De obligado cumplimiento

Tengo devoción por las personas que se cuestionan y deciden que si no se encuentran bien, hay algo que cambiar. Y lo hacen además

03 de octubre de 2025 a las 16:52h
Una profesora supervisando un examen en la PAU 2025.
Una profesora supervisando un examen en la PAU 2025. MANU GARCÍA

Tengo una compimiga (compañera y amiga) que se llama Raquel. Es de esas personas que llenan espacios con discreción,  amabilidad,  sonrisa y elegancia. Me llama la atención que a pesar de ser cariñosa y prudente casi nunca se queda con algo por decir si no está de acuerdo. Que tenga dos dedos de frente ayuda a que su discurso sea escuchado con cierta reverencia, aunque  prefiera escuchar a hablar.

Este curso nos vemos menos porque he cambiado de etapa en el colegio y apenas nos encontramos por los pasillos, pero siguiendo la sana costumbre de comenzar de verdad el fin de semana tomando una cerveza los viernes a la salida del colegio, nos pudimos contar y abrazar. No siempre nos quedamos todos, pero deberíamos, porque es el único momento para darte cuenta de que detrás de esos compañeros que van siempre corriendo de aula en aula o sacando fotocopias, hay vidas. La cerveza del viernes (o el aperitivo que sea, que no se me enfaden los abstemios) debería ser de obligado cumplimiento.

En la pequeña charla que pudimos mantener estuvimos hablando entre otras cosas de lo diferente que está siendo el curso para mí con el cambio de etapa, pero llegamos a la conclusión de que en cualquier decisión tomada se ganan y pierden cosas, como por ejemplo encontrarnos por casualidad en el baño o conserjería. Pero he ganado otras, claro. Son muchas las ganancias y las peores pérdidas se arreglan viendo a la gente los viernes a la salida.

Supongo que es un error creer que si te envalentonas para cambiar de rumbo todo será fácil y cómodo. En realidad es al contrario: salir de la zona de confort no tiene nada de confortable. Es la confianza y la fe lo que le da sentido al cambio, porque pone el foco en el futuro y casi nunca en el presente. Pero cuando llega ese momento en el que sientes que la decisión ha tenido sentido, todo cuadra y además has aprendido por el camino. El que llegas eres tú pero en versión mejorada.

Tengo devoción por las personas que se cuestionan y deciden que si no se encuentran bien, hay algo que cambiar. Y lo hacen además. Por las que apuestan fuerte cerrando puertas y abriendo ventanas, por las que no se conforman con lo que hay y esperan el momento adecuado para saltar. Como Chema, que lo dejó todo en su ciudad para estar cerca de su hija; como Lucía y Antonio, que decidieron salir del país por trabajo; como Rosalía, que se sacó la plaza al CSIC con una bebé recién nacida pegada a la teta. Como las personas de otras nacionalidades que pasan a mi lado por la calle, que invirtieron lo que tenían en salir adelante y dejaron atrás costumbres y amores. En realidad, todos los que han cambiado de trabajo o situación personal si el sumatorio de momentos era negativo son dignos de admiración. Tengo tantos ejemplos alrededor  que mi gran cambio me parece muy pequeño, aunque haya sido suficiente para que entren aire y ganas por esas ventanas que han sido abiertas.

En este cambio estoy conociendo lo que es montar una asignatura sin mucha información legal, a no depender de nadie para ello, a cambiar de chip cada dos horas y a optimizar mis pasos para llegar a tiempo a las clases. No es cómodo en absoluto, pero sí muy práctico. Y seré sincera, me encanta que uno de mis lemas vitales sea aquello de “¿Que no puedo? Sujétame el cubata”.

Pero seamos sinceros: no todo el cambio es bueno, creo que también se puede ir a peor. Hay decisiones que estaban medio claras, que trajeron más penurias que alegrías, y  todos tenemos unas cuantas en el propio camino. Historias de esas que deberían empezar con un  “En un lugar de Sevilla, de cuyo resultado no quiero acordarme…”

Aunque como dice Bea (la sabia que suelta perlas, ya la conocéis), el mal camino, andarlo pronto.  Si las tortas han de llegar, cuanto antes, por favor.  Estar dispuesta a recibirlas debería ser una asignatura obligatoria en primaria, como saber celebrar los aciertos. Pura gestión emocional en realidad. Obligado cumplimiento de nuevo.

Deséame suerte, por favor, en este nuevo cambio. El potencial de alumnos con el que cuento es excepcional; mis ganas, muchas; facilidades, pocas. Todos los ingredientes para éxito están ahí, incluida la seguridad de saber que querré volver a lo conocido.  Espero contar con el elemento clave que amalgama potencial ganas y pocas facilidades: paciencia. 

Ya te contaré, pero pinta bien. Tú simplemente sujétame el cubata.

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