarea de oficializar urbi et orbe las estrategias del Secretario general en su intento permanente de controlar férreamente el proceso y a la disidencia interna.

Resulta realmente patético que el partido que se proclama a sí mismo como paradigma democrático haya tomado ese camino sin retorno hacia la banalización de la política. Así lo confirma el “eurovisivo” sistema de votación hecho público por Echenique esta misma semana y que nos llevará escuchar en su momento expresiones cercanas al recuento electoral de ese festival, algo así como el Spain, one point en versión líderes de Podemos. Definitivamente han perdido el norte, o quizás el sentido del ridículo, y resulta difícil saber cual de esas circunstancias resulta más patética y corrosiva para con las esperanzas que Podemos y su nueva política habían despertado en su momento.

Y mientras tanto, Iglesias continúa, impertérrito e inasequible al desaliento, emulando a Groucho en esa escena imborrable de Los Hermanos Marx en el Oeste, gritando: “Traed madera, es la guerra…”, mientras van destruyendo el propio tren en que viajan.

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