Jerez y Lola: distopía en el 2025

Cincuentón cercano a los sesenta, leyó que la Faraona había nacido en Jerez de la Fra, algo que le sonaba vagamente

Carlos Piedras, nuevo jefe de Edición y Opinión de lavozdelsur.es, en un retrato en la redacción del periódico.

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador y colaborador habitual de lavozdelsur.es. Últimamente he publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

Imagen del museo de Lola Flores en Jerez.
Imagen del museo de Lola Flores en Jerez. JUAN CARLOS TORO

El tipo, un comercial al que le gustaba darse pisto de ser un viajante de los de toda la vida, llegó una soleada mañana al Aeropuerto Internacional de Jerez-Lola Flores, después de que el avión sobrevolara un auténtico mar de huertos solares y sorteara, no sin cierta pericia del piloto, las aspas de varios aerogeneradores gigantes. Es un aeropuerto pequeño pero muy funcional, casi coqueto, a muy pocos kilómetros al norte de Jerez de la Fra, ciudad a la que hacía años que no viajaba.  

Nuestro comercial iba a asistir a una feria en representación de su empresa, de los productos de su empresa, para ser más exactos, que comenzaba al día siguiente en el Centro de Congresos Lola Flores, el antiguo Ifeca, nombre del que se acordaba. Como tenía varias horas por delante, e incluso su vuelo de regreso no salía hasta el día siguiente de que terminara la feria, se planteó –cosa rara entre su gremio, la verdad- visitar alguna propuesta museística, como se dice ahora, por lo que en el taxi que le acercó a la ciudad consultó en internet qué había de interés en la ciudad y lo primero que le salió fue el Centro de Interpretación Lola Flores, en la plaza Belén (un enclave que al parecer cuenta también con una arboleda, un arroyuelo, un pequeño auditorio y una estatua a la ‘niña empoderá’), que tiene una muestra fija con distintos bienes que pertenecieron a la irrepetible artista y luego dispone de unas cuantas salas con diverso material relacionado con ella y su tiempo. Se quedó pensativo…

Después de que el taxi le dejara en un hotel de la avenida Lola Flores, un amplio bulevar en la parte nueva de la ciudad, se dio una ducha, se cambió de ropa y bajó a la cafetería a tomarse una copa de jerez acompañada de una tapita, mientras miraba en su móvil, ya curioso, cosas relacionadas con Lola Flores y Jerez de la Fra. Cincuentón cercano a los sesenta, leyó que la Faraona había nacido en Jerez de la Fra, algo que le sonaba vagamente, aunque las imágenes imprecisas de algún reportaje o alguna noticia que tenía en mente sobre la artista y su familia le recordaban más bien a Madrid o incluso a Marbella. 

También leyó que un par de años antes (ahora estamos en 2025) se había celebrado el centenario de su nacimiento, y que el gobierno municipal de entonces y el que inmediatamente le siguió tras las municipales (de lo leído no tenía muy claro si hubo cambio de signo político o no) entraron en una especie de trance –había varios artículos disponibles al respecto y le divirtió especialmente uno en el que se bromeaba con frases de la alcaldesa en la que se decía que “Jerez y Lola es lo mismo” o “si me queréis, venirse”, como si se reclamara la fuerza telúrica de la artista para la ciudad, su gobierno o quién sabe-, total, que hubo algo así como una crisis cuasi mística de la que a Jerez de la Fra le estaba costando salir y que, de hecho, había mandado al psicólogo a dos o tres ediles.

Realmente le resultó extraño que la ciudad contara, por ejemplo, con tres avenidas ‘Lola Flores’ como leyó en la web municipal: una a la que llaman más bien la zona de Lola Flores pero que tiene su propia calle con dicho nombre; otra que es la amplia avenida con tramos de bulevar en el centro nuevo y que en Jerez de la Fra siempre se ha llamado ‘la Avenida’, sin más, aunque en su día estuvo dedicada a un antiguo prócer de la ciudad; y otra, una especie de circunvalación que, según lee, desde su construcción recibió el curioso apelativo popular de ‘el Colesterol’, ahora rebautizada, bueno, en realidad, re-rebautizada, nunca mejor dicho, también como Lola Flores. 

Al parecer, también hubo durante esa vorágine de hace un par de años propuestas para que otra gran infraestructura de la ciudad, el Circuito de Jerez-Ángel Nieto, pasase a llamarse Circuito de Jerez-Ángel Nieto-Lola Flores, pero se desestimó más que nada porque se hacía un poco largo para el público extranjero, la verdad.

Nuestro comercial –viajante, como le gustaba decir de sí mismo cuando surge la conversación, ya decimos- cerró un rato el móvil y se dedicó a contemplar por un ventanal la vida que pasaba por ‘su’ avenida Lola Flores, antes simplemente la Avenida. Después de diez minutos de no pensar básicamente en nada mientras veía gente andando y coches llenos de niños –eran recién pasadas las dos de la tarde- hizo un gesto al camarero para que le sirviera otra copita del rico amontillado que estaba tomando. No se dio cuenta, pero en ese momento comenzaban a sonar por el tenue hilo musical de la cafetería del hotel los primeros compases de ‘La Zarzamora’…

Coda. Puede que el cronista se esté poniendo la venda antes de recibir una posible pedrada, pero hay gente, sobre todo en RR.SS., que lee poco, mal y con actitud aviesa. En definitiva, por si hay que hacer una aclaración, este artículo no va de difuntos, va de vivos, muy vivos…

 

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