Dame noes que te daré síes

Mientras escribo esto, mi perro está tumbado a mis pies. No podría decir que es precioso hasta que me mira con esos ojos de no haber roto un plato

19 de septiembre de 2025 a las 12:13h
Un educador da a un chihuahua una galleta.
Un educador da a un chihuahua una galleta. MANU GARCÍA

A mí no me gusta mi nombre. No me gustaba al menos. Que me lo pusieran porque mi abuela era muy devota de la Virgen de los Reyes tampoco me hacía especial ilusión ni me conectaba con ella, me parecía muy serio para mí. Pero hace unas semanas, un amigo me dijo que mi nombre era una confirmación del buen rollo, pero en inglés: Re-yes. Desde entonces sí que me gusta un poco más.

Es cierto que asociamos la palabra Sí a la apertura y No a la cerrazón, pero dándole alguna vuelta no tengo yo muy claro si debería ser así. Me viene genial para la autoestima que alguien asocie un Sí a mi nombre, y además alguien a quien quiero fuerte, pero si lo pienso bien, quitaría muchos Síes de mi vida que fueron dichos sin convicción ni ganas.

Puede que tú tengas también un rosario de situaciones donde aceptar fuera, si no la única opción, al menos la más coherente o pacífica. E incluso en las que no te planteaste un no porque no procedía, pero en las que las consecuencias te supieron a una negativa rotunda a ti.

Creo firmemente que lamentarse sirve de bien poco si ya has aprendido, superado y todas las retahílas varias que proponen los garantes del desarrollo personal. Creo además que saber decir que no es todo un arte, sobre todo si el receptor no siente rechazo y hay paz para el emisor.

Hilando más fino se podría llegar a la conclusión, por todo esto, de que en realidad decir no es decir sí a muchas otras cosas, por ejemplo, a la coherencia interna. Entonces, ¿Por qué nos cuesta tanto aún, teniendo tanta información sobre cómo gestionar conflictos, sanar creencias limitantes, comunicarnos con asertividad o no entender el rechazo como un ataque personal?

Supongo que porque seguimos teniendo grabado que el servicio y la disposición a los demás es el Santo Grial de la bondad. Aunque creo firmemente que tener un objetivo vital enfocado a colaborar en el bien común es lo que más puede realizar a una persona y dotarla del adjetivo “humano”, es cierto que hacerlo con el foco puesto fuera de ti solo te traerá inconsistencia y lucha contigo mismo. Y por supuesto, desgaste, desilusión y mucha tristeza.

Parodiando, como en uno de mis textos recientes, a Lola Flores, es mejor querer que dejarse querer. Y yo amplío (o reduzco, según se mire) el radio de acción: es mejor quererte que dejarte querer. Y cuando eso ya esté controlado, quiere, pero a manos llenas y corazón abierto. Sin importar síes, noes o demás nombres, adverbios y conjunciones.

Mientras escribo esto, mi perro está tumbado a mis pies. No podría decir que es precioso hasta que me mira con esos ojos de no haber roto un plato (spoiler: no ha roto ningún plato pero muebles, cojines y juguetes, todos los que ha querido y estaban a su altura). Me pregunto qué sentirá cuando le toca hacer algo que no apetece, como un baño o ir al veterinario. Me gustaría saber cuántos noes hemos interpretado como síes porque simplemente el pobre se ha dejado llevar por la inercia, la fidelidad o la obediencia ciega, incluso moviendo la cola contento. Tiene las características que definen a un buen perro y creo que lo hemos educado para ello a conciencia.

No sé si me gusta pensar en haber sido educada para obedecer; a pesar de sus rutinas de sueños interminables al sol y de las muchas caricias que se gana en casa, definitivamente no me cambiaría por él ni en la época de evaluaciones, que ya es decir.

No tengo muy claro que me guste que las caricias lleguen porque has sido buena, sino porque simplemente has sido tú, aunque ser tú implique destrozos masivos en el mobiliario de casa. Porque detrás de cada destrozo había una llamada de atención por algo que no terminaba de entender, o eso nos dijo el educador al que pedí ayuda tras varios episodios de ira controlada por mi parte hacia el pobre cachorro.

La tranquilidad llegó para todos cuando de vez en cuando me paraba a pensar que con mi perro no se trataba de castigar, sino de entender. El cambio fue sutil, pero me ahorró algún disgusto. Comprendí que en el centro de sus arrebatos había síes disfrazados de frustración, y que encontrarme rellenos de cojín hasta en la campana extractora era simplemente… ¿Cómo decirlo? Daños colaterales, y muy fastidiosos, por cierto.

Hoy por hoy estoy practicando la aceptación de síes y noes en mi entorno familiar, la adolescencia es caldo de cultivo para sacar reflexiones profundas sobre prácticamente cualquier cosa, algunas no muy agradables a la vista, oído y tacto, pero eso da para otros quince textos.

Lo de pararme a entender mis síes y noes está en proceso, no me prometo nada más allá de intentarlo, que luego las expectativas altas caen pronto. Por lo pronto no voy a renunciar a síes que son noes para el mundo: el Neskuik de la mañana, el tinto de verano con naranja, el chocolate y otros placeres culpables. Mis noes que deberían ser síes según Instagram, ahí andan, porque darse duchas frías, hacer ayuno y dar like a todo, a mí me cuesta.

Pero como siempre, ya iremos viendo, que aunque le lleve la contraria al gran Pedro Guerra, la lluvia sí que vuelve hacia arriba como vapor de agua. O eso me contaron.

Lo más leído