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13 de agosto del 2015. Atenas ha caído. El tema está claro desde hace un mes exactamente. Los que siguen discutiendo del asunto sólo se oponen sobre las cifras situadas después de la coma y sobre elementos del lenguaje, en particular sobre la delicada cuestión del uso el de la palabra 'traición' para cualificar el cambio de postura de Tsipras y sus consejeros. Algunos me han escrito para sugerirme no usar el término. Otros, al contrario, para que dispare sobre la ambulancia.

Cansado de estas peleas infantiles, opte por el silencio a finales de julio. Ya se habia dicho lo esencial. El resto era decorado, limpieza mortuaria y embalsamiento. Pero sin misa funebre: mayoría de mis amigos franceses continuaban a la esperar de un imposible despertar de un cadáver en descomposición política. El Tsipras de la victoria del 25 de enero era momificado con amor por sus fans devastados, mezclando el rechazo de la realidad a la tanatopraxia. Ya no tenía nada que hacer y sali del debate anacrónico con suma discreción.

Salida de la eurozona, abracadabra

Desde entonces, observo el delirio de los análisis y de los comentarios, la confusión de las causas y de las soluciones. Y una palabra, un sola palabra, más que cualquier otra, está en todos los labios: soberanismo. Dicho de otra manera, la causa principal del problema sería la heteronomía política del gobierno griego dominado por las instituciones supranacionles. Y la solución, elevada al rango de fórmula mágica, se podría resumir en una sola frase: “salida de la eurozona, abracadabra!”.

Permitanme sonreír. El problema del soberanismo es el arból que esconde la selva y oculta el verdadero debate. Peor aún, llamemos a un gato, gato: el soberanimo es la principal trampa de la debacle griega, tanto antes como después del 13 de julio.

Incluso bajo presión, una elección sigue siendo una elección

¿Por qué? Porque, al contrario de lo que cuentan todos, o casi, nadie impuso la capitulación a Tsipras. Hubo debates, cierto. Batallas, por supuesto. Luchas de brazo, obviamente. Pero no hubo ni espada, ni pistola, ni bomba, ni misil que puso en peligro la vida de los protagonistas. Ninguno de estos notables, cómodamente instalados entre sillones de cuero y mesas de roble, cafés y croissants, dulces y zumos de naranja, ha sido decapitado, suspendido, hambriento, expulsado de su domicilio, privado de asistencia sanitaria. Dejemos de decir cualquier cosa. Sólo se trataba de presiones políticas, por muy fuertes que eran. E incluso bajo presión, una elección sigue siendo una elección. No querer oír las propuestas de la plataforma de izquierda de Syriza, desde hace meses, no tenía nada que ver con un problema auditivo, pero responde a una voluntad política. Alejarse del movimiento social y de los investigadores independientes en economía y filosofía política, no tenía nada que ver con un fallo técnico en las redes de telefonía, pero con una preferencia para otros consejeros vehiculando ideas moderadas y el germen de la renuncia. Dedicar una sola tarde al inmenso trabajo de la comisión por la auditoría de la deuda griega para luego no tenerla en cuenta y olvidar la posibilidad de anular la deuda, no ha sido fruto de una amnesia pasajera debido a la acumulación de trabajo, pero de una opción política clara e incluso de una elección paradigmática.

El gobierno de Tsipras ha sido plenamente soberano en su decisión, frente a las instancias supranacionles, y proclamar el contrario, es olvidar muy pronto que la vida política, al igual que la vida en general, es objeto de tensiones continuas, a veces muy vivas, las cuales no eliminan por lo tanto toda capacidad a elegir nuestros pensamientos y nuestros actos. Sí, el gobierno griego ha sido soberano, y sí, tenía otras opciones posibles que capitular. Negarlo, es contribuir al TINA imaginario que altera la voluntad y refuerza la resignación. Un mes después, es hora de despertarse y abrir los ojos.

Los dos debates paralelos, sobre los medios y la legitimidad de tal decisión, han sido igualmente troncados. No volveré sobre los medios, a menudos compartidos aquí. Todo lo abordado más arriba es suficiente para refutar totalmente el discurso mentiroso que habla de la ausencia de alternativa: las propuestas de la plataforma de izquierda, del movimiento social muy creativo, en particular dentro de la autogestión, de investigadores independientes o de la comisión por la auditoría de la deuda han sido simplemente rechazados.

