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Es mejor no pensar lo que puede ocurrir si el próximo ocupante de la Casa Blanca llega a ser el xenófobo Donald Trump.

Así es como se llama, 'Black Lives Matter', BLM, un movimiento que surgió como hashtag en 2013 después del juicio al asesino de Travvon Martin, un joven negro de 17 años en Florida, y que creció rapidamente a raíz del asesinato de Michael Brown a manos de un policía en Fergusson, Missouri, en 2014. Su portavoz más visible es Rosa Clemente, nacida en Puerto Rico pero residente en Nueva York, madre de una niña y activista a tiempo completo. En los últimos tres años BLM y movimientos similares han logrado aumentar la visibilidad de la violencia policial contra la población afroamericana y latina en EEUU, endémica en el país, y demostrado que no se trata de fenómenos aislados, sino de un grave y arraigado problema estructural. Según Clemente, lo que ocurre es que la población no blanca vive “ bajo una fuerza de ocupación”; es “una guerra contra el pueblo negro”. 

Las últimas víctimas de esta guerra, sobre las que los telediarios españoles pasan de puntillas, son un hombre negro de 30 años que hace dos días fue abatido a tiros por varios agentes en San Diego (California), porque según la policía no puso las manos en alto sino que las mantuvo en los bolsillos, y porque “parecía que empuñaba un arma de fuego” y la muerte en Charlotte, Carolina del Norte, el día anterior y a manos también de una agente policial, de Keith Lamont Scott, 43 años. Según la policía, iba armado; según su familia, leía un libro mientras esperaba para recoger a su hijo del colegio. El 16 de este mes en Tulsa, Oklahoma, Terence Kuchner, de 40 años, desarmado, es abatido a tiros por la agente Betty Shelby. Estas muertes son seguidas de fuertes protestas callejeras en las que la policía se emplea a fondo en especial con los activistas de BLM, pues estos no sólo son detenidos masivamente sino que sufren penas desproporcionadas en un claro intento de intimidación. En los disturbios de Charlotte murió un joven negro de 25 años y hubo 44 detenidos, se declaró el estado de emergencia en la ciudad y se ordenó el despliegue de la Guardia Nacional. 

Más de 4.000 linchamientos (y 10.000 intentos de linchamiento) se produjeron en el sur del país entre 1877 y 1950 como una forma de terrorismo que dejó traumas duraderos. En efecto, en 1863 se había dictado la abolición de la esclavitud y habían quedado libres unas 20.000 personas de color que habitaban territorios ocupados por las fuerzas de la Unión. Al final de la guerra de Secesión, más de dos años después, fueron liberados otros cuatro millones. Pero no por eso dejó de hostigarse y de practicarse la más absoluta discriminación contra la población afroamericana en todos los ámbitos. Sin ir más lejos, el primer Ku Klux Klan (KKK), que proclamaba la supremacía de la raza blanca y que practicaba todo tipo de actos terroristas, violentos e intimidatorios, se creó inmediatamente después de la guerra de Secesión, aunque llegó a ser prohibido en 1882. Fue refundado en 1915, y hoy se estima que son todavía unos cuantos miles los afiliados a estos grupos de odio extremo.

A mediados de 1950 Rosa Parks se negó a ceder el asiento a un blanco y a moverse a la parte trasera del autobús en el Sur de EEUU. Acabó en la cárcel, pero encendió la lucha por los derechos civiles de la población afroamericana. Martin Luther King, pastor de la iglesia baptista y apóstol de la no violencia, luchó toda su vida por los derechos de sus compañeros de raza. Protestó contra la guerra de Vietnam y la pobreza. Consiguio la Ley de derechos civiles en 1964 y el derecho al voto de los negros en 1965. Se le concedió el Premio Nobel de la Paz en 1968, pero poco después fue asesinado. En la famosa Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad dijo aquello tan famoso de "I have a dream", pero 60 años después, ese sueño no se ha cumplido.

Entre 1966 y 1982 surge el revolucionario movimiento de los 'Black Panthers', los Panteras Negras, que lucha contra la segregación racial y el servicio militar y alcanza su apogeo en 1970. En sus inicios forman patrullas de ciudadanos armados para desafiar la violencia policial contra los negros. En 1969 instauran también programas sociales, como desayunos gratis para los niños y clínicas de salud locales. Pero la organización es saboteada desde todos los frentes por el FBI, que la declara “la mayor amenaza interna para la seguridad del país”, e incluso llega a asesinar a alguno de sus líderes como Fred Hampton. También Malcom X, otro defensor de los derechos de los afroamericanos, fue asesinado en 1965 antes de dar un discurso en Nueva York.

Sólo en lo que va de año, 172 negros han muerto por disparos de la policía, es decir, un 25% de las víctimas totales, muchos si tenemos en cuenta que la población afromaericana representa el 13% del total del país. Uno de cada tres hombres negros entre 18 y 30 años está encarcelado o en libertad condicional, según BLM. El instrumento opresivo actual ya no es la segregación, sino el sistema judicial y carcelario. En 1995, en su informe anual, Amnistía Internacional denunciaba la discriminación racial en EEUU en la aplicación de la pena capital, es decir, la ejecución de  un número significativamente mayor de negros e hispanos que de ciudadanos blancos, y las torturas hasta la muerte recibidas por personas negras en dependencias policiales. En el último informe de 2015/16, se reconoce, aunque con lentitud, una tendencia a la abolición de la pena de muerte en el país, pero se sigue denunciando el uso excesivo de la fuerza por parte de la policía, incluyendo el empleo de material antidisturbios pesado y de armas y material militar para controlar las manifestaciones, así como los homicidios de una “cantidad desproporcionada de hombres negros”.

Lo paradójico es este repunte del racismo y la violencia policial -en realidad nunca han desaparecido- desde que Barack Obama llegara al poder en 2009. La tenencia de armas y la desigualdad socioeconómica entre blancos y negros es el caldo de cultivo que ha intentado controlar el primer presidente negro del país a lo largo de sus mandatos. Pero la oposición política a aumentar los controles de armas, las enormes tasas de desempleo y marginalidad de los negros y las benévolas condenas judiciales contra las controvertidas actuaciones policiales han hecho del conflicto racial la herencia envenenada del presidente. Es mejor no pensar lo que puede ocurrir si el próximo ocupante de la Casa Blanca llega a ser el xenófobo Donald Trump.

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