Cuántos casos de locales conocemos que después de ‘tocarse’ perdieron por completo su personalidad y se convirtieron en uno más…
Leo en lavozdelsur.es sobre los planes de renovación de La Vega, el mítico restaurante y cafetería de la plaza Esteve. Leo que la nueva gestión —si se puede decir ‘nuevo’ a alguien que lleva siete años al frente de un negocio— está estudiando cómo y cuándo llevar a cabo dicha renovación y lo primero que me viene a la cabeza es “Ah, ¿pero no se hizo?” porque me acuerdo perfectamente de que en su día, cuando se produjo el traspaso, se dijo que se iba a hacer… Vaya, no es que sea un cliente asiduo de este local, aunque siempre le he encontrado cierto encanto y, por ende, también he pensado siempre que estaba desaprovechado, opinión que perfectamente podría ser rebatida por sus gestores ya ciñéndonos en exclusiva al mundo de los números, no a las siempre volátiles emociones.
La Vega da su buen número de desayunos a gente que va a hacer la compra a la plaza o simplemente pasea por el centro; al mediodía siempre hay gente, con bastantes turistas; a la hora de la merienda está lleno de jerezanos… pero es ese tipo de local que siempre piensas que podía dar algo más, por ejemplo, esa terraza que tiene arriba, a todas luces infrautilizada. ‘Chill out’, coctelería, ‘sherry jardín’ urbano con quiosco especializado en comida vegana (es broma, aunque…); no sé, cualquier cosa, pero algo más.
Pues nada, desde estas líneas se anima a la propiedad, gestores y trabajadores a afrontar la reforma, pero eso sí, igual que digo que la reforma es necesaria también digo que lo que se haga debe ser en su justa medida: cuántos casos de locales conocemos que después de ‘tocarse’ perdieron por completo su personalidad y se convirtieron en uno más…
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