Señoritos y toreros: así es la mirada tópica del flamenco de Jerez en una exposición de la Junta

Mientras Juanma Moreno aboga por "mimar y preservar" el arte jondo, el mayor centro documental de flamenco del mundo, en el jerezano Palacio de Pemartín, gestionado por el Gobierno andaluz, lleva siete años y medio descabezado y casi sin presupuesto

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

La obra sobre el flamenco y Jerez de la muestra que se exhibe en el Parlamento andaluz. FOTO: J. L. C.
La obra sobre el flamenco y Jerez de la muestra que se exhibe en el Parlamento andaluz. FOTO: J. L. C.

No hay nada que haga más daño al arte en general, y al flamenco en particular, que los tópicos y los clichés. El flamenco de Jerez, desde luego, no se quita ni con agua hirviendo esa mirada prejuiciosa que lo vincula históricamente con señoritos y toreros, dos categorías por cierto de las que cada vez van quedando menos —o más disimuladas— de un tiempo a esta parte en la ciudad del vino.

Como una maldición, aquellos señoritos que luego fueron altos cargos de lo público, siguen potenciando el y de lo mío qué, con más interés en la red clientelar que en el arte. Y hay quien se empeña en huir del flamenco profesionalizado y adaptado a los tiempos que corren, con otras influencias, otra formación, otra estética —como ese flamenco del que por fin empieza a poder presumir una de sus cunas— y no se resiste a caer en la tentación de tirar del tópico para ofrecer la visión exterior de lo que cree que es el arte jondo, según Jerez.

Para muestra, un botón. El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ha inaugurado una exposición llamada Flamenco. Código abierto, situada en la Sala de los Pasos Perdidos del Parlamento andaluz, en la que su autor, Javier Caro, no ofrece desde luego una imagen demasiado abierta de lo que es hoy en día, en pleno siglo XXI, el flamenco en uno de sus grandes territorios. Junto a los geniales Jesús Méndez y Juana la del Pipa, que parecen hacer de palmeros, aparece Paco Cepero al toque. Todos ellos sentados, bajo una atmósfera más kitsch que vintage, con las manos posadas de Álvaro Domecq y el torero Juan José Padilla, que se entiende que serán aficionados, pero poco o nada tienen que ver con el flamenco. Para redondear la escena, en los Claustros de Santo Domingo, también figura el presidente del Consejo Regulador, Beltrán Domecq.

El presidente andaluz, se detiene en una de las fotografías de la muestra.

Moreno, en la inauguración, ha destacado del flamenco la gran actividad económica que hay a su alrededor, y que impregna a otras áreas como la moda o la gastronomía. En este sentido, ha asegurado que se trata de una "explosión cultural" que supera las fronteras de Andalucía, pero que es en la comunidad donde reside el epicentro del flamenco. Por todo esto, Moreno ha abogado por preservar, mimar y proteger el flamenco. Otra cosa será cuidar a los artistas, que eso ya parece que queda como tarea pendiente para otros.

Por cierto, el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco (CADF), en Jerez, el mayor centro documental de flamenco del mundo, sobrevive casi sin presupuesto y, por si fuera poco, sin dirección tras siete años y medio, después de que los desmanes del Gobierno andaluz anterior llevarán a contar con un director fantasma que cobró de lo lindo pero jamás pisó el Palacio de Pemartín. Como ven, el legado del flamenco, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, solo sigue necesitando de sí mismo para salvaguardarse. Todo lo demás, escaparates de grandes almacenes.

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