El impacto de las opiniones prejuiciosas sobre personas que han pasado por situaciones de violencia doméstica puede ser también bastante injusto.
Decía Epicuro de Samos: "El fin de la vida humana es buscar el placer y evitar el sufrimiento".
Todavía existe cierto recelo hacia Epicuro y la forma de vida que planteaba. Me temo que a causa de la posterior educación propia del moralismo judeocristiano, que muy bien se encargó de tergiversar su verdadero significado. Aunque, si lo pensamos bien, nuestra sociedad actual muchas veces muestra aspectos que se encuentran en un epicureísmo exacerbado. Cosa que no encontramos, sin embargo, en su filosofía.
Para este filósofo, la felicidad consistía en tener una vida tranquila y poder disfrutarla sin sobresaltos, evitando cualquier situación que fuera dañina para nosotros. Todo, por supuesto, dentro de un sano equilibrio, sin perder la cabeza. Epicuro no era precisamente simpatizante de los juicios santurrones. Para él, los dogmas religiosos y los prejuicios sociales poco tenían que decir sobre la felicidad personal de cada uno.
A pesar de toda esta sabiduría ancestral, proveniente de hombres que rompían con los esquemas sociales de civilizaciones muchísimo más arcaicas que la nuestra, seguimos creyendo y afirmando con suma ligereza, que las personas que se someten al sufrimiento o al maltrato, es porque en el fondo lo buscan aunque se quejen y no quieran admitirlo. De otra manera, lo habrían evitado o habrían salido corriendo de situaciones así.
Hay tantísimas razones que entran en el maltrato doméstico que es imposible reducir este problema con afirmaciones como éstas. Por supuesto, no se puede negar que haya personas con un grave problema psicológico que caigan una y otra vez en este tipo de relaciones, o que incluso las busquen, pero es algo inconsciente. Y por supuesto, esto también tiene su explicación.
Creo que formas de pensar como éstas se dan en personas inconscientes que ven el problema desde fuera y no lo han vivido, además de que no se han molestado en analizar las causas subyacentes de las personas implicadas. Por otro lado, tampoco podemos descartar la otra cara de la moneda, donde tales “sentencias”, mucho más perniciosas y conscientes, se dan desde la mentalidad del maltratador: “Tú te buscaste mi maltrato”.
Aunque el maltrato está conformado por muchísimos factores y por la mezcla de todos ellos —en cada caso manifestados de forma particular—, trataremos esta idea preconcebida, abordando primeramente dos condicionamientos sumamente relevantes de causa externa que forjan las bases de la violencia de género:
Si bien este condicionamiento sucede a nivel subjetivo, es una causa que está en gran parte relacionada con el ambiente de las personas que la sufren.
Cuando supuestamente alguien busca ser víctima, no debemos olvidar que una persona así, que sufre un daño psicológico —nadie en perfectas condiciones buscaría un maltrato por gusto, ni por necesidad siquiera—, tiene una importante distorsión de la realidad y en su forma de relacionarse.
No es porque quiera o lo necesite. Es porque esconde un problema relativamente grave que no se ha descubierto y que se proyecta en las relaciones que vive. Es una persona que no está sana emocionalmente y esto deteriora su capacidad de juzgar y de actuar adecuadamente ante situaciones que son amenazantes o perjudiciales para ella. Las ha normalizado porque en el pasado fueron la base de su educación y las justifica de alguna manera o les resta importancia. Sus inseguridades y sus conceptos trastocan toda su vida, no sólo sus relaciones amatorias. En apariencia puede ser difícil vislumbrar esto. Pero si entráramos en su entorno más directo, veríamos cómo estas personas tienen problemas en muchos otros ámbitos de su vida. Obviamente aquí nos encontraremos con traumas que han hecho mucho daño y han marcado su vida.
Esto no significa necesariamente que la persona esté enferma mentalmente. Esto sería el caso más extremo. Pero sí hay algo en sus relaciones afectivas de la infancia que le ha hecho tener unos conceptos equivocados acerca del amor y por tanto, insanos. No tienen una base suficientemente fuerte para sostenerse sobre sí mismas y poder romper con las situaciones que no le son convenientes. Necesitarían, por tanto, un largo camino de introspección y con ayuda de un profesional, para desactivar todas esas improntas que va arrastrando y dominando su vida.
