La plaza del Arenal, ese lugar

Parodiando la frase de Antonio Machado sobre Madrid, “el rompeolas de todos los Jereles”, metáfora en definitiva de una ciudad que hace mucho que perdió el rumbo.

Carlos Piedras, nuevo jefe de Edición y Opinión de lavozdelsur.es, en un retrato en la redacción del periódico.

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador y colaborador habitual de lavozdelsur.es. Últimamente he publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

Imagen de archivo de unos turistas en la Plaza del Arenal de Jerez.
Imagen de archivo de unos turistas en la Plaza del Arenal de Jerez.

¿Los lugares, las calles, las plazas, tienen personalidad? Si es así, como entiendo que mantienen los urbanistas… ¿qué personalidad tiene la plaza del Arenal? Alguien –vale, fue Pedro Pacheco, en su último período— dijo una vez que a falta de plaza mayor, lo más parecido a ese concepto que había en Jerez era/es la plaza del Arenal y que, por ese motivo, se debía trabajar para que ese espacio se convirtiera en el ‘salón’ de la ciudad. Parecen unas palabras razonables, porque de hecho es lo que todo el mundo piensa y a los hechos nos remitimos: el que ha trasladado allí su tienda, la que ha abierto un restaurante, un hotel, también el que va precisamente allí a manifestarse o el que decide que es el lugar idóneo para albergar las exposiciones al aire libre (incluso nos referimos al pobre castañero recientemente agredido, un saludo).

Sin embargo, nos encontramos con que lejos de acercarse al concepto de plaza mayor, desde hace años el Arenal va camino de convertirse en una especie de ‘no sitio’. Al margen de las tesis súper estructurales de Pacheco, hay auténticos empiristas en vida y milagros de Jerez, Fernando Taboada sin ir más lejos, que sostienen que todo empezó a torcerse en la plaza del Arenal desde que derribaron el edificio donde estaba el tabanco del Nono. En modo chamán, él lo ve como una especie de maldición que cayó sobre el conjunto del espacio el día que esa supuesta ‘caries’ dejó paso a un tremendo hueco por los siglos de los siglos y no tanto como lo que aparenta ser un tema más de dejadez política en el centro de Jerez…

Haya maldición o no –que en lo económico está claro que no, que la plaza funciona— lo cierto es que el espacio es un auténtico batiburrillo que poco o nada dice ni al oriundo ni al turista, que al final, si quiere una foto, no tiene más remedio que hacérsela con la fuente del dictador al fondo. Como dicen los políticos en esa jerga que les copian algunos periodistas que también padecen indigencia mental, además se trata de un espacio ‘colmatado’ (en el fondo la palabra mola), en el que conviven un huevo de terrazas, una estatua a la que al final le tuvieron que volver a poner el parterre ante la imposibilidad manifiesta de cruzar un 15 de agosto el erial que dejaron tras la reforma, un carrusel (que en su día nos dijeron que iba a ser de época… de época es el sufrimiento del pobre trabajador que padece todos los días la banda sonora killer-infantil que ameniza la atracción) y una sucesión de exposiciones (lo mismo se liquidan coches que se exponen láminas del Prado o se instalan ferias del libro antiguo… eso por no hablar de antiguos desmanes ya superados, como el homenaje a Ben-Hur de los extra palcos de la Carrera Oficial).

Y falta echar un vistazo al paisanaje, formado por guiris que vienen de los hoteles de Chiclana –perdón, del Novo— y que van detrás de una señora con paraguas como si fuera mamá pato; jerezanos que se acercan casi como si de turistas también se tratara a echar el sábado (o el viernes) y, claro, distintos grupos al borde del lumpen, patrio y allende del Estrecho, cada uno a un lado de la plaza, enfrente, unos en el Santander, otros en los Arcos, no vaya a ser que… que a veces es.

Bien, esa es la plaza del Arenal, parodiando la frase de Antonio Machado sobre Madrid, “el rompeolas de todos los Jereles”, metáfora en definitiva de una ciudad que hace mucho que perdió el rumbo.

Coda 1: Unos cincuenta rebeldes sin causa se manifestaron el pasado miércoles en la plaza del Arenal. Chicos y chicas: hay decenas de causas para manifestarse –el paro juvenil, los subempleos, la degradación de la educación, de la sanidad, el mar lleno de plástico, el cambio climático, las hostias que le dieron al castañero...—, lo que queráis, un amplio muestrario, pero no por el nacionalismo catalán, que vale una higa, exactamente lo mismo que vosotros representáis para ellos (ah, y si os manifestasteis por los anarquistas, no os preocupéis por ellos, de verdad, siempre han sabido defenderse perfectamente).

Coda 2: Para los comodones que estos días, tal y como cabía suponer, se han despachado en Facebook y similares por mi opinión sobre las láminas del Museo del Prado de las que, al parecer, se sienten muy ufanos de su presencia en el Arenal: para el próximo finde o puente que os marquéis en Madrid, quiero sencillamente informaros de que no es necesario ver tres o cuatro veces El Rey León como parte del programa cultural y que el Museo del Prado queda a diez minutos andando de Atocha según os bajáis del Alvia y poco más desde Callao cuando estéis de compras… De nada. Saludos.

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