Protestas en Bolivia.
Protestas en Bolivia.

Hay una sensación de hastío y es general. Unos dicen que el hastío les ha llevado a votar a Vox, otros a no votar. Y los que votan también viven hastiados.  Es este noviembre, lo es en toda Europa y en el mundo occidental más cercano. Es como si todo hubiera entrado en vía muerta y el pesado tren no hubiera quien lo moviera. Mientras tanto, el neoliberalismo sigue horadando la vida de las personas. Recuperando espacios y gobiernos donde se intentaba una vida más humana, más horizontal, aunque no fuera sin errores.

Hay quien argumenta que hay un orden natural de las cosas y desde ese hipotético orden natural hay que organizar la vida. Un orden natural que no existe, porque el orden en la naturaleza se rompe y se recompone a cada paso. Excepto que consideremos que orden natural es aquel en el que se impone quien en cada momento tenga más fuerza y sea más bruto para imponerla. El caso de Bolivia, el caso de Nicaragua, el caso de Venezuela, el caso de Estados Unidos de América, y otros.

Este noviembre se nos ha vuelto aburrido a todos. En ninguna parte pasa nada, parece. Alemania en vía muerta; Reino Unido, dentro de su culebrón, nos tiene atadas las piernas. En China no, en China su comunismo ha comprado tranquilidad por un bienestar material hasta cierto punto, y hasta el punto no se incluyen Nepal ni los territorios de los uigures: un millón de uigures están encerrados por China en campos de reeducación. Sí, se puede decir que lo chino es neoliberalismo aunque no guste escucharlo porque usamos elementos para la descripción que han partido al mundo en dos: izquierda y derecha, algo sin significado; capitalismo y comunismo; también sin demasiado significado. Demasiado simple que todo se haya vuelto negro o blanco.

Si comprendiéramos que la sociedad china, por ejemplo, es mucho menos horizontal y mucho más vertical, capitalista en su diseño jerárquico, y que según esas jerarquías se reparte la riqueza, veríamos que el sistema económico de China también es una versión neoliberal. Tan neoliberal como la chilena que en este momento ha decidido, protestando, que el pacto social en el que vivía era un trampantojo, que nadie disfrutaba de bienestar excepto unos pocos. Se descubrieron gallinas encerradas en pequeñas jaulas con un ventanuco justo para sacar el pico con el que tomar el grano de maíz que va circulando por una banda sin fin. Eso sí, con música de Mozart de fondo.

Hastían las protestas, también, porque todo el mundo quiere un mundo con tranquilidad, con relajo, sin demasiadas preocupaciones y un cierto bienestar material. Todo lo que no sea estabilidad hastía. Y la estabilidad también si se vuelve una vía muerta en la que parece que no ocurre nada, pero las grandes familias siguen horadando con la economía, los negocios y los bancos, las vidas de las personas: el bienestar compartido.

Nos hemos olvidado de las grietas, los verdaderos lugares donde habita la mayor parte de la Humanidad porque el orden impuesto les exige a las personas buscar vías de escape, como en Hong Kong, dado el malestar que les produce un orden demasiado ajeno a la mayoría de la población. Cada vez hay una mayor sensación de que los de arriba son menos y mandan más, aprietan más, aplastan. Y ese es, por cierto, no solo un discurso de las izquierdas clásicas sino de las extremas derechas también. El malestar queda constatado; el expolio está a la vista. Lo diferentes son las recetas que proponen las izquierdas o las extremadas derechas. Dejo fuera las extremas izquierdas porque son tan marginales y están tan poco representadas que resultan inoperantes y ni siquiera son verdaderamente visibles.

Recuperar la ilusión, en este noviembre que, como todos, es un mes oscuro, melancólico, recordatorio de las muertes y parece que hasta las próximas fiestas de diciembre el túnel de la luz se va convirtiendo en gatera y ahí dentro estamos casi todos, cada día más estrecho que el día anterior.

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