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No sé si a las empresas de coches, de cosméticos o de sujetadores les puede interesar hacernos creer que comprando alguno de sus productos vivimos nuestra vida como si fuera un viaje alucinante.

Yo no sé cómo se ha asentado la creencia según la cual la vida debe ser apasionante, en el sentido más trepidante del término. Esta idea incluye —para que sea, al parecer, auténtica vida— un chute de emociones al borde del infarto: viajes espectaculares y exóticos, emociones desatadas, pasiones desmedidas, sensaciones únicas y singulars (desde hacer puenting hasta paladear la deconstrucción del sabor de una raja de sandía)… Y no sé si a las empresas de coches, de cosméticos o de sujetadores les puede interesar hacernos creer que comprando alguno de sus productos vivimos nuestra vida como si fuera un viaje alucinante. Y no sé que pasaría si descubriésemos finalmente que no es así en absoluto. 

En efecto, la vida cotidiana está hecha de actividades previstas y ordinarias, casi monótonas. Y sencillas. El mar junto al faro Camarinal, un café con un amigo o llevar a tus hijos al colegio tienen toda la poesía y toda la originalidad que tú le quieras poner. Sin embargo, el ofrecimiento comercial de tocar el cielo aquí en la Tierra comprando cualquier chuchería, nos puede hacer vivir nuestra vida con cierta banalidad. Y nos arrastramos por los días y las horas con desgana y con un mohín de desagrado ante la menor contrariedad. Sin ilusiones, sin objetivos, sin horizonte… Nos dejamos llevar por la costumbre como si fuera un peso muerto o por el pensamiento negativo de que cualquier esfuerzo acabará en fracaso. No es posible hacer nada, nos decimos una y otra vez hasta que logramos convencernos de ello y, por tanto, hacerlo real.

Así que nos instalamos en una queja difusa y universal: los politicos, los empresarios, los periodistas… todos se ocupan en darnos disgustos y una vida más dificil. En jodernos nuestro derecho a ser feliz. Pero que los gobernantes tengan el deber de procurar la felicidad de los ciudadanos (y que rara vez lo tengan presente) no significa que tengamos derecho a ella (¡ni siquiera sabemos bien en qué consiste!). Solo tenemos derecho a tener los medios suficientes para poder llevar una vida digna... pero el resto está en nuestra mano. Está en nuestra mano.

¿Qué es el resto? Dirigir tu vida. Elegir tu destino. Escoger el sentido de tu vida. Vivir como tú quieras vivir. Y para ello es eficaz vivir como si solo tuvieras una vida; como si en este partido no hubiera prórrogas ni desempates. 

A veces la vida de las personas es dura. A veces hay contrariedades dificiles de superar. Esto es verdad. Pero, por lo común, nuestra vida cotidiana es sencillamente la vida que hemos elegido llevar.

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