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A veces nos enredamos nosotros mismos. No sabemos qué hacer.

A veces nos enredamos nosotros mismos. No sabemos qué hacer.

Etimológicamente, un motivo es lo que nos mueve, lo que nos impulsa a actuar. Aristóteles decía que siempre que actuamos –en el fondo– lo hacemos para ser felices. Y que no podemos no hacerlo porque esta tendencia está grabada en nuestra propia naturaleza. Es lo propio del hombre, buscar su felicidad. Por tanto, hagamos lo que hagamos, inevitablemente, lo hacemos para ser felices.

Ahora bien, es obvio que esta consciencia de felicidad no está siempre ante nuestros ojos de manera palpable: no parece que esté persiguiendo mi felicidad absoluta cuando elijo un color de camisa o una marca de coche o un libro. De forma que en el territorio de los motivos hay, al menos, dos regiones: la próxima y la remota. No elijo de la misma manera si se trata de elegir una pareja o de escoger el menú del día.

Además, tanto los motivos (o fines) “próximos” como los “remotos”, a veces son conscientes y otras no. En ocasiones actuamos sin tener claro qué es lo que nos mueve a actuar. O, incluso desconociéndolo totalmente. Y también puede suceder que obremos pensando que lo hacemos por unos motivos, aunque en realidad lo hagamos por otros bien distintos: la vanidad, el orgullo, el amor propio, el sentimiento de culpa…etc. pueden movernos a obrar en muchas ocasiones en las que aparentemente actúo por filantropía buscando el beneficio del otro.

Porque puede suceder que intente independizarme de mis padres pero que haya “algo” que me lo impida, más o menos conscientemente, como un oscuro mandato que me obliga a permanecer junto a ellos. Puede suceder que quiera ser una buena madre y me comporte como una hija de mi hija. Puede suceder que tenga un conflicto entre ser leal a mi pareja y ser leal a mí mismo. Puede suceder que crea que ser madre es lo más importante para una mujer… pueden suceder muchas cosas en el territorio de los motivos. Y muchas de ellas dificultan mi propio crecimiento y madurez como persona, es decir, mi propia felicidad. Dicho en otros términos, que dificulten mi capacidad para amar y trabajar, para relacionarme y, a la vez, vivir de una forma autónoma e independiente.

A veces nos enredamos nosotros mismos. No sabemos qué hacer. Estamos hechos un lío. Nuestra vida es un galimatías. Necesitamos pararnos y poner un cierto orden en nuestras prioridades, en nuestros objetivos, en nuestras metas. En nuestros motivos. Para ello es imprescindible no solo saber a dónde vamos; también, de dónde venimos: saber quiénes somos.

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