Maradona también fue víctima del patriarcado

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

Maradona, en 1993.
Maradona, en 1993.

Tras la muerte del futbolista Diego Armando Maradona, las redes sociales no han tardado en dictaminar sentencia contra el deportista más famoso de Argentina, quien en su país es un auténtico icono por haberle regalado las gestas deportivas más majestuosas a una sociedad de inmigrantes que tiene entre sus peculiaridades la mitomanía y elevación a los altares de sus referencias más amadas. En Argentina no hay ideologías, sino líderes que representan los anhelos del pueblo. El peronismo, sin ir más lejos, es una muñeca rusa de la que pueden salir peronistas progresistas y neoliberales. Todos los peronistas tienen como referentes a Juan Domingo Perón y Evita Duarte, los fundadores espirituales de la Argentina moderna y de su Estado del Bienestar. Los antiperonistas también tienen como sus odiados referentes al Perón y Evita.

Argentina es un país con una fuerte carencia de autoestima colectiva, propio de países conformados por la inmigración y sometidos durante mucho tiempo al yugo de la colonización. La exaltación de lo argentino que se produce en el país sudamericano es una señal de debilidad colectiva, no de fortaleza. En Argentina se endiosa a los líderes y se convierten en referencias que sobrepasan lo que en Europa entendemos por idolatrar. Es un país tan personalista que políticamente sólo hay dos tendencias: el peronismo o el antiperonismo. Hay gente de izquierdas que son antiperonistas y conservadores que son peronistas. Lo que en España se conoce como Podemos, en Argentina es el kirchnerismo, la ruptura del peronismo de izquierdas con el viejo peronismo neoliberal que puso de rodillas a Argentina al frente del FMI.

Dentro del kirchnerismo también hay facciones: cristinistas o albertistas. Los peronistas más popularesy progresistas conectan con Cristina Fernández de Kirchner, viuda del expresidente Néstor Kirchner, y se hacen llamar “cristinistas”. Los peronistas más calmados, lo menos preocupados por lo que ocurre en las villas miseria, se reconocen como “albertistas”, por Alberto Fernández, actual presidente. Los actuales opositores al peronismo de izquierdas que gobierna el país son neoliberales como pudieran serlo Albert Rivera o Pablo Casado, pero el movimiento se llama “macrismo”, en referencia a Mauricio Macri, el expresidente.

Diego Armando Maradona es el ejemplo más vivo de este furor por encontrar líderes que señalen un destino colectivo que tiene el pueblo argentino en sus genes como construcción nacional. Por eso hay sectores feministas europeos que no entienden cómo la sociedad argentina llora la muerte del futbolista de esa forma tan apasionada con la que los argentinos lloran a sus muertos, aplauden a sus ídolos y aman a sus vivos.

El pueblo argentino sabe que Maradona fue machista, que se iba de putas, que agredió a algunas de sus parejas y que se gastó mucho de su dinero en drogas y alcohol, pero a pesar de todo eso lo veneran. Lo veneran porque el amor que sienten los argentinos hacia Maradona no es hacia el ser humano, ni siquiera hacia el futbolista, sino hacia ese niño pobre de solemnidad que salió de su villa miseria, triunfó, se hizo rico y nunca se olvidó ni de nombrar a su villa miseria ni de recordar que sus vecinos seguían viviendo debajo de plásticos, sin agua corriente, sin escuela, sin médico y sin lo más mínimo que un ser humano necesita para que el derecho a la vida se haga efectivo.

Maradona es uno de esos milagros que se producen con muy poca frecuencia. El futbolista representa la esperanza de los niños que juegan al fútbol en las villas miseria soñando con poder comer tres veces al día, ducharse con agua caliente y dejar de ser vistos como “negros de mierda” por una sociedad argentina que, además de mitómana, es también muy clasista y despreciativa con los pobres que llenan las periferias de Buenos Aires.

Entender el contexto social de Maradona no justifica su machismo y la violencia de género que ejerció contra sus parejas, pero ayuda a explicarlo. Y explicar el contexto es es clave para cualquier ideología emancipatoria que busque transformar la sociedad y no sólo perseguir comportamientos individuales como hace la ultraderecha para defender una sociedad punitivista y neoliberales como Pablo Casado para hacernos creer que con esfuerzo todo se consigue, hayas nacido en una villa miseria o en el barrio más rico de Buenos Aires.

Maradona también fue víctima del machismo porque hubiera sido más feliz de haber podido vivir en una sociedad más igualitaria en la que para ser un ídolo de masas no hubiese tenido que ser Dios y destrozarse la vida en directo, hasta convertirse en un juguete roto de sí mismo. Maradona hubiese sido más feliz de haber sabido que para ser un hombre no es necesario drogarse ni alcoholizarse y que el amor se demuestra con ternura y lealtad, no ejerciendo control sobre tus parejas.

Maradona nació en un ambiente hostil donde le educaron que para ser un buen hombre debía tratar a las mujeres peor que si fueran un balón de fútbol y que pagar para tener sexo con mujeres prostituidas es algo de lo que los hombres pueden y deben presumir. Maradona hubiera sido mucho más feliz en una sociedad feminista. Emocionalmente hubiese sido más maduro y su vida habría sido más estable y con más paz interior, como padre hubiese estado más cerca de sus hijos y como ser humano hubiera tenido menos desajustes psicológicos. De haber sabido querer, Maradona hubiera conocido la felicidad que otorga amar desde una masculinidad sana.

Una sociedad que quiera ser feminista no debe convertir a Maradona en un villano del feminismo, sino en una víctima del sistema patriarcal que el feminismo quiere combatir para que otros hombres, que sufren la misma masculinidad tóxica que el futbolista, se sientan seducidos a engrosar las filas de un movimiento que debe luchar contra el sistema patriarcal que provoca que los hombres no sepan lo que es el amor y condena a las mujeres a ser víctimas de violencia a manos de los hombres. Las ideologías emancipatorias luchan contra los sistemas, no contra los sujetos. Quien lucha contra los sujetos y desprecia el contexto es el fascismo.

“Odia el delito y compadece al delincuente”, decía Concepción Arenal, cuya frase se ha convertido en el primer mandamiento de los juristas, defensores de derechos humanos y funcionarios de prisiones que trabajan por un sistema penal empático también con quienes vulneran las leyes y producen dolor en sus víctimas. La empatía, lejos de justificar los delitos, evita que se repitan en el futuro. En un caso de violencia de género hay una víctima clara, la mujer que sufre la bota patriarcal, pero también hay una vida insatisfecha, llena de ira y que sólo sabe resolver sus inseguridades masculinas con violencia extrema, a veces hasta llegar al asesinato.

Los hombres que, en mayor o menor medida, somos víctimas de una masculinidad tóxica también somos víctimas del patriarcado, de un sistema cultural, político y social que nos obliga a rechazar las emociones, a solucionar los conflictos mediante la violencia y entender que el amor es ejercer el control sobre alguien que no desea estar a nuestro lado. Maradona es una gran oportunidad para atraer a sus seguidores a la causa del feminismo y no para culparlos de idolatrar al niño pobre que se convirtió en la esperanza de todos los niños pobres de Argentina y que le regaló al país sudamericano sus días más felices.

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