El galgo fue uno de los primeros perros domesticados por el ser humano. Una raza noble y esbelta cuyos antepasados llegaron a ser representados en pinturas decorativas en las paredes de las tumbas de los faraones egipcios. Incluso los momificaban. Como curiosidad, apuntar que, por ejemplo, el mismísimo Tutankamón se enterró junto a sus galgos.

Eran animales tan valiosos y respetados, que el castigo por matar a un galgo estaba equiparado al asesinato de una persona. Poco a poco, el galgo pasó de ser un animal querido y admirado, a un mero instrumento de caza o una distracción en los canódromos -es el 18º mamífero terrestre más rápido-.

Se calcula que en España, unos 50.000 galgos son sacrificados o abandonados cada año, la mayoría en los meses de febrero-marzo. Quién no los ha visto alguna vez, vagando desorientados por las afueras de nuestras ciudades y pueblos, o por alguna carretera secundaria… Cuando un galgo no está a la altura de las expectativas, o se hace mayor para competir o cazar, pasa a ser un estorbo para quienes lo entrenaron sin compasión. Entonces llega el momento de deshacerse de ellos.

En el mejor de los casos, los entregan a algún refugio de animales o perrera, otros simplemente los abandonan a su suerte en el monte -o donde les venga mejor-, y los más sanguinarios, prefieren ahorcarlos o tirarlos a un pozo. También se han encontrado en algunos lugares restos de galgos totalmente calcinados.

Una absoluta barbaridad que convierte al humano en bestia. Nacer galgo en este país es un auténtico martirio. Eso lo saben bien las personas que dedican su tiempo a rescatar y proteger a estos nobles animales. Amanda Romero, coordinadora de Igualdad Animal en España, ha querido colaborar en la creación de este artículo ofreciendo su visión sobre el drama que viven los galgos: ‘Cuando ya no resultan rentables al cazador, los galgos son abandonados a su suerte, ahorcados, ahogados, arrojados a pozos… Todo tipo de crueldades que se repiten año tras año. Estos animales sufren desde su nacimiento, confinados en cheniles insalubres y padeciendo entrenamientos insoportables, como en Andalucía, donde entrenar a los galgos con un vehículo a motor no está prohibido.

Esto significa obligar a los perros a correr atados por el cuello a motos, quads o coches en marcha hasta la extenuación. Ser galgo en España es una absoluta desgracia’. Hace unos meses entrevisté a Manuel García, presidente de ASOSA, una protectora de animales de Arcos de la frontera, y además de hablarme sobre el alarmante incremento del abandono de perros en la zona, hizo mención a algo muy importante, la legislación: ‘Todo sería muy diferente si contásemos con una ley de protección animal más efectiva que nos amparase en estos casos.

Por desgracia, sabemos que la falta de conciencia, apoyo institucional y carencia de penas, hacen que no seamos capaces de dar solución a todos los casos que se nos presentan’. También tienen un mérito enorme y forman parte fundamental en la cadena solidaria, todas esas personas que se deciden a adoptar a los galgos que han sido rescatados, después de vivir un verdadero infierno, y ofrecerles una segunda oportunidad, una nueva vida que nada tiene que ver con la anterior. Millye Sanjuán es una jerezana que, junto a su familia, decidieron adoptar a Darín, un galgo de raza inglesa que con tan sólo unos meses ya era maltratado.

He tenido la oportunidad de que me contara brevemente su valiosa experiencia para esta columna: "Lo rescatamos con dos meses de unas personas que lo tenían en un estado lamentable. De hecho, se estaba muriendo, tenía una enfermedad llamada parvovirosis. Superada la enfermedad, le quedaba la adaptación. Le habían amputado sus dos deditos de las patas delanteras -para que al cazar no se enganche- e imaginamos que lo harían de mala manera, pues tenía pánico a que le tocásemos. El pequeño Darín salió adelante. Está sano -aunque del estómago no ha quedado del todo bien- y es muy grande, más de lo normal, ya pesa 27 kilos. Es sociable, le gusta jugar al fútbol con los niños y necesita el contacto humano para dormir.

Sigue siendo un poco desconfiado, pero todo se supera con paciencia y amor. Nuestra vida ha cambiado radicalmente desde que él está aquí. Hace unos meses ganó un primer premio al perro más grande y fue finalista al más elegante, en un concurso organizado en Jerez". Ejemplos de lucha y entrega como los anteriormente citados, nos tienen que servir para concienciarnos de la necesidad de proteger a los animales, en este caso concreto, a nuestros queridos galgos, unos perros maravillosos, portadores de una mirada profunda que da serenidad y agradecimiento a quien está a su lado. Ojalá todas las personas veamos a los galgos como uno más de la familia, como un buen amigo para compartir una vida en común, y no como mera ‘carne de cañón’.

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