Trabajadores del metal, en huelga, de manifestación por las calles de Cádiz.
Trabajadores del metal, en huelga, de manifestación por las calles de Cádiz. GERMÁN MESA

Cádiz está harta, pero no han salido sus metalúrgicos por hartura sino por sus condiciones laborales. Una pérdida constante de derechos, como el plus de contacto con tóxicos que debería haber sido repuesto en 2016 y no lo fue; pérdida continuada de poder adquisitivo. A esto se suman la pérdida de otros derechos que vienen formando la estrategia neoliberal de desactivar la organización sindical de los trabajadores, como muestra el hecho de que sea difícil alcanzar los seis meses de antigüedad necesaria para ser delegado sindical.

En este mundo, el nuestro, de normalidades tan poco normales, la eventualidad y la pobreza de los trabajadores con trabajo se aceptan como un dictado del destino, y entonces llegan los gaditanos, esos tipos graciosos, de mucho chiste y que viven acostaos to'l día, que no dan un palo al agua y se la pasan cantando flamenco por entre las botellas del acetileno y del metano. Resulta que cuando se habla de productividad hay que destacar que la planta de Airbus de Puerto Real tiene una productividad y nivel de calidad calificada con un 9,7 sobre 10.

Y a eso vamos. En primer lugar, no hay otro motivo para la huelga que los salarios y los complementos de los salarios. A estos motivos directos se les suman el resto de derechos laborales, y a todos ellos se les suma, como catalizador, que Cádiz se ha convertido desde los años 80 en una provincia condenada a quedarse sin industria y a que esa industria que vaya quedando pague, a los trabajadores, cada vez peor, y que sus derechos como trabajadores vayan desapareciendo sin remedio. El cierre de Puerto Real es un indicador de cómo la política, y no la economía y el funcionamiento de una empresa, es la que marca el futuro de esa misma empresa y de sus trabajadores. Da igual ser la mejor empresa, da igual ser los mejores trabajadores, llegado el momento todos a la calle y a hacerse camareros. Pero no, la huelga no es por eso, que nadie se confunda, la huelga es porque los trabajadores del metal de Cádiz van a terminar pagando a los empresarios, en lugar de cobrar su salario.

En apoyo de los trabajadores han salido los estudiantes, los trabajadores de Sestao, los partidos políticos y yo diría, por lo que veo desde aquí, que toda la provincia de Cádiz, carcomida por el desempleo más alto de España desde hace décadas.

Estoy seguro de que no todos los empresarios son iguales. No se puede comparar a las pequeñas empresas con las medianas, ni a todas las pymes con las grandes empresas. Las grandes empresas ofrecen unas condiciones de trabajo que las pymes no pueden, y los trabajadores de las grandes empresas disfrutan de un convenio laboral propio, con una mayor protección de sus salarios y de sus derechos. Existe también un dumping empresarial, y lo pagan, por supuesto, los trabajadores; sus beneficiarios son los grandes industriales.

Esta huelga de Cádiz, por cierto, ha puesto sobre la mesa la sombra sobre quiénes son los negociadores por parte de los empresarios y si todos los empresarios se sienten realmente representados en esa negociación y si todos ellos desean lo mismo.

La huelga es indefinida y los trabajadores no cobran durante la huelga, algo que quienes hablan en contra de la huelga parecen olvidar, y solo recuerdan las posibles penalizaciones económicas a las empresas si no llegan a entregar trabajos contratados, por ejemplo una de las corbetas este 4 de diciembre. Imagino que los que usan estos argumentos sabrán que los empresarios actúan según la cantidad de paro de la región donde están para pagar peores salarios y ofrecer peores condiciones de trabajo. Imagino que los que se ponen del lado de los empresarios saben que si las industrias se van a otros sitios es porque en esos otros sitios las personas darían su vida por comer, y la dan. Cuando se oye hablar de la globalización para justificar, ¿justificar?, el empobrecimiento de las personas en nombre del mayor beneficio empresarial no se suele oír ni una palabra de la globalización de la exigencia de derechos salariales y laborales. Esta es una asimetría para la que los catedráticos de taberna no tienen enjuagues ni lociones en su catálogo de ofertas.

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