egon-schiele-double-self-portrait.jpg
egon-schiele-double-self-portrait.jpg

Cuál sea tu vocación auténtica, verdadera y definitiva, es cosa que incluso es posible que no descubras (o realices) nunca. 

Yaveh no suele llamarnos a voces como hizo con su siervo Samuel, excepcionalmente, para comunicarle su elección como profeta de Israel. De este asunto se ha hecho desde siempre mucha mitología barata.

Cuál sea tu vocación auténtica, verdadera y definitiva, es cosa que incluso es posible que no descubras (o realices) nunca. Tampoco suele presentarse el objeto de la vocación como una actividad demasiado concreta: por ejemplo, no es frecuente que un adolescente tenga la determinación de ser avisador de orquesta o proctólogo (y menos que se lo demanden con una llamada de ultratumba). La vocación es más una esfera, una región de intereses en torno a un asunto genérico (casi a una idea): la música, la empresa, la sanidad, la enseñanza, la naturaleza, los animales, la sociedad, la economía… Y, además de este qué, hay también un cómo: el de encontrar una cierta felicidad, una cierta alegría interior, en las actividades relacionadas con ese mundo que te interesa. Como si ese mundo te provocara vivir con los ojos brillantes, como dice Benjamin Zänder, un judío director de la orquesta de Boston que cree notar entre sus músicos la pasión en la manera en la que les brillan los ojos. Es decir, con una alegría apasionada. Si un joven encuentra ese repertorio de actividades en las que se encuentra a gusto y por las que puede llegar a apasionarse –a entregarse-, entonces, encuentra su vocación. Si no, la pierde.

En mi opinión, sin embargo, la vocación es más un problema de actitud que de aptitud. Más de forma que de contenido: disciplina, orden, esfuerzo. No es frecuente que un adolescente desee ser protésico dental. Sin embargo, si valoramos en nuestros jóvenes el gusto por las cosas bien hechas acabaremos teniendo buenos protésicos dentales.

En nuestro tiempo, el antiguo interés de la familia porque el hijo eligiese “una profesión con futuro” se viene cambiando para que elija una ocupación que le permita sobrevivr, de modo que a la vocación antigua entendida casi como “misión” y camino de “realización personal” ha dado paso algo mucho más prosaico, más acorde con la falta de horizonte en el que nos tiene encajonado este capitalismo rancio y avaro (valgan las insistencias) que ha instalado en Europa su versión más furibunda desde la II Guerra Mundial.

En los colegios se les da a nuestros jóvenes un mensaje contradictorio, un problema sin solución. Por una parte se les dice que deben ser generosos, comprometidos, solidarios, y por otra, que sean calculadores, prudentes, que piensen en ellos mismos y en cómo se van a ganar mejor la vida que les espera.

A pesar de los pesares, creo que a nuestros jóvenes debemos escucharlos sobre sus intereses más allá de las consabidas monsergas sobre notas medias, supuestas capacidades y probabilidades inciertas de contratación laboral al finalizar sus estudios. Nuestra decepción y nuestro fracaso por intuir el mundo que les dejamos en herencia… son nuestros, no de ellos. No los hagamos viejos antes de tiempo. ¿Tienen que hacer cuentas desde los quince años? ¿No es mejor para ellos y para el mundo que se apasionen, que encuentren actividades que puedan hacer con los ojos brillantes? ¿Está tan mal que sueñen?

www.psicoterapiajerez.es

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído