Macho blandito

Esas palabras de El Fary, que obtuvieron entonces la complicidad del público y de los presentes, no chirriaban en absoluto en la España de 1984

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Macho blandito. El Fary, en una imagen de RTVE de 1984.
Macho blandito. El Fary, en una imagen de RTVE de 1984.

En 1984 nació el hombre blandengue. Fue en aquel año cuando El Fary lo esculpió con sus palabras. Alumbró este peculiar concepto en una entrevista concedida en Televisión Española en la que trataba de desnudarse con la audiencia y mostrar un poco más sus adentros ―nadie dijo que aquello fuera una buena idea―. Es probable que las nuevas generaciones no tengan ni idea de quién fue ese señor, al igual que jamás han oído hablar de Michael Knight, de Joaquín Prat o de Espartaco Santoni. Sin embargo, estos días, la voz del cantante ha vuelto del pasado en blanco y negro para darse a conocer entre los jóvenes bajo un aura poco favorecedora. 

José Luis Cantero, El Fary, vino al mundo en la España más negra de las posibles, la de 1937. Vio la luz por primera vez en el madrileño barrio de Las Ventas y, antes de dedicarse a la copla, trabajó como camarero y taxista para poder grabar sus primeras canciones. Su nombre artístico provenía de su admiración y semejanza con el gran cantaor Rafael Farina ―me temo que otro gran desconocido de centennials en adelante—. Creció en una familia humilde y su escuela fue la calle. No tardó en ganarse al público español con su simpatía y su estilo inconfundible, de manera que se convirtió en un valor seguro en los ochenta y noventa. 

El Fary era un clásico, en todos los sentidos. En su entrevista más mítica, aquella en la que dio a luz al macho blandengue, criticaba al hombre “de la bolsa de la compra y el carrito del niño”. Unas declaraciones en las que acusaba también a la mujer de ser “una pícara” que se aprovechaba del hombre si este no estaba lo suficientemente “a la altura”. Estas palabras, que obtuvieron entonces la complicidad del público y de los presentes, no chirriaban en absoluto en la España de 1984. Tampoco lo habrían hecho diez o quince años más tarde. Ahora, por fortuna, es diferente.

El Ministerio de Igualdad ha rescatado los fragmentos más jugosos de esta entrevista en su última campaña, titulada, como no podía ser de otro modo, “El hombre blandengue”. La frase “Cada día más hombres blandengues construyendo una masculinidad más sana, más fuerte” aparece en uno de los carteles sobre la imagen de un chico joven que le está preparando la cena a su pareja. Los hay también que dan de comer a sus bebés, que lloran junto a un amigo, o que “no saben lo que es un fuera de juego”. Todos ellos son los “hombres blandengues” de este tiempo, los de la bolsa de la compra y el cochecito del niño. Los que no tienen miedo a decir lo que sienten, ni tampoco a sentirlo. Aquellos que batallan contra la masculinidad tóxica que llevamos siglos comiéndonos y que están hechos un lío porque ya no saben qué demonios se espera de ellos. Y es que debe de ser bastante jodido encontrar el equilibrio y también saber lo que buscar. Ser lo bastante sensibles, lo bastante fuertes, lo bastante decididos, lo bastante detrás, lo bastante al lado. Aprender a ser también el otro y no el primero. Eso sí, no satanicemos al pobre Fary. Sus años ochenta pasaron, pero en ellos, cuando los hombres lo tenían todo más fácil, cuando no tenían que hacerse ni que construirse, tenían mucho más tiempo libre para decir tonterías en la tele.

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Comentarios (1)

Alfonso Hace 1 año
Si el Fary, cuando vendía sus primeros discos en el Rastro, no hubiese saltado a la fama, España se habría perdido a uno de sus mayores artistas, a tal punto que aun hoy (aunque no lo creas) las nuevas generaciones le recordamos y además, con cariño y respeto. Por el contrario, que tú no hubieses publicado un solo artículo en tu vida no le hubiese importado una mierda a absolutamente nadie.
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