Mítines, proclamas y bailes

Carlos Piedras, nuevo jefe de Edición y Opinión de lavozdelsur.es, en un retrato en la redacción del periódico.

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador y colaborador habitual de lavozdelsur.es. Últimamente he publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

Ya han pasado…. Acto de Vox en Jerez hace unos meses.
Ya han pasado…. Acto de Vox en Jerez hace unos meses. MANU GARCÍA

Después del mitin de Vox del pasado jueves en una céntrica plaza de Jerez muchos de los simpatizantes y militantes que acudieron se dispersaron en grupos por los bares de la zona. Salí a dar una vuelta, le puse un WhatsApp a mi amigo FG con la policial broma recurrente de este otoño –“¿algún patrullero por la zona?”- y quedamos en el bache –así, a lo gadita- habitual de los últimos meses. Nada más llegar me dice que venía de tomar algo en un bar donde había un grupo de Vox de lo más culto, que los tipos estaban hablando ni más ni menos que del liberalismo en España durante el siglo XIX mientras se despachaban de manera plácida una ronda de cervezas tras otra. Inmediatamente le tuve que decir que no habíamos tenido tanta suerte, que en nuestro bache también teníamos un grupito de Vox, pero que el ‘nuestro’ solo podía clasificarse abiertamente de horda o similar.

Ya saben que, a la gente, a medida que bebe, se le calienta el pico, eso ya lo sabían hasta los romanos –in vino veritas- y, que después de la exaltación de la amistad –en este caso de la camaradería- vienen los cantos regionales. El caso es que hacía un montón que no oía en vivo el ‘Cara al Sol’, yo creo que fue hace ocho o diez años, precisamente un 20-N, cuando me cruce en Madrid con un grupito de ‘patriotas’ que iba por la calle montando el pollo, con banderas del ídem.

Pues nada, ahí estábamos un día cualquiera del otoño de 2021, en un bar cualquiera de una ciudad cualquiera, escuchando el Cara al Sol cantado a pleno pulmón por un grupo de diez o doce personas, mientras la indignación era creciente entre los otros tres o cuatro grupos de clientes habituales, vamos a decir, que estaban más bien en la terraza. Una escena más propia de los años 30, la verdad.

Claro que el tema no acabó ahí, como se pueden imaginar. Después de unos cuantos insultos a Cataluña y al País Vasco, así, en general, llegó el momento de la verdad, el que en realidad todos estábamos esperando. Primero fue un “Viva España”… que bueno, vale, pues claro; luego vino “Arriba España”… que, eh, no, esto ya es consigna; a continuación “Viva José Antonio”… que a ver, que yo creía que el grito recurrente era “José Antonio, ¡presente!”, pero bueno, se despistarían, serían nuevos o algo… en fin, qué les iba a decir… José Antonio es un personaje complejo, de indudable inteligencia y carisma, y el hecho de que no goce en absoluto de las simpatías de este cronista no significa que no reconozca que también fue una víctima de la Guerra Civil.

Después de estos y otros gritos, digamos, de carácter “telonero”, llegó el inevitable “Viva Franco”. Se veía venir. Ya estaba tardando. Este sí que no estoy seguro de haberlo oído nunca, al menos no en los últimos cuarenta años. A ver, gritar a estas alturas “Viva Franco” da para una tesis o para una simple pintada de esas que se ponían antes en las paredes de las calles, la de “Tonto el que lo lea”, por concretar. “Viva Franco”. Joder. Vale, no voy a perder un minuto más, “Tonto el que lo lea”: la pintada es la tesis.

Tras otro buen rato de viril camaradería –como tiene que ser- la reunión de simpatizantes de Vox se despidió con no menos viriles abrazos, aunque quedó un grupito al que qué mejor nombre darle a partir de ahora que ‘los últimos de Filipinas’. Sé que quedó ese grupito porque me los encontré en el siguiente local al que fui –como ya saben, en MARCA ACME nunca nos ha arredrado hacer un duro trabajo de campo- a tomar lo que se viene llamando la ‘penúltima’.

Mi amigo FG estaba juguetón –los jueves: los nuevos viernes-, así que entramos a un garito en el que habitualmente se programa flamenco, pero para variar desde la calle se podía oír a un grupo de jazz que sonaba bastante bien. El local estaba casi lleno, así que nos colocamos, como ya habrán imaginado, justo al lado de ‘los últimos de Filipinas’. Qué casualidad. Por supuesto, gastamos algunas bromas internas sobre si pedirían a los músicos algún pasodoble o el himno de la Legión, que todo es posible, pero no. De hecho, entre ‘los últimos de Filipinas’ había algunos a los que les estaba gustando abiertamente la actuación, que se movía en diferentes estilos, del jazz ‘dixie’ a incluso alguna incursión sonera. Los otros de VOX digamos que, técnicamente, ya estaban ‘cansados’, eufemismo encantador de uso creciente para definir la dipsomanía ocasional.

De repente el grupo atacó un swing, o algo así; una pieza cercana al rock’n’roll primitivo, en cualquier caso. Y aquí llegó el acabose. El Apocalipsis. El desmadre. El caos. Elijan. Uno de ‘los últimos de Filipinas’ se puso a bailar –y hay que decir que lo hacía francamente bien- cuando un tipo que estaba en otro grupo cercano se puso a acompañarlo –eso sí, a lo suelto-, rocanroleando de manera aceptable, aunque no tan bien, desde luego, como el bailarín de Vox.

No puedo asegurarles si el segundo chico era gay –este cronista no lo conoce de nada-, simplemente me ciño al conocido aforismo de “si anda como un pato, nada como un pato y vuela como un pato… lo más probable es que sea un pato”. Así que, aquí tenemos en la noche de Jerez, a un tipo de Vox bailando en franca camaradería –qué mejor palabra, otra vez- con un chico muy probablemente gay. La canción terminó, ambos se saludaron, cada uno tiró para su grupo de amigos y la noche continuó para todos…

No va a haber moraleja. Al menos no expresa, salvo la de que el rock’n’roll une mucho. Eso sí.

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