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Desgraciadamente, analistas políticos machotes y valientes hay por miles y con el 155 del PP han salido de las madrigueras para arreglar Cataluña y todo lo que se ponga por delante al grito de “vivaesspaña”

El otro día, mientras esperaba en el taller para recoger el coche, me enganché a la discusión de dos clientes que debatían sobre cómo meter en vereda a los “putos catalanes de mierda”. Ambos estaban de acuerdo en la táctica de “leña al mono”, y los matices estribaban en si desplegar el ejército por tierra, mar y aire o simplemente mandarles un tercio de la legión, que “esos sí que le echan huevos”. Me reservo los comentarios que oí sobre Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, y “la machorra del flequillo” -en alusión a Anna Gabriel, la líder de las CUP-, y sobre  la forma más eficaz de “enseñarles lo que es bueno y dejarlas a gusto para una temporada”. 

Desgraciadamente, analistas políticos machotes y valientes hay por miles y con el 155 del PP han salido de las madrigueras para arreglar Cataluña y todo lo que se ponga por delante al grito de “vivaesspaña”. A esos personajes se les ponen los pelos como escarpias viendo desfilar a los “caballeros legionarios” (ahora también hay señoras) cantándole a la patria y lo que no es la patria, como sucedió en Sanlúcar de Barrameda hace unos días en un desfile por la avenida de Bajo de Guía, en el que los heroicos militares entonaban “yo prefiero tener un perro / que tener un mujer (bis) / porque el perro ladra que ladra / y la mujer ladrona es (…)".
No sé qué pruebas de idoneidad han debido pasar esos cantantes legionarios y si entre ellas se ha considerado el volumen de masa encefálica, la cantidad de pelos en el pecho y la disposición de las neuronas. Lo que sí sé es que a veces parece que pesan más los cuarenta años de dictadura que los de democracia. Y al procès me remito, que ha sacado a relucir el españolismo más cañí y lamentable.

Este episodio de militares profiriendo cánticos machistas hace honor a la frase "muera la inteligencia", pronunciada por el fundador de la legión, José Millán-Astray y Terreros, en su réplica al rector de la Universidad de Salamanca, Don Miguel de Unamuno, cuando el 12 de octubre de 1936 éste calificó la guerra como una “catástrofe para España”. Millán-Astray acertó de pleno y, por lo visto, en esa parte del ejército que aún lo venera  la inteligencia sigue muerta y el que menos tonterías dice es el carnero que llevan de mascota. 
 

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