Las mujeres que leen son peligrosas

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Evidentemente el título de este libro, editado hace unos años, gustaba a la mayoría de las lectoras y llamaba la atención desde el lugar destacado que ocupaba en las estanterías. El regalo ideal que compraban algunos varones deseosos de agradar a sus parejas y mostrarles su apoyo incondicional. Ya hacía algún tiempo que las estadísticas colocaban a las mujeres como mayores consumidoras de libros.

Pero realmente la sociedad ha tomado conciencia de este fenómeno con un tipo de literatura “femenino”, “sentimental”, “histórico” o con un ”toque de novela negra”. Todo controlado y sin sacar los pies del plato las mujeres  hace años que empezaron a ser mayoría en las aulas universitarias, a ganar oposiciones y a tener independencia económica, un lugar propio donde vivir, un vehículo para desplazarse y un trabajo que le daba de comer… nada más, tener mayores aspiraciones en el plano profesional la condenaba a la soledad y a un complejo de culpa constante por haber “abandonado” a su familia.

Aparece después un concepto nuevo el de “malas madres”, mujeres jóvenes que cumplen de otra manera con el papel asignado, conectadas a redes sociales, ayudadas por sus propias progenitoras, se manifiestan creativas y…; una vez más otra ilusión, entramos en el juego de los espejos. Mientras tanto el número de lectoras crece y el mercado, que no es tonto, se da cuenta y manifiesta su deseo de encaminarlas. Toneladas de papel con historias sentimentales y contenido erótico invaden las estanterías, intentando convencerlas de que ellas son las salvadoras del mal, ahora por el sexo y el amor, tal como antes por la obediencia y la cocina.

Mientras tanto proliferan autoras y escasean mujeres que hagan críticas literarias en suplementos culturales o programas especializados en medios de comunicación. Por poner un ejemplo, en el último Babelia  escriben veinte hombres y solamente cuatro mujeres. Por otro lado, de manera natural, empiezan a surgir clubes de lecturas donde las lectoras se refugian unas pocas horas al mes para confortarse emocional y literariamente.

Y entre tanto ruido nos olvidamos de que ellas son las verdaderas transmisoras de la PALABRA, así con mayúsculas, las primeras que cantan a sus niños, que instruyen a sus alumnos, que imprimen un carácter particular a sus acciones profesionales; aunque a veces el entorno es tan hostil que se producen transformaciones inesperadas, hemos visto muchas veces que algunas mujeres cuando entran en política se contaminan de tal manera que se convierten en hombres malos…

Las mujeres que leen son peligrosas… Alcanzar la confianza de que una manera de leer, de escribir y de influir intelectualmente en lo social puede mejorar el mundo, de defender las cosas que nos hacen felices y que nos quitan continuamente, sustituyéndolas por otras que se pueden comprar.

Tal vez la solución no sea conformarnos con creer que las mujeres que leen son peligrosas sino conseguir Una habitación propia, tal como nos indica el título del libro de Virginia Wolf, desde la que podamos hacer valer nuestra fuerza y convencer de que hay otra manera de hacer las cosas sin caer en la trampa que nos ponen los mercados y el pensamiento dominante y nos hacen creer que hay avance e incluso transgresión donde solamente hay consentimiento.

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