Los jinetes que cabalgan la globalización

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. Periodista. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Máster de Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos en la Universidad de Cádiz. Máster de Humanidades: Arte, Literatura y Cultura Contemporáneas en la Universitat Oberta de Catalunya. 

Al contrario de lo que se ha querido dar a entender por el propio 'establishment' a través de sus voceros, la victoria de Donald Trump —como del 'Brexit'— no es un desafío sino una advertencia.

Anoche escuché al que fuera Ministro de Exteriores hasta hace unas semanas, José Manuel García-Margallo, concluir su análisis de la situación geopolítica tras la victoria de Trump con un "lo que tenemos que hacer los partidos de siempre es seguir cabalgando la globalización". Al instante solté una carcajada. ¡Cabalgar la globalización! Bravo, seguid así, que lo estáis haciendo de maravilla. Llegados a este punto, uno llega a tener la sensación de que nos están tomando el pelo. Y si no, que nos lo expliquen aquellos politólogos parlanchines que días antes de las elecciones norteamericanas y en la propia noche electoral auguraban una tranquila victoria para los demócratas. A mí desde luego no me sorprendió. ¡Era de esperar!

El triunfo de Donald Trump no es consecuencia de que los norteamericanos se hayan vuelto locos como se ha dado a entender en algunos medios durante los últimos días sino de una buena campaña de marketing fundamentada en el rechazo al establishment ligado a un análisis muy inteligente de las debilidades de su rival, Hillary Clinton. La situación de EEUU y la coyuntura internacional, tanto en el plano social como en el económico, hacen el resto. Cualquier hijo de vecino al borde del abismo y deprimido por la crisis económica se deja seducir ante los encantos de un discurso como el del candidato republicano. Poner en tela de juicio la globalización y el libre mercado con unas ideas socialmente conservadoras y retrógradas hace que unos lo respalden por un lado y otros por el otro, pese a que puedan ser incluso sentimientos encontrados. Que más de un cuarto de los votantes latinos se hayan decidido por Trump pese a sus promesas electorales anti-inmigración nos da prueba de ello.

Al contrario de lo que se ha querido dar a entender por el propio 'establishment' a través de sus voceros, la victoria de Donald Trump —como del 'Brexit'— no es un desafío sino una advertencia

Por otra parte y al contrario de lo que se ha querido dar a entender por el propio establishment a través de sus voceros, la victoria de Donald Trump —como del Brexit— no es un desafío sino una advertencia; una advertencia de que vuestro orden económico global no funciona y de que el pueblo llano busca un cambio a la desesperada, bien sea por acción o por omisión. Y con esto último me refiero a que una mayoría silenciosa –sí, omita el sarcasmo - puede ser, y ya lo está siendo, decisiva a la hora de inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Hablo por un lado de los que votan y callan, y por otro de los abstencionistas —en EEUU son casi la mitad de los ciudadanos con derecho a voto— pasivos ante la situación política al estar en un círculo vicioso de incredulidad al sistema. No hay situación más extrema —parece que al establishment le preocupa mucho el término ‘extremo’— que no dar una respuesta a aquellos que viven al margen de.

De lo único de lo que estoy seguro después de la victoria de Trump es que la ola de indignación que recorre el mundo occidental no tiene como última parada Estados Unidos. El rechazo al centro político es un rechazo a la globalización; este rechazo puede ser a la izquierda o a la derecha pero es un rechazo generalizado. El Partido Demócrata tuvo la oportunidad de que esa oposición al menos de manera formal se viera reflejada en la candidatura progresista de Bernie Sanders pero prefirieron elegir —no exentos de polémica interna— a Hillary Clinton. Donald Trump lo tuvo fácil. La pregunta que nos hacemos ahora es si lo tendrá igual de fácil Marine Le Pen en Francia. Viendo el panorama y escuchando a los jinetes que cabalgan la globalización me temo que sí.

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