¿Por qué Vox sacó más votos que Ganemos en Estancia Barrera?

Un puñado de claves para entender por qué la agrupación de electores jerezana, surgida al calor de Podemos y el 15M, pasó de la gloria de 2015 al suelo del pasado 26M

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Kika González, en el arranque de la campaña de las municipales de 2019.
Kika González, en el arranque de la campaña de las municipales de 2019.

La hermana de una de las partes más implicadas en la candidatura de Ganemos Jerez del pasado 26M hace análisis una tarde de esta semana de resaca poselectoral. Tiene dos preguntas sobrevolándole la cabeza y me dispara: "¿Cómo nos ha podido ganar Vox en la Estancia Barrera? Rebusco los datos de las mesas electorales. No debió ser solo allí. Muchos otros colegios de zonas humildes, donde está la gente corriente, se llenaron de votos —lo que la abstención permitió— para la derecha o la ultraderecha. El PSOE, que ganó las municipales, venció en 162 de las 263 mesas, mientras que el resto fue para el PP. "¿No decían que el bipartidismo había muerto?".

Hay un momento de la primera entrevista, en la antigua La Voz del Sur, que concedió Pedro Pacheco recién estrenada su primera alcaldía, en abril de 1979, que llama poderosamente la atención. Cuando apenas se recuerda en la ciudad la última etapa de tinieblas del eterno mandamás de la Ciudad-Estado que modeló en la campiña jerezana, sus inicios albergaban una esencia de indignación y 15M frente a la etapa que le precedía: oscuridad, caspa y dictadura en ese “cementerio viviente que nuestros padres nos han dado como cuna”, en palabras de Moreno Barranco y su Arcadia feliz. “Nosotros preconizamos, vivimos y sentimos el socialismo, y en este aspecto prometemos que el pueblo será oído y atendido”. Y el medio, acto seguido, le repreguntaba: ¿Un socialismo marxista?” A lo que respondía el joven Pacheco: “La realidad es que no hemos ocultado nada, sino que hemos dedicado mayor énfasis a los que considerábamos más importante para llegar a la conciencia del pueblo y del electorado que nos ha votado”. 

De chabolas a desalojos. La vida sigue igual

¿No les recuerda a algo parecido a lo que ha conseguido, salvando la distancia de estos cuarenta años transcurridos, José María González ‘Kichi’ en Cádiz? El día 20 de marzo de 1979, a días de las primeras elecciones municipales de la restauración democrática, La Voz del Sur titulaba: “Arde otra chabola en la Cuesta de San Telmo. Cualquier día puede suceder algo grave”. Sí, hace 40 años había chabolas en Jerez y su paulatina erradicación no solventó los grandes males que arrastraba y sigue arrastrando el municipio. Ahora hay desahucios, impagos de hipotecas, comedores sociales atestados, pobreza infantil y energética. La candidata de Ganemos, Kika González, heredera de una larga tradición familiar de lucha vecinal y sindical que se comía las calles donde estaba el pueblo, ha recordado en esta pasada campaña de las municipales, como uno de los logros de su grupo municipal y de ella misma, haber paralizado una treintena de desalojos que afectan a algunas de las familias más desfavorecidas de Jerez. 

Como aquel joven Pacheco, la vivienda, el desempleo y, demasiadas veces, la miseria, siguen siendo los grandes males de la sociedad jerezana, una de las más empobrecidas de España a nivel económico y social, pero también de las más castigadas por la baja cualificación de sus más de 27.000 desempleados. Poco a poco, los indicadores han ido alterándose, pero el hecho de haber sido una tierra eminentemente agraria, jornalera y de terratenientes casi feudales —algo que se ha alargado hasta la primera década de 2000 con el megaboom del ladrillo—, no ha ayudado a recortar esa cifra, como tampoco el hecho de que desde finales de los 80 no hubiera un plan de emergencia nacional para paliar los efectos de la industrialización y desmantelamiento del sector bodeguero, que suprimió decenas de miles de empleos directos e indirectos. Las bodegas jerezanas aportaban a principios del siglo XIX el 20% de las exportaciones a la cuenta nacional. Luego, todo eso se derrumbó. Y con la demolición de ese ecosistema donde unos ganaban mucho y muchos ganaban muy poco, la depresión y el paro estructural que sufrimos.

