El 9 de agosto se recuerda el nacimiento de Mercedes Formica, una figura singular en la historia del derecho, la literatura y el feminismo español. Nacida en 1913 en Cádiz, en el barrio del Balón, su vida y obra representan una ruptura valiente con las normas impuestas a las mujeres a lo largo de los siglos y, especialmente, durante el franquismo. Fue abogada, escritora, ensayista y activista, y su compromiso con la justicia y la igualdad dejó una huella profunda que aún hoy se redescubre. Su impulso reformista y su denuncia del sistema jurídico que oprimía a las mujeres constituyen uno de los episodios más significativos de la lucha por los derechos femeninos en el siglo XX español.
Desde muy joven, Formica manifestó una preocupación constante por la situación de la mujer, brotada en parte de la experiencia vital de su propia madre, atrapada en un matrimonio infeliz y sin alternativas legales. Esta conciencia temprana la llevó a formarse en Derecho y a combinar su carrera jurídica con una intensa producción literaria en la que abordó, sin ambages, los abusos institucionales y las estructuras patriarcales que mantenían a las mujeres en situación de subordinación. Su trayectoria, marcada por la lucidez intelectual y la acción práctica, desafió el orden legal establecido en un momento en que la obediencia y el silencio eran las únicas opciones aceptadas para las mujeres.
La editorial Renacimiento, a través de su colección “Espuela de Plata”, publicará A instancia de parte, su novela más emblemática, con prólogo de Laura Freixas. Esta obra, aparecida originalmente en 1955 y reconocida con el premio Cid de la Cadena SER, constituye una denuncia frontal de las leyes que penalizaban únicamente a las mujeres en casos de adulterio, desvelando los mecanismos legales que perpetuaban su sometimiento. Ambientada en Cádiz, la novela plasma con crudeza cómo muchas mujeres eran condenadas sin pruebas concluyentes, sometidas a la figura del “depósito de la mujer casada”: un precepto legal que las obligaba a abandonar su hogar, dado que la casa era desde siempre “del marido”, no existía el concepto “domicilio conyugal”, y ser internadas en conventos o en otras casas designadas por figuras masculinas de su entorno, cuando no por el marido, aunque este fuese un maltratador, perdiendo bienes, custodia de hijos e incluso la posibilidad de defender su inocencia. Este precepto también estuvo durante la II República.
La nueva reedición de A instancia de parte no parte del texto de 1955 ya publicado por Renacimiento en 2018 —una edición que incluía también la novela corta Bodoque y el cuento La mano de la niña—, sino de la versión que la propia Formica revisó en 1991. En esta última, el contenido ideológico permanece intacto, pero se aligeran los párrafos y se estiliza la sintaxis, con el objetivo de mejorar la fluidez sin alterar el mensaje. El texto recupera así su plena vigencia y su potencia expresiva, mostrándose tan urgente y necesario como hace setenta años. Esta edición que se espera incluye un estudio introductorio del autor de estas líneas, responsable de gran parte de la recuperación reciente del legado de Mercedes Formica. Esta labor ha sido esencial para devolver a la memoria cultural una figura durante décadas marginada y silenciada. Para Renacimiento, se ha editado también las novelas Monte de Sancha, La ciudad perdida y El secreto, así como las memorias Pequeña historia de ayer. Actualmente, se trabaja en la edición de su obra inédita y en una biografía que permitirá comprender con mayor profundidad la complejidad y relevancia de una autora que luchó contra el olvido.
