El obispado de Asidonia-Jerez está demostrando su firme compromiso en la lucha contra la sequía en España, hasta el punto de que hace cosa de una semana salió en procesión por el centro de la ciudad el llamado Cristo de las Aguas, una bonita talla del siglo XV que reside en la iglesia de San Dionisio. Monseñor Rico Pavés –discúlpeme su reverendísima, pero es inevitable no pensar en grandes pruebas del ciclismo internacional al escribir sus apellidos, caso de la París-Roubaix o la Lieja-Bastoña-Lieja, más concretamente- ha decidido continuar en Jerez de la Fra la propuesta de algunos pueblos de la Sierra que han sacado ya en procesión distintas tallas o han celebrado rosarios u otros actos rogando por lluvias que pongan fin, o al menos vengan a mitigar, la sequía.
La procesión del Cristo de las Aguas –en realidad fue un breve desplazamiento desde su templo hasta la Catedral, misa celebrada por el propio obispo y vuelta: no parece que en total llegue a los 400 metros- fue noticia incluso en algunos telediarios de ámbito nacional, porque Jerez de la Fra, como siempre a la vanguardia, ha sido una de las primeras ciudades de cierto tamaño y renombre en que se ha tomado una decisión de esta entidad por parte de la Iglesia.
No va a ser MARCA ACME, una sección defensora de la materialización de los sueños, la primera que, apenas una semana después, vaya a establecer un juicio de valor en base a supuestos criterios empíricos, tal y como seguro que alguna de las más pérfidas y de los más malvados de entre ustedes ya esté al menos mascullando. No, lectoras y lectores. A ver… las nubes de ayer, viernes por la mañana, pasaron de largo por el municipio de Jerez de la Fra en lo que se refiere a la lluvia ¿Y? Y… a las cosas hay que darles su tiempo. El suyo. Eso para empezar. Vamos a ver… ¿esto qué es, una película de indios (perdón, de nativos americanos) y vaqueros con la danza de la lluvia y, pongamos, que con John Wayne ejerciendo algo así como de cínico patriarca hétero ante los vistosos cánticos y danzas de la tribu? En absoluto. Estas cosas no funcionan así en la vieja Europa. Estamos en un período de rogativas a favor de la lluvia y estas cosas tienen sus plazos. Nada es como empieza, es como termina… y terminará lloviendo, aunque aún no sepamos cuándo, quiénes somos nosotros para saberlo, pero terminará haciéndolo.
Además, todos estos temas se han ido complicando muchísimo en los últimos años, esto ya no es como cuando el Nodo hablaba de la “pertinaz sequía” cada vez que el general inauguraba un pantano y a otra cosa, mariposa, a pescar en el Azor si hacía bueno... No, hombre no. La actual sequía ya no es por la sencilla razón de que en España ha habido sequías de toda la vida de Dios –no sé si esta última frase se va a… bueno, la voy a dejar- y que llover, lo que se dice llover, salvo en el norte y a veces, nunca ha llovido mucho… ahora, lo que les quería decir, es que la sequía políticamente se debe solo al cambio climático.
Por ese motivo, la Iglesia está, lógicamente, adaptándose a estos cambios. Durante siglos, durante casi dos milenios, éste y otros problemas se han abordado de una determinada manera y ahora hay que hacerlo de otra, acorde con los tiempos, si lo que se pretende es que el anticiclón por fin se descuelgue de las Azores y deje paso a borrascas y procelas de cierta entidad hacia la península. La Iglesia, con monseñor Rico Pavés a la cabeza de la feligresía de Jerez de la Fra, ha empezado con tácticas tradicionales frente a la sequía, pero a buen seguro, en las próximas semanas, irán modulándose nuevas propuestas, para dejar claro que esto no ha sido un simple y futbolero “calienta, que sales” del señor obispo al Cristo de las Aguas, tal y cómo este cronista ha llegado a escuchar en algún foro de escépticos.
Callen los cínicos incrédulos impacientes, callen todos. Sigan, por ahora, disfrutando de sus cervecitas en las chusqui-terrazas ganadas a la calle con la fría aquiescencia municipal, sigan como los mercaderes, tan pichis en el Templo, que ya verán como les lloverá, vaya si les lloverá…
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