Morados como los lirios

Esta noche, seguro, querrá moderarse (o no), pero lo más normal es que se coma hasta el calendario que trae la caja de polvorones. Y el 25 por la mañana se quejará de que ha pasado mala noche.

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Con más de 150 premios literarios nacionales e internacionales (Premio Iberoamericano de Novela, Verbum, 2019, finalista del Premio Juan Rulfo de novela en París, y ganador del Premio Internacional de Novela Bachiller Alonso López) es uno de los autores españoles más premiados de los últimos años. Ha dirigido programas en Onda Jerez Radio y colaborado con las emisiones locales de la Cadena SER. Del 2000 al 2004 escribió para Jerez Información. Desde 2003 hasta 2013, y de 2015 a 2019 fue colaborador y crítico teatral de Diario de Jerez.  

Morados como los lirios. De esta manera no te hartaras de comer recalentado.
Morados como los lirios. De esta manera no te hartaras de comer recalentado.

Seguro que usted es de esos que la Navidad, ni fu ni fa. Pero, ¿a quién quiere engañar? Después, cuando está en casa de sus hermanos o en la suya, babeará como un Mastín de los Pirineos al ver la mesa hasta las trancas de delicias varias; algunas muy típicas, y si su cuñado -sí, el de la semana pasada- se las da de sibarita (del verbo comprar pijadas para comer) ha puesto alguna delicatessen que no ha visto en su puñetera vida, estará deseando que le sirvan una copa de vino o una cerveza por delante para tomar asiento y ver a qué sabe eso que descansa entre el queso y el jamón sudado como el sobaco de un gimnasta.

La Nochebuena, la Navidad, la Nochevieja y el día de Año Nuevo, es eso: comer como si Putin estuviera a punto de sentarse sobre el botón rojo, o como si le dijeran a usted, amigo mío, que mañana lo fusilan al amanecer. Así que se sentará delante de la mesa y le faltarán manos, echará en falta no se ser un pulpo para alcanzar todos los platos a la vez.

Y esos ojos. ¡Controle al menos esa mirada ansiosa, que la comida no es robada, y aunque su señora suegra coma como si acabaran de liberarla de un secuestro, habrá para todos! Trate por lo menos de pestañear, que se le va a secar el lagrimal. Y coma con moderación, no haga ruido con los dientes al masticar y, sobre todo, no hable con la boca llena. No es nada agradable ver una lluvia de proyectiles sobrevolar el mantel. Mantel que, por cierto, te dice la suegra, es de cuando se casó, y que está como el primer día. Claro, si nada más que lo pone en Nochebuena, a ver cómo quiere que esté. Póngalo en mi casa que verá lo que dura. Seis meses le doy entre mis gatos que se suben sin el menor problema, las manchas de chocolate del postre de mis hijas, las mías, y esa manía de otra de mis hijas de limpiarse los dedos de grasas cuando hay para comer fritoleo vario. De mi señora no digo nada, que no sé cómo se las arregla que no deja ni migas en el mantel. Eso no es ni educado ni cae bien.

Pero, a lo que iba. Modérese en la medida de lo posible con lo que se echa al buche, no me sea palomo. Al menos mastique y deje algo para los demás, porque si anda con el gadtcheto brazo catando desde lo que tiene más cerca hasta lo que está en la otra punta de la mesa, aparte de que va a meter en el escabeche de los mejillones el Rólex que le compró al negro del top manta, lo normal es que quede usted como un tragaldabas, un agonías o un jibia. Hágame caso.

Le digo esto porque yo sé lo que pasa luego. Que además de quedar mal, después va a tener el estómago como una lavadora centrifugando. Nada más acostarse va a notar la pata rusa peleándose con las aceitunas, la canastilla con paté, dándose de guantazos con el turrón. Y ya, si ha bebido y ha mezclado, ni le cuento. Va a dar usted unas arcadas que el león de la Metro va a parecer que tiene afonía. Modérese.

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