Me da igual

Qué más da recibir una distinción sin carrera meritoria alguna, qué más da engañar a la jefa si es para irse a jugar al golf, qué más da

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Mario Vaquerizo en el spot promocional de la Comunidad de Madrid.
Mario Vaquerizo en el spot promocional de la Comunidad de Madrid.

Nunca me he fiado de la gente que desprecia el chóped. Lo dije y lo reitero. Hoy me siento en la obligación de volverlo a recordar. Si hace 15 días eran las desafortunadas comparaciones entre mujeres y bienes de consumo las que me hacían bramar por el embutido de bajo coste, esta semana son los desvaríos publicitario-pornográficos de la preclara mente de Ayuso. Hace unos días conocimos el nuevo spot con el que el Gobierno de la Comunidad de Madrid pretende convencer a los españolitos de provincias para que vayamos a disfrutar de las bondades de la capital. Como saben, en él aparece una mujer de negocios —no valoramos en su justa medida el esfuerzo que les habrá supuesto que el prota no sea un hombre— que visita Madrid por trabajo y se dedica a mentir a la persona que tiene al teléfono para poder escaquearse —hasta ahí el esfuerzo del equipo creativo— y darse a la buena vida madrileña. Una vida, por cierto, no apta para amantes del chóped y los bocatas de calamares. Tiendas de lujo, restaurantes de lo más top, mañana jugando al golf y tarde en la piscina con vistas. Vamos, lo normal cuando hacemos todos un viaje de trabajo.

Por si la estampa no fuera lo suficientemente surrealista, faltaba la pátina de buenrrollismo que siempre aporta un buen freak. Ahí es donde entran Mario Vaquerizo y sus inexistentes dotes para fingir acento madrileño, a pesar de ser de Madrid. El líder de las Nancys Rubias interpreta —eso es mucho decir— a un camarero, que, cual demonio en el hombro con tridente y todo, tienta a la ejecutiva embustera para que se quede unos días más en la ciudad, argumentando todo lo que esta tiene aún por ofrecerle. Y ella, pizpiretilla donde las haya, no duda en caer en la tentación.

Además de representar un alegato de la mentira, el escaqueo y la improductividad, el destinatario de la campaña maneja un presupuesto al alcance de pocos bolsillos. Eso, si no es que debemos entender —con el PP todo es posible— que los lujos corren a cargo de la tarjeta de la empresa. Cosa que, visto lo visto en la mundana realidad, ni siquiera debería sorprendernos. Y ni rastro de una zona de Madrid que no sea el centro, ni rastro de la vida de verdad, ni rastro de los calamares. Lo más de barrio del spot son las greñas de Vaquerizo. Pero lo mejor de todo este despropósito promocional es la justificación de Díaz Ayuso para aplaudirlo. Es pura poesía ver a una responsable política restar importancia a la mentira y llamarla “trolilla”, y hablar de puritanismo en tono jocoso para menospreciar las críticas de tanto “izquierdoso”.

Por si la semana no estuviera resultando ya pura fantasía, este martes la ínclita Ayuso recibió la distinción de ‘alumna ilustre’ de la Universidad Complutense, entidad a la que, según sus propias palabras, dio siete años de su vida —cinco de carrera y dos en la cantina, por lo visto—. Yo apostaría a que se le atragantó Ética y Deontología, de ahí los dos años extra. El nombramiento, sin votación previa ni acuerdo de la comunidad universitaria, generó recogidas de firmas, concentraciones de estudiantes, más de 1.500 docentes e investigadores manifestando su oposición, la dimisión de dos vicerrectores… Pero para ella todo es producto de las envidias, de los frustrados y de las “trolillas” insignificantes. Qué más da recibir una distinción sin carrera meritoria alguna, qué más da engañar a la jefa si es para irse a jugar al golf, qué más da. Acabo de dar con lo único coherente de esta campaña: la música escogida. La canción es Me da igual, de Nancys Rubias. Me encanta.

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