Mirar a los ojos (otro reto a la masculinidad)

Siempre pensé que era debido a mí timidez, y aún hoy me sigue costando, siento como si provocase, o retase a la otra persona, una invasión de mi intimidad

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

Mirar a los ojos.
Mirar a los ojos.

Resulta curioso, pues según la Real Academia de la Lengua, el verbo mirar tiene hasta trece acepciones, y la que a mí me interesa no aparece, y es lógico, una persona puede mirar muchas cosas, y claro, a los ojos de otra también.

Mirar a los ojos nos acerca, hace más vulnerables, íntimos, ayuda a romper barreras, y a conocernos mejor.

Hace tiempo que descubrí que nos humaniza, y facilita la empatía. Ha de hacerse a corta distancia, de lejos las miradas se pierden. Es como si atravesásemos la córnea, la pupila, el cristalino, y el iris de la otra persona y nos colásemos en su interior. Es recíproco, necesita de la complicidad. Mirar nos une. Es abrir las puertas y mostrarnos, con nuestros  defectos, virtudes, temores, ilusiones.

Hay miradas que enamoran, otras que dan la vida, unas que te ilusionan, entristecen, que te contagian de ganas, y hasta las hay que dan miedo y matan. Muchas brillan como las estrellas, y otras desprecian, ignoran, y maltratan.

Recuerdo que tardé mucho tiempo en poder mirar fijamente a los ojos, sin que automáticamente mi mirada se escapase a otro lugar. Sentía pavor.

Siempre pensé que era debido a mí timidez, y aún hoy me sigue costando, siento como si provocase, o retase a la otra persona, una invasión de mi intimidad, la vergüenza que se siente ante la desnudez del propio cuerpo cuando es invadido por miradas ajenas.

¡Y tú que miras¡, que es una expresión de machos, como si mirar fuese delito, o una falta de respeto a la masculinidad, es uno de los muchos improperios que desde pequeño escuchamos los hombres, y sobre los que se construye nuestra identidad.

Sé que mi falta de valentía en la mirada no era fruto de la  timidez, y sí de unos mandatos que a los niños nos dicen que los hombres no se miran entre ellos, que eso es cosa de maricones, o que no puedes decir a un chico que tiene los ojos muy bonitos, porque ello supone mostrar tú feminidad, la que siempre reprimimos y negamos. Mirar es un reto al machismo y a un modelo de hombre misógino y tránsfobo. 

El machismo todo lo entiende en clave de heteronormatividad, y mirar a los ojos es quitarse la coraza de falso guerrero que el patriarcado nos coloca a todos los hombres, y ser seres humanos, y esto en un sistema que se asienta sobre la ausencia de afectos e intimidad, y en la preminencia de la fuerza como razón de ser, es peligroso. Mirar a los ojos es un acto de amor, y el amor además de hermoso, siempre es revolucionario.

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