La relevancia de A instancia de parte trasciende lo literario. Supuso un golpe directo al discurso de la Sección Femenina, que defendía un modelo de mujer pasiva, subordinada y consagrada a la obediencia conyugal. Mercedes Formica mostró en su novela cómo este modelo encontraba su respaldo en un aparato legal que asumía la culpabilidad femenina como principio. Basta recordar que en la legislación vigente las mujeres no podían ser testigos en testamentos ni ejercer como tutoras, y que bastaban pruebas fabricadas —una cama deshecha, una botella abierta, algún testigo cómplice— para ser acusadas de adúlteras y destruir así sus vidas. Las frases de la novela “La ley es una trampa dispuesta para que caigamos en ella las mujeres” o “Los jueces se dejan llevar por las apariencias” resumen con precisión su tono combativo. No fue casualidad que la censura exigiera dos informes antes de permitir su publicación. Tampoco lo fue que esta obra se convirtiera, junto con los artículos, entrevistas y conferencias de Formica, en catalizadora de una importante reforma legal. El 24 de abril de 1958 se aprobó la reforma del Código Civil que modificó más de sesenta artículos. Fue la primera vez desde 1889 que se legisló en España a favor de los derechos de la mujer.
La llamada “reformica” —nombre que Antonio Garrigues acuñó en alusión al papel central de Formica en este cambio— abolió el depósito de la mujer, convirtió la casa del marido en domicilio conyugal y permitió a la mujer permanecer en ella tras una separación. También posibilitó que las mujeres pudieran actuar como testigos testamentarios y tutoras, y se reconoció el adulterio de cualquiera de los cónyuges como causa de separación legal, aunque aún se mantuvo como delito. Este avance se logró, en parte, gracias a la capacidad de Formica para transformar la vivencia individual en causa colectiva. Su valentía no fue solo teórica. Mantuvo durante años un despacho en su casa madrileña, situada sobre el Café Gijón, donde atendía a mujeres víctimas de violencia en pleno franquismo. Fue también autora de artículos como “El domicilio conyugal”, publicado en ABC en 1953, tras tres meses retenido por la censura. Josefina Carabias lo definió como “el dedo en la llaga”, comparando su repercusión con el célebre “¡Yo acuso...!” de Émile Zola.
Además, Formica fue la primera en España en escribir una recensión sobre El segundo sexo de Simone de Beauvoir, en los años cincuenta, cuando la obra estaba prohibida y solo circulaba clandestinamente. A pesar de la censura, logró hacer pública una reflexión aguda y valiente sobre el feminismo en un país donde ese término solo se usaba para descalificar. En esa recensión, Formica preguntaba con ironía: “¿Quién se atreve a decir a la española de hoy: limítate a hacer calceta o a guisar tu comida?”. Y añadía con lucidez: “La masa femenina permanece sin cultivar, sin cultivar las posibilidades de una formación. No sería justo, por tanto, exigir a unas contadas generaciones de mujeres el mismo rendimiento ofrecido por el hombre a través de toda la historia de la humanidad”.
La posteridad, sin embargo, ha sido ingrata. Su figura fue durante décadas ignorada. En 2015, el Ayuntamiento de Cádiz decidió retirar un busto suyo ubicado a las puertas del Centro Integral de la Mujer, en la Plaza del Palillero, argumentando su pasado falangista, sin tener en cuenta su temprana desvinculación en plena Guerra Civil, y su fidelidad al régimen, hecho absolutamente incierto y constatable. La medida fue criticada por numerosos sectores culturales, que señalaron su carácter sectario y reduccionista. Paradójicamente, poco tiempo después, el Ayuntamiento de Madrid, que dirigía Manuela Carmena, aprobó que una calle del distrito de Salamanca llevara su nombre, tras ser aprobado por el Comisionado de la Memoria Histórica, y reconociendo así su importancia histórica en la lucha por los derechos de las mujeres.
Formica temía el olvido, representado para ella en esta frase de Safo que solía citar: “Muerta, serás completamente sepultada; ninguna memoria quedará de ti, y la posteridad ignorará tu nombre”. Sin embargo, reeditar A instancia de parte, recuperar su obra inédita y publicar su biografía son actos de justicia que devuelven a esta autora gaditana al lugar que le corresponde. Una voz que se alzó contra el silencio, que abrió caminos a la igualdad cuando hacerlo era un acto de riesgo. Hoy, más que nunca, su legado interpela a una sociedad que todavía tiene deudas con la memoria de sus pioneras.



