El paro mata. FOTO: OLMO CALVO.
El paro mata. FOTO: OLMO CALVO.

Las mujeres se suicidan un 37,5% más en marzo que en noviembre. Los hombres, sin embargo, toman la decisión en verano.

Las mujeres se suicidan un 37,5% más en marzo que en noviembre. Los hombres, sin embargo, toman la decisión en verano. Se suicidan un 29% más en julio que en noviembre. Ahora, amigo lector, cuando haya terminado de frotar sus ojos, le invito a proseguir. Tómese, si lo desea, unos segundos y encamínelos a la reflexión. Pero le ruego que no piense demasiado o la zozobra acabará matándolo. Probablemente en estos momentos se encontrará volviendo al inicio de estas líneas, escudriñando cada palabra y buscando entre los resquicios léxicos un poco de cordura. No la hallará. Esta columna va de gente que decide acabar con todo y de dónde se encuentran. De cuántos son y de cuándo lo hacen. Y, como no podía ser de otro modo, de la sensibilidad informativa que emana del tanto por ciento. Somos así.

Unas investigadoras de la Universidad de Cantabria han publicado un artículo en el que proporcionan todo tipo de datos sobre los suicidios acaecidos en España en el primer docenio de este siglo. No solo ofrecen mapas infográficos con colorines —de esos tan resultones— en aquellas provincias donde hubo más suicidas, sino que catalogan los meses del año con mayor o menor presencia de casos y hasta atisban causas para el lugar y el momento empleados. Sin ir más lejos, resulta que en las zonas de mayor altitud de Andalucía, se detectan desde hace décadas tasas de suicidio muy superiores a la media española. Las explicaciones al respecto son de lo más variado, pero he de confesar que la hipótesis que ha logrado conquistarme es la de que con la altura disminuye la concentración de litio en el agua potable. Se conoce que esto baja el ánimo y no beneficia en nada al bravo combate contra la angustia vital. Mejor darle al porrón que al búcaro en la montaña, según parece.

Entre tanta gente que se tira por el tajo de Ronda —más en marzo que en noviembre; clave el dato donde los haya—, yo me he puesto a pensar en el Congreso. A fin de cuentas, cada uno tiene su particular mecanismo suicida, aunque este sea más dilatado. Estos días resuena tanto entre sus paredes el término “moción” que no puedo sacarme la palabra de la sesera. Resulta que en sus dos primeras acepciones responde curiosamente a la “acción y efecto de mover o ser movido” y a la “alteración del ánimo”. No se me ocurren dos circunstancias más conectadas con el acto suicida que las recién nombradas. Por un lado, hemos de ser capaces de mover nuestro cuerpo y accionarlo con voluntad hacia su acto final. Lo que en cualquier otro tipo de muerte no depende de una actuación consciente del implicado, en esta modalidad es condición sine qua non. Y por otro, ¿qué puede haber más ligado al suicidio que la alteración de ánimo? Por todo ello, parece revelador que la moción y el suicidio están estrechamente ligados. De hecho, este instrumento parlamentario, que cuando censura aspira a convertirse en la tumba política del que la sufre, puede acabar siendo la capilla ardiente del peticionario. Como el solicitante siempre es múltiple, es factible que el desparrame alcance incluso cotas de catástrofe colectiva. Se masca la tragedia.

Históricamente —sigue el estudio— los mapas de suicidios han mostrado puntos negros en Asturias, Galicia y Málaga, mientras que la Comunidad de Madrid aparecía como un oasis con una de las tasas más bajas. Contra todo pronóstico, los madrileños se suicidan menos. El dato asombra porque todo aquel que haya tenido que cruzar a diario la capital de la nube negra montando en metro durante 45 minutos a las 7 de la mañana habrá experimentado una suerte de apatía que conduce inexorablemente a la muerte. Pero no. Parece que el madrileño de pura cepa necesita mucho más que el hedor, la contaminación y la miseria circundante para abandonar motu proprio este lado de la existencia. Así se hace. Por lo visto, la gente no se suicida en Madrid. Habrá que preguntar a las autoras si han contemplado en su estudio el perímetro del Congreso.

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