Esto, por supuesto, no funciona para todas las personas víctimas del maltrato. Pero sí suele darse muy a menudo, en todas aquellas que caen reiterativamente en relaciones de este tipo o las mantienen durante muchísimo tiempo —casi toda una vida—. Es importantísimo ser conscientes de que el maltrato NO es posible sin dependencia de algún tipo. De otro modo, no sería maltrato, sino simplemente, una acción violenta, una experiencia negativa o una mala relación eventual en nuestra vida, que puede durar más o menos, pero no sería excesivamente largo ni lo perpetuaríamos en nuevas relaciones sin haber sacado ninguna conclusión provechosa de ello.
El maltrato sucede porque el maltratador tiene el medio a través del cual puede ejercer continuadamente el dominio de tu vida. En las relaciones de maltrato, no hay todo el tiempo maltrato o violencia, pero SÍ hay SIEMPRE y continuadamente dependencia. Una dependencia que no tiene por qué haber existido previamente en la víctima, pero que se va alimentando desde el comienzo de la relación sentimental. La violencia ocurre cuando la víctima intenta cortar, precisamente, esa dependencia. El medio del maltratador es esa dependencia.
Pero en esto, iremos profundizando más adelante, en el resto de artículos. Básicamente, para que nos entendamos coloquialmente, si te maltratan, es porque ya te tienen cogido por los ******. De otra manera, obviamente, saldrías de ahí sin muchos inconvenientes ni problemas, ¿no?
De todas las dependencias, por ende, la más peligrosa es la psicológica, más aún si es específicamente la que acabamos de tratar, ya que trae consigo un profundo bagaje de otras relaciones familiares y no permite a la víctima ser plenamente consciente de la clase de relación tan desequilibrada que está experimentando.
Creo, por tanto, que es importante recalcar esa necesidad que algunos ejercen de forma errónea, de responsabilizar a las víctimas para que recuperen el timón de su propia vida. Sin conocer todas las causas profundamente de un caso particular, no es recomendable ¡ dejarnos llevar por los prejuicios como los que mencionamos antes con tanta ligereza porque, en el caso de ser una persona traumatizada emocionalmente desde el comienzo de su vida y que ha caído en maltratos reiterativos, estas “ideas” pueden hacer más daño que beneficio. La culpabilidad, en estos casos, nunca es buena consejera.
No se puede desenredar toda una estructura emocional y vital de un solo plumazo. Máxime, si a ésta le falta una pata que, probablemente, no eche en falta porque ya se acostumbró a vivir así desde sus inicios. Pero su vida y su bienestar, sí estará tambaleándose siempre.
Siempre que queramos aportar nuestro granito de arena, es mejor hacerlo desde la posición en la que se encuentra la otra persona, empatizando. Porque, evidentemente, no tiene la misma percepción que nosotros. Para alguien que está fuera, será fácil salir y todo estará muy claro, pero para alguien que no lo está y que además, carga en su espalda este tipo de condicionamientos, no será en absoluto sencillo. El impacto de las opiniones prejuiciosas sobre personas que han pasado por situaciones de violencia doméstica puede ser también bastante injusto.
De todos modos, independientemente de que una persona tenga inclinación a buscar a otras que la maltraten –que yo diría más bien, que es una actitud inconsciente, no una búsqueda que implica decisión-, esto no justifica en absoluto las acciones y las intenciones del maltratador. Ni que tampoco debamos dejar a estas personas a su suerte. La violencia es inadmisible en todos los casos. Creer y afirmar que una persona busca ser víctima, significa que estamos aceptando que se le abandone a su suerte sin buscar una solución real y significativa que abarque todos los factores del maltrato, incluido, los casos en los que haya problemas psicológicos o emocionales de este tipo.
En realidad, para ser sinceros, no abarca ni uno solo. Ni siquiera, el que ya hemos explicado. La vida de estas personas está regida por mecanismos inconscientes que cambian el valor y el significado del amor e incluso, de sí mismas. Decir que buscan el maltrato no es profundizar en por qué lo buscan ni tampoco aclarar las situaciones que le llevaron hasta ahí. Para estas personas, no se trata de sentenciarles una inclinación natural, sino de desactivarles un paradigma relacional y familiar limitante.
En condiciones como ésta, volviendo al inicio del artículo, una persona con una educación afectiva basada en el maltrato, buscará el dolor creyendo que busca el placer. Pero no porque decida conscientemente el dolor.
Para el siguiente artículo, hablaremos del segundo condicionante más importante externo a las relaciones, ligado también directamente a la violencia de género.