Acabar con la austeridad, punto

El otro debate oculto tenía que ver con la legitimidad de la salida o no del euro. Una vez más, cuanto más gorda es la trampa, mejor se traga. ¿Cuál era exactamente el mandato principal del gobierno Syriza-Anel al día siguiente de su formación del 27 de enero? Más que nunca, las cosas eran claras, muy claras. Era incluso el único tema de la campaña electoral en enero: acabar con la austeridad, punto. Lo demás, pocas veces tratado, sólo eran discusiones anexas. El mandato principal de Tsipras no era evitar o probar una salida del euro, al contrario, pero sí precisamente evitar un nuevo memorándum con su lote de graves consecuencias sociales, de reformas presupuestarias y de dilapidaciones del bien común. Para decirlo de otra manera, si ciertamente no tenía un mandato explícito para salir de la zona euro, tenía aún menos  legitimidad para imponer tres años suplementarios de infierno, además justo después del OXI a 61% del referéndum del 5 de julio. Debatir hoy en día sobre su mandato en relación al euro para justificar su elección, es sencillamente burlarse del mundo.

Tsipras jugó la tarjeta de la unidad nacional

No solamente la decisión del gobierno Tsipras ha sido soberana, además ocurrió al final de una deriva política indispensable de explicar aquí. La solución nacional – la cual nos recuerda muy malos recuerdos políticos en Francia – se ha sustituido mes tras mes al discurso sobre las desigualdades sociales. La miseria de los más desfavorecidos poco a poco se tranformó en nación en peligro. Las relaciones de clases han sido evacuadas para dejar el espacio a las las relaciones entre países, más o menos amigos o rivales con Grecia. Tsipras jugó la tarjeta de la unidad nacional y de la amalgama de la identidad griega de las víctimas de “la crisis” y así ganó su posición de jefe de Grecia, de cara a una mayoría de la población. Concretamente, jefe del gobierno. Y sobre todo jefe de estado dentro de los suyos. Se convirtió en el hombre de confianza, maduro, sensato, y luego en el guía infalible, autoritario, pero dedicado y haciendo lo más adecuado para el interés del país entero. Un país unido, según él, en una mezcla de situaciones sociales no solamente heterogénea, pero sobre todo antagonistas.

A los y las - que en el ala izquierda de Syriza o más allá, en la izquierda y en el movimiento social – que recordaban que en Alemania habían doce miliones de personas por debajo del umbral de pobreza, que en Francia cada vez más hay personas sin ningún de tipo de ayudas en todos los ámbitos, y sobre todo que Grecia, también tiene patrones corruptos y colaborados cómplices en la jerarquía de las empresas y de las administraciones, Tsipras insistía a menudo sobre la gravedad del momento: no desunirse, evitar los conflictos sociales y optar por las buenas decisiones para el interés de todos.

El increíble poder de decidir y firmar en nombre de miliones de personas

Es precisamente una actitud soberanista. Sí, habéis leído bien: a los que hablan del soberanismo como de un varilla mágica que hubiera sido necesaria en Grecia, podéis mandarles a jugar a las canicas. Porque es exactamente el camino optado por desgracia por Tsipras en estos últimos meses, desplazando la tensión necesaria entre las clases sociales hacia el terreno de tensiones – de otros tipos – entre gobiernos con el pretexto ilusorio de arreglar, mediante la negociación a escala de los estados, profundas desigualdades sociales en cada uno de ellos. Se trata sencillamente de un desplazamiento de competencias desde los movimientos sociales de territorios en luchas hacia un grupo reducido de notables disponiendo de un increíble poder de decisión y de firmar en nombre de miliones de individuos. Es la reunión espectacular de poderosos con el pretexto fraudulento de mejorar la vida de los débiles, con – lógicamente – el resultado opuesto.

¿Es esto realmente una política de izquierda? ¿Es esto un modo de acción coherente para un gobierno de inspiración marxista?

Y es aquí donde interviene el último punto. Recordar quién está en el poder desde enero al lado de los ministros de Syriza: el principal partido soberanista en Grecia, ANEL, también llamado Griego Independientes.¿ Criticó ese modo de acción? No, claro que no, lo aprobó, después de haber fingido el enfado, el tiempo de volver a tomar un poco de postre. ¿Rechazaron sus diputados el acuerdo del 13 de julio, en los votos del 15 y del 22 de julio en el parlamento? No, han votado la totalidad de las mil páginas organizando el desastre antes de volver a la barra. ¿Dimitió el ministro miembro de Griegos Independientes y dejó el gobierno? En absoluto. ¡Los Griegos Independientes han obtenido una segunda cartera en el ministerio! ¡Todo va bien para ellos!¡ Y las cosas siguen!

Entonces, ¿es el soberanismo la solución? No, como lo acabamos de ver, es al contrario uno de los problemas principales de estos últimos meses.

Es por ello, que en Francia y en otros lugares, más allá de las lamentaciones de muchos – las cuales son a veces lágrimas de cocrodilos – y de las lamentaciones sobre la heteronomía politíca del gobierno Syriza-Anel (ahora sin el ala izquierda de Syriza) bajo el dictado de las instituciones supranacionles, consideran que sería bueno dejar de rechazar todas las responsabilidades sobre los demás y esconder detrás de su meñique. Por supuesto, la responsabilidad de las instituciones es inmensa, pero no son ellas las que literalmente han decidido todo para las clases populares en Grecia, así como para áreas enteras de naturaleza puestas a la venta. No, al fin y al cabo, es el gobierno griego quien ha rechazado todas las otras opciones desde hace seis meses, incluso negando sus existencias.

La varilla mágica del soberanismo esconde en un realidad un cetro

¿Y la salida del euro? Este medio, como otros, no es la punta de lanza de unos u otros. Y nada demuestra que un partido proclamándose soberanista tendría la capacidad para organizarla, sobre todo después de la experiencia griega. En realidad, la salida del euro no es más que una herramienta en una caja que cuenta docenas de ellas. Y el uso de una no impide el uso de otras. Mientras que el gobierno machaca, al igual que un disco rallado, la solución mágica de la salida del euro, la verdadera izquierda y los movimientos revolucionarios proyectan más allá incontables formas de acción que caracterizan sus análisis respectivos y objetivos políticos. Y nada tiene que estar en manos del azar. Las relaciones de clases y de dominaciones no se borrarán bajo el pretexto de la unidad popular y el poder lleno y entero de elegidos cantando La Marsellesa delante una multitud emocionada. Porque la varilla mágica del soberanismo esconde en realidad un cetro y el poder sólo sirve al poder.

Unirse, clase contra clase, más allá de las fronteras

Salir de la zona euro para salir de la zona euro no es suficiente. Gritar al lobo llegado de las afueras para desviar las ovejas nacionales de la amenaza de lobos nacionales es una vieja receta conocida. Una trampa, un truco. Luchar contra todos nuestros depredadores es necesario, urgente, vital. Unirnos, clase con clase, más allá de las fronteras. Es, al menos, ponernos en sinergia, atentos y solidarios, frente a la internacional del capitalismo triunfante. Es recordar el camino hecho, para entender los fracasos y redescubrir los sueños de las y los que nos han precedidos, hace medio siglo. Es abrir nuevas perspectivas, descolonizar el imaginario, inventar caminos, atreverse más allá del posible, y en ningún momento, replegarse sobre sí mismo.

Desde hace un mes, no es Atenas quien cayó en realidad. Son los perseguidos y los insumisos de todos lados quienes tenían la mirada clavada hacia Grecia, de un lado al otro del mundo, y que han sido golpeados una vez más.

Es por ello que de ninguna manera es la hora de la unión de los tiranos con sus víctimas, incluso bajo el pretexto de coexistencia en un pedazo de territorio, pero al levantamiento simultáneo y solidario de los damnificados de la Tierra.

¿TINA? Cierto, pero en el sentido contrario. Si, no hay alternativas, No hay otra salida posible para salir del callejón sin salida. No hay nada que esperar, pero todo por hacer. No hay alternativas: luchar...

Yannis Youlountas

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