Vargas, apellido y plaza

Aquí, la verdad, ha sufrido todo el mundo, lógico si tenemos en cuenta que hablamos de un asunto que se remonta casi treinta años en el tiempo

Carlos Piedras, nuevo jefe de Edición y Opinión de lavozdelsur.es, en un retrato en la redacción del periódico.

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador y colaborador habitual de lavozdelsur.es. Últimamente he publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

Plaza Vargas, en una imagen retrospectiva.
Plaza Vargas, en una imagen retrospectiva.

¿Qué hacer con la plaza Vargas?, se pregunta el gobierno municipal. ¿Peatonalizo, sí; peatonalizo, no?, como la tarara. En realidad, para este humilde cronista, que es vecino de la zona (en segundo anillo) y que en su día fue de los que molestaron a los residentes (pero poco… de verdad) la pregunta no sería tanto esa, sino qué hacer y por qué. Tienen razón los vecinos de esta zona tan castigada por el ruido nocturno (ya no tanto) cuando temen que una hipotética peatonalización dé paso a la instalación masiva de veladores, no hay más que ver los alrededores (Consistorio, Latorre, etc).

En realidad no deben tener ningún temor, es una certidumbre: en su día lo dijeron los explotadores de los bares de la plaza, casi todos dispuestos a pasar de las copas a las tapas. El problema es que en Jerez esta decisión no sería pasar de la madrugada a la tarde-noche: el horario de los veladores se alarga tranquilamente un viernes o un sábado hasta las dos (de la mañana) durante cinco o seis meses, así que poco sentido tiene para los vecinos solicitar una peatonalización en una plaza sin apenas tráfico, restringido a las seis o siete plazas de aparcamiento que tiene. Para los vecinos sería algo así como legalizar el ruido, en definitiva, lo que popularmente se llama ‘hacer un pan con unas tortas’. Y visto desde fuera, está claro que el Ayuntamiento está por peatonalizar, apoyar la reconversión y ‘solucionar’ así un problema aunque sea a las bravas; ruido, pero legal.

Aquí, la verdad, ha sufrido todo el mundo, lógico si tenemos en cuenta que hablamos de un asunto que se remonta casi treinta años en el tiempo. Los vecinos por la música de (algunos) locales, por la gente que sale fuera de los mismos a consumir, el botellón que había hace años… pero también han sufrido propietarios de negocios que se han visto ahogados cuando el Ayuntamiento, durante mucho tiempo contemporizador –si no directamente ajeno a la problemática- se ha visto obligado a apretar para que se cumplan las ordenanzas (… y qué decir de los que siempre las han cumplido, con su doble puerta y todo).

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