¿Quién ha hipotecado mi Ayuntamiento?

Mucho de esto se habla en uno de los documentales que Ganemos, tras la arrolladora entrada en 2015 con cinco concejales en la Corporación municipal y un diputado en la institución provincial, ha encargado en este mandato, ¿Quién ha hipotecado mi Ayuntamiento? No sabemos si ha merecido realmente la pena ahondar en lo que ya se sabía a costa de invertir tiempo y 40.000 euros de dinero público en el mencionado documental. Y no es una cuestión de inversión económica, ni debería leerse esto como crítica a ese gasto, pues precisamente la labor en estos asuntos de Ganemos ha sido ejemplar: ha devuelto un sobrante de las asignaciones municipales, por primera vez en la historia municipal, y su candidata ha ido donando parte del salario que percibía en Diputación, también algo insólito a nivel local. Pero aludiendo al mencionado documental, como algo simbólico del devenir del proyecto político, es que, visto los resultados del pasado 26M, este tipo de acciones, salvo para regocijo de la tribu ganemita, parecen no haber calado en “la conciencia del pueblo”. Porque la conciencia del pueblo, aunque eso que llaman superioridad moral de la izquierda piense lo contrario, no es tonta.

Nunca sabremos qué habría ocurrido si Kika González hubiese gobernado cuando tuvo ocasión hace un par de año, y, en lugar de estar ella misma haciendo de activista para-desahucios, hubiese exigido, como responsable política, a muchos de los empleados públicos gestión y celeridad para poner fin a esta lacra. ¿Tendríamos ya tasas contra pisos vacíos en manos de los bancos? ¿Y si Ganemos hubiese gobernado y al fin se hubiesen reforzado las plantillas de Bienestar Social? ¿Y la Cultura, qué habría sido de la Cultura, si desde la oposición recuperaron muchos de los proyectos antiguos que el PP erradicó, los llevaron a algunas barriadas, e incluso pusieron en marcha nuevas iniciativas como un festival de músicas del mundo? Nunca sabremos por qué se decidió invertir tiempo y recursos —como en unos profusos diagnósticos pagados a la UCA con conclusiones más que sabidas— en los males conocidos, y no en exigir, por ejemplo, que concluyeran y se expusieran abiertos a todos los trabajos de la auditoría pública de la deuda municipal —y pelear esa quita que defendían que había que pelear por deuda ilegítima—, o en hacer público el documento íntegro sobre la gestión de bienes inmuebles del Ayuntamiento cedidos durante años en precarias o directamente irregulares condiciones, para devolverlos a quienes sí den uso regulado y con fines sociales.

Nunca sabremos por qué Ganemos fue abandonando poco a poco la calle (llamativa fue la foto de un encuentro semidesierto hace un par de años en Torresoto), en comparación con aquella ilusionante foto en la calle Doña Blanca, atestada de esperanza. No sabremos por qué pasó de exigir urnas para votar la investidura de Mamen Sánchez en 2015 a parecer renunciar —salvo para lo interno— a ese sano asamblearismo que hasta Pacheco en 1979 propugnaba: “No solo voy a practicar una política de puertas abiertas, sino que voy a exigir una participación del pueblo en las tareas y problemas municipales”. 

Lo simbólico y el futuro

Paro, vivienda, enseñanza y urbanismo, problemas fundamentales en Jerez. Como era antes y como es ahora. Lo bueno de Ganemos es que sus cuentas y su gestión han sido transparentes y en su web puede consultarse todo lo invertido y gestionado—no se actualizan esos datