Pues no. No me sé los estribillos enriquecidos con uranio que la colombiana Shakira le ha dedicado con cordial odio al ex fubolista Piqué, ni falta que me hace. Es más, si es que no entiendo un carajo de lo que canta esa mujer. Entre los gallos de Morón que suelta, que está para llevarla de urgencias al otorrino, y que vocaliza como el que dice los "Carolina Heeerrerra", la verdad es no me entero para nada.
Y que conste que si he sabido de la separación de ambos es porque ha salido hasta en la tapadera de los flanes La Bellota. Porque yo la tele la veo solo apagada o con Bob Esponja y los amigos haciendo el parguela.
En fin. A lo que iba.
Que no me entero de cotilleos, pero esto de la colombiana y el futbolista lo repiten más que Verano Azul, y al final te terminas enterando de que las últimas coplas de Shakira son de todo, menos de amor. Vamos, que gasta una mala leche de cuidado porque, ya se sabe, si las armas las carga el diablo, el desamor lo carga Putin. No vean ustedes qué guasa.
No sé. La cantante, despecho a un lado, se está forrando (aún más) con toda la peña descargándose las cancioncillas de marras. Y Piqué, bueno, ahí va el hombre. Con su chusti nueva, llegando en Twingo a no sé dónde y respondiendo (ella y él) como dos críos en el patio de un colegio.
Pues me preocupa, la verdad. Esto de los divorcios es un problemón. Cada uno por un lado. Ahora búscate una casa de alquiler, quien te cuide los niños, pagar abogados. Un dineral. A ver de qué van a vivir las dos criaturas.
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