Luchemos para que la vendimia vuelva a ser nuestra fiesta

Sebastián Chilla.

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

Imagen de una pasada pisa de la uva.
Imagen de una pasada pisa de la uva.

Los que amamos el fruto que nace de nuestra tierra albariza y queremos hacerlo extensible a todos los jerezanos, sin distinción alguna de clase, lo deseamos fervientemente.

De ellas se decía que fue la fiesta grande. Y es que, como no podía ser de otra manera, una ciudad como Jerez vinculada inexorablemente a la vid desde su nacimiento, se ponía sus mejores galas para recibir la inminente entrada del otoño y dar por finalizada la campaña de la vendimia. De esta forma, el primer mosto, ofrecido a San Ginés de la Jara en la tradicional Pisa de la Uva se constituye como el inicio simbólico de un nuevo y jerezanísimo año.

Sin embargo, tal y como la editorial de este medio publicó días atrás, a la Pisa de la Uva (y a las Fiestas de la Vendimia en general) sólo les queda una opción: renovarse o morir. No lo digo yo, lo dicen los jerezanos. Esta fiesta que debería tener un carácter marcadamente popular se ha alejado profundamente de nuestros vecinos, tal y como demuestra no sólo la asistencia a algunos de sus eventos como la Pisa de la Uva, sino a la propia programación de esta fiesta, elitista y volcada en los turistas. Es evidente que las Fiestas de la Vendimia también deben ser pensadas con el fin de promocionar la ciudad y el vino de jerez, pero es un gran error limitarlas al foráneo de forma estrepitosamente reduccionista, como se viene haciendo desde hace años y se vuelve a repetir una vez más.

Por otra parte, el Ayuntamiento de Jerez no puede seguir volcado en promocionar eventos que están vacíos. Jerez no va a ningún sitio si no se reformulan celebraciones y programaciones culturales como esta. Por ejemplo, los jóvenes, que en Jerez han heredado una cultura del vino envidiable para otras zonas del país, deberían tener un mayor protagonismo y los jerezanos, en general, deberían ser partícipes de la fiesta. Si el Ayuntamiento en vez de limitarse a ser un mero intermediador entre las bodegas, los hoteles y las agencias turísticas —la mayoría de la programación de las Fiestas de la Vendimia es un mero trámite de promoción desde lo institucional—, se constituyera como un verdadero agente de organización, el éxito de esta gran cita estaría garantizado.

Debemos acercar los orígenes, historia, elaboración y cultura, en general, del vino de Jerez a los propios jerezanos, que desde décadas —por la propia configuración socioeconómica de la ciudad— han dejado de ser el móvil de la fiesta. Entre las posibilidades que puede tener una futura Fiesta de la Vendimia deberían tener cabida unas jornadas de divulgación gratuitas y para todos los públicos con catas de jerez a precio de costo. Y ni qué decir tiene que le vendría de perlas el acompañamiento de una feria gastronómica —más popular que la que se celebró en años anteriores— o de una serie de eventos artísticos —este año sólo nos salva una exposición artística y el calendario de programas musicales en la Plaza de la Asunción—, así como de una campaña de concienciación y fomento  —no de vacua propaganda— sobre el jerez. Los que amamos el fruto que nace de nuestra tierra albariza y queremos hacerlo extensible a todos los jerezanos, sin distinción alguna de clase, lo deseamos fervientemente. Conozcamos el jerez; luchemos para que la vendimia vuelva a ser nuestra fiesta.

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