Un paseo por Jerez

Carlos Piedras, nuevo jefe de Edición y Opinión de lavozdelsur.es, en un retrato en la redacción del periódico.

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador y colaborador habitual de lavozdelsur.es. Últimamente he publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

Un momento del recién concluido Vinoble, en el Alcázar de Jerez.
Un momento del recién concluido Vinoble, en el Alcázar de Jerez. MANU GARCÍA

Salgo de Vinoble –del Alcázar de Jerez— un día cualquiera de esta semana y observo con estupor que el Ayuntamiento está desmontando la ‘panera’, el garaje de bicis que había colocado una semana antes en plena plaza del Arenal. A ver, se veía venir que en ese sitio iba a ser que no, pero un poco más y no me da tiempo a hacer el artículo elogioso del pasado fin de semana y, para mí, mi artículo es lo primero, qué quieren que les diga. “La panera o yo”, puede que dijera también Mamen Sánchez a sus concejales en algún momento de enojo al ver sobre el terreno la ‘panera’ y por ahora ha sido la ‘panera’…

Bien, ha salido a relucir la alcaldesa… a ver, Mamen, te lo voy a decir mientras sigo mi paseo, ya por la calle Lancería… Permíteme que te lo diga, así, con su tuteo y todo: hay que hacer algo con el Salón Vinoble. Ya lo he hablado con el responsable municipal, Luis Flor, pero claro, el hombre tiene el dinero que tiene y me dice que da para lo que da. Que a ver, que a mí al final siempre me gusta Vinoble –“y qué más da que a ti te guste o te deje de gustar, habrase visto, majadero”, me podrías decir con toda la razón del mundo—, y que como es una cosa así, de cada dos años, pues que tampoco es la leche para la ciudad, pero algo hay que hacer porque Vinoble, sencillamente, languidece. Ay, con lo que fue. Muy gráficamente, Mamen: durante tres o cuatro ediciones comimos jamón de bellota y ahora se nos hace bola el pavo frío, por muy sano que sea…

Pero si es que tú misma no fuiste hasta el segundo día, el lunes: Vinoble abriendo sus puertas el domingo, todo el mundo llegando, aunque los más lejanos, canarios aparte, vinieran de puntos tan orientales como Alicante o Jumilla –momento que voy y aprovecho para recordar por ejemplo a Toni Komacek, un esloveno que vino varias ediciones a dar a conocer sus vinos… y a hablar por señas con todo el mundo con el que se cruzaba; y también a un señor de Georgia tan simpático que mi amigo Fernando Taboada y yo estábamos seguros de que sopesaba seriamente casarnos con alguna de sus hijas: el buen hombre se trajo a Jerez una buena provisión de vinos y de hijas… lo que da la tierra— y mientras tú por ahí, Mamen, de acto preelectoral en una barriada, inmortalizada gráficamente en el noble juego de tirar de una cuerda, ejercicio, por otra parte, muy sano también, y muy de toda la vida, todo hay que decirlo. Y un par de días después, pullita al canto al decir en una visita a un centro escolar que tu gobierno municipal es más de invertir en colegios que en palacios… que a ver, que sí, que a favor, que desde luego, pero si se tiene en el patrimonio municipal el palacio de Villavicencio y el Alcázar, lo que cualquier cursi al uso vendría a calificar como un ‘marco incomparable’, pues tendrá que estar perfectamente y, además, mejor que sirva para Vinoble que para fotografiar a recién casados, vamos, digo yo (sin ánimo de molestar, eh).

Total, que sigo mi paseo, llego a las inmediaciones del Gallo Azul y observo que hay un tumulto (ya, ya sé que la calle Lancería es muy corta como para haber pensado todas estas cosas sobre Vinoble, pero puede que me haya tomado una pequeña licencia literaria o haya ido a la tintorería a recoger algo de la Feria o me haya parado a tomar algo donde Yeyo, elijan, me da igual). En definitiva, que hay un montón de cámaras y un número indeterminado de personas, no sé, puede que 80 o 100, algo así. Como periodista ya veterano intento evitar la situación, no vaya a ser que esté ocurriendo realmente algo, y al conseguir pasar limpiamente a unos diez metros de la concentración percibo entre tanta cámara que hay un tipo muy alto, como de dos metros.

Lo primero que me viene a la cabeza es que puede que todo el barullo se deba a que hay un jugador famoso de baloncesto que esté pasando unos días en Jerez —¿no estuvo el año pasado LeBron James?, pues eso, que los deportistas se lo cuentan todo— y se ha parado a tomar un vino en dicho local, él, que seguro que puede permitírselo (a ver, yo también lo he hecho un par de veces desde la reapertura, aunque una de las veces reconozco que gentilmente fui invitado)… pero no, de inmediato me cruzo con Jimmy O (‘o’ de original, pronunciado a la inglesa, con ‘y’, es decir, ‘oriyinal’), que es un camarero de otro bar de la zona, y me informa de lo que ocurre —con su impresionante acento de Carabanchel pese a ser natural de Barbate— con un conciso y determinante “está la Ayuso”.

Claro, no me acordaba. Te metes en Vinoble y aunque este año no haya probado ni los puttonyos (del vino húngaro de Tokaj), ni apenas nah de nah, en realidad, sigues tu propio flow y te olvidas de que hay elecciones y de que estaba previsto que ‘la’ Ayuso visitara ese día Jerez. Acabo por no prestar mayor atención a este hecho y en lo que pienso es en que el posible jugador de baloncesto pasa a ser previsible escolta (y no me refiero a la demarcación en el juego, claro), lo que me lleva a hacerme preguntas del tipo: ¿Por qué pensamos casi siempre en la gente muy alta o muy fuerte en términos deportivos o de seguridad? ¿Por qué el baloncestista-escolta (al final me ha gustado el juego de palabras, ya ven) no puede ser catedrático de Literatura Comparada en la Universidad de Yale o un reconocido astrofísico de la Agencia Espacial Europea, eso sí, en cualquiera de los dos casos, simpatizante del PP?

Me voy con mis cavilaciones sin siquiera haber visto a ‘la’ Ayuso entre el enjambre de gente que la rodea y entro en un bar cercano a tomar una cerveza bien fresquita, vaya, lo que hace casi todo el mundo cuando sale de Vinoble, que al final se cata mucho vino dulce y la boca termina por saturarse. No han pasado ni diez minutos –el tiempo de media cerveza— cuando llegan unos parroquianos que me conocen, ya jubilados, que vienen precisamente de hacerse unas fotos con ‘la’ Ayuso. Me las enseñan encantados, están como niños en una tienda de chuches, aunque no son muy mayores parecen abuelitos putativos de la presidenta madrileña… Total, que tras ver las fotos les devuelvo los móviles y saco dos conclusiones antes de pedir otra cerveza tan fresquita como necesaria: una es la de qué de gente va a votar al PP en las autonómicas y la otra es que ‘la’ Ayuso se da un aire a mi hermana ‘la’ Raquel. Qué cosas…

A modo de coda: sí… qué cosas pasan los martes, como se habrá dado cuenta el avezado lector, la perseverante lectora.

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