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Sería interesante preguntarle al señor Motos quién narices se cree él para decidir lo que es o no es un “perfecto castellano”.

Les prometo que no tenía la menor intención de abordar el tema que motiva la tribuna de hoy habida cuenta de la actualidad informativa, que es mucha e interesante, pero es lo que pasa cuando te plantas frente a la tele para intentar desconectar un poco de esa actualidad, buscando espacios más orientados al entretenimiento.

Elegí, como muchas otras veces, El Hormiguero, que en esta ocasión contaba con la presencia como invitados de Los Morancos. Todo iba de maravilla, programa sencillo y ameno, hasta que apareció en escena Manolo Sarriá (ex Dúo Sacapuntas) con su sección.

Y de repente, al señor Pablo Motos le dio un ataque de corrección lingüística. La cara del humorista malagueño era un poema ante la reprimenda pública del presentador del programa, que exhortó a Sarriá para que se expresase en un “perfecto castellano”, y pronunciase las “s”, pues al parecer al señor Motos le resultaba complicado entenderlo.

Es curioso que esta falta repentina de comprensión surja ahora, después de que Manolo Sarriá hubiese aparecido una temporada completa el año pasado y buena parte de la actual. Hasta ahora, comerse las “s” no era un problema. No contento con esto, remata la faena con una humillación final consistente en obligar al humorista a pronunciar correctamente una frase que le preparó, minada de principio a fin con la letra en cuestión.

Sería interesante preguntarle al señor Motos quién narices se cree él para decidir lo que es o no es un “perfecto castellano”. Tampoco estaría de más que alguien le recordara que, además de los idiomas oficiales que coexisten en nuestro país (castellano, gallego, euskera y catalán), existen múltiples dialectos reconocidos por lingüistas y filólogos (que de esto entienden un rato, señor Motos… más que usted si me permite recordárselo), y uno de ellos, fíjese bien, es el andaluz. Con sus características comunes, sus ceceos, sus seseos… y su omisión en la pronunciación final de sus queridísimas y añoradas “s”.

Que muchos andaluces ya andamos algo hartos de que se utilice nuestro dialecto para la broma y chanza de cuatro engreídos que piensan que hablan correctamente, aunque caigan en laísmos y leísmos a discreción y sin pudor. Que ya estamos hasta las narices de que el ciudadano andaluz sea tomado por analfabeto o inculto por expresarse en un dialecto de contrastada tradición y herencia.

Y quizás me dolió más la “inacción” de los tres andaluces presentes, si bien me pareció ver en los ojos de Manolo Sarriá la decisión de morderse la lengua antes que desdecir a su patrón.

No, señor Motos. No se equivoque. El andaluz es un dialecto PERFECTO. Lo imperfecto es la imbecilidad y gilipollez de determinados oídos que no saben apreciar una riqueza lingüística que ya quisieran muchos.

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