Todo deja de importar si no estás bien. "Así es mi vida, piedra, como tú. Como tú, piedra pequeña; como tú, piedra ligera; como tú, canto que ruedas por las calzadas y por las veredas; como tú, guijarro humilde de las carreteras". Releyendo estos versos de León Felipe no he podido por más que acordarme de ti. Será por el guijarro humilde, será por el campo y por los caballos de tu infancia, será por la sencillez de tu espíritu, será por ese rodar a veces por un camino estrecho y poco transitado. Será porque yo soy roca de tu roca, hija de tu caminar. Quizás el poema “Como tú” del eterno autor zamorano me recuerde tanto a ti porque es pura esencia, para bien y para mal. Como León Felipe, a caballo entre la Generación del 98 y la del 27, tú siempre has estado un poco entre dos mundos: el que te pertenece un poquito y el que no has llegado a comprender.
Todo deja de importar si no estás bien. Todos tenemos a alguien que hace que se nos detenga el tiempo, alguien por quien llorar amargamente en un pasillo o contra una almohada, alguien cuya mano sujetar hasta que se nos caiga la nuestra, alguien en quien guarecerse, cuando solo existe el tiempo que pasar a su lado. Cuando crees que el tiempo es finito. Cuando empiezas a saber que el tiempo es finito. Cuando lo sabes de golpe. Mi piedra ligera, mi guijarro humilde, mi río que va a la mar. Cómo duele cuando no miras, cuando no hablas, cuando no estás aun estando, cuando no recuerdas, cuando no entiendes, cuando no me dejas entrar.
"Ni piedra de una audiencia, ni piedra de un palacio, ni piedra de una iglesia; como tú, piedra aventurera; como tú, que tal vez estás hecha sólo para una honda, piedra pequeña y ligera...". Así eres, pequeño y frágil. No encajas en los moldes, ni en las reglas de la razón, caminas por tus propias lindes sin entenderlas, pintando el mundo con tus propios colores. A veces distorsionados y lúgubres. Por costumbre, más apagados que felices, aunque nadie nunca me hizo reír como tú.
Mientras estés bien el mundo no se detiene, gira y sigue girando, me permito vivir y dedicarme a dar vueltas en mi pequeña ruedecita. Cuando estás bien me concedo el privilegio de construir mi mundo diario de detalles e incluso de ahogarme en ese frenético día a día que me come. Hasta eso es un premio si estás bien. Todos tenemos a alguien que necesitamos mantener a salvo. Alguien que salva nuestros días mientras permanece ahí. Mientras estés bien yo sigo. Tal vez solo sea un instante, una honda… piedra pequeña y ligera, cuánto te necesito, qué falta me haces aquí.
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