Una de cacharritos

Carlos Piedras, nuevo jefe de Edición y Opinión de lavozdelsur.es, en un retrato en la redacción del periódico.

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador y colaborador habitual de lavozdelsur.es. Últimamente he publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

Atracciones en una edición anterior de la Feria del Caballo.
Atracciones en una edición anterior de la Feria del Caballo.

¿Cacharritos en Jerez dentro de poco más de un mes en la zona de los cacharritos (de Jerez)? A ver. Yo creo que respecto al tema de la pandemia ya está bien de opinar de lo que no sabemos, no creo que tanta gente como parece si pegas la oreja a la cola del súper o a la mesa de al lado en la terraza del bar haya aprovechado el confinamiento para sacarse la carrera de Medicina –¡y directamente con una especialidad!— para hablar tan pichi de temas en los que no se ponen de acuerdo ni supuestos expertos mundiales.

Personalmente creo que los legos en la materia (el 99,99% período, porcentaje que, como puede ver el ágil lector, la conspicua lectora, incluye forzosamente a un importante número de médicos) deberíamos hacer un esfuerzo por mantener nuestro ámbito de opinión y ‘grado de experto’ en, como mucho, decir “la mala” cuando hablamos de la vacuna de AstraZeneca… pero más para entendernos que por otra cosa, que al final cualquiera sabe.    

De lo que sí podemos opinar es de los mensajes contradictorios que continuamente recibimos desde muy distintos ámbitos, sobre todo si los confrontamos para intentar tener una visión general de cómo va evolucionando la pandemia y todo lo que conlleva: o sea, todo. Y aquí es donde volvemos a los cacharritos. ¿Tiene sentido que dentro de treinta o cuarenta días haya cacharritos en Jerez (en la zona de los cacharritos, eso sí)? No lo sé, ya digo que ni yo ni casi nadie es experto —confieso que durante el confinamiento me dediqué más a la bici (estática) y al vino (dinámico) que a la medicina—, pero lo que sí puedo decir, sin ningún género de dudas, es que se trata de una imagen —la de pensar en las atracciones funcionando con cientos o miles de personas en la explanada— que contrasta poderosamente con otras situaciones que se siguen dando a estas alturas de la pandemia, sobre todo cuando hablamos de la Administración y similares.

El otro día, sin ir más lejos, para arreglar un asunto relacionado con la firma electrónica, el ‘joven’ de la Junta que me atendió por teléfono quería que llamara directamente a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Se ve que el hombre era un jugador de rugby frustrado: una ‘patada a seguir’ en toda regla, no recuerdo una de tales proporciones ni en un embarrado Gales-Escocia. Al final dijo que, para arreglar el problema, me pasaba con otro alguien… supongo, porque tras un par de tonos se puso a comunicar y poco después dio fin de llamada. Miré la hora: la una de la tarde y un minuto. ¿Sería por eso? ¿Un nuevo homenaje, ahora a Larra y el “vuelva usted mañana”? No me molesté en saberlo, la verdad, por fortuna me busqué las ‘papas’ por otro lado.

Seguimos con la Administración autonómica. Allá va una del SAS: no entiendo por qué los médicos, todos vacunados desde hace semanas, no están atendiendo ‘en vivo’ en sus consultas (algunos sí, eh, pero aún son minoría). Totalmente de acuerdo en que la entrada a los centros sanitarios debe seguir siendo controlada, que si un cliente-paciente tiene cita a las diez y media no puede estar dando por culo —perdón por el vocabulario, pero ‘por saco’ se quedaba corto y siempre me ha parecido una expresión cursi, casi tanto como ‘recontra’ o ‘lechuga’— media hora antes ni, en consecuencia, debe haber ocho o diez personas en cada sala de espera hablando de los árbitros y el VAR, de lo guapo que es el nuevo médico o la guasa que tiene la enfermera (y viceversa)… El otro día, sin ir más lejos, me llama una tele-médica, una tele-especialista realizando una tele-consulta o así, y me pregunta que qué tal estoy, a lo que yo le respondí que “bieeen”… pero enseguida me di cuenta de que, independientemente de cómo me encontrase o me dejara de encontrar, ese “bieeen”, esa respuesta que le di, no se refería tanto a mi salud como a la obligada cortesía social, ya que estuve a punto de decirle inmediatamente después: “¿y usted, cómo está?”,  “¿y la familia, todos bien?” Y esa tele-señora no me llamaba para eso o al menos eso creí entender…

Podría ponerles otro ejemplo que tal baila (hace cosa de un mes y pico) con mi banco –no les voy a decir de cual se trata, pero es el que junto a la Guardia Civil, la envidia y la maledicencia, el Real Madrid y el Partido cohesionan este peculiar Estado y su sociedad: es decir, ese— o incluso contarles también algo de Correos… pero para qué. Ya saben ustedes de qué estamos hablando, el que no lo haya experimentado puede ver las colas más allá del covid que todavía hay para todo o en qué (calidad) se trasluce la atención telefónica a estas alturas, sobre todo en servicios esenciales…

Pero volvamos al principio: ¿Cacharritos? Pues sí, si lo autorizan y planifican los que saben de esto, como las exposiciones, los conciertos, etc… pero claro, de manera paralela —y siempre autorizado y planificado, por supuesto que también— hay que ir diciendo adiós a la zona de confort y a los pequeños privilegios que se han creado en determinados ámbitos de lo público y lo semi a lo largo del año largo que va de pandemia, que todavía hablando de cacharritos a más de uno se le escaparía algo así como mejor apostar por un encuentro de tele-cacharritos, cacharritos virtuales, cacharritos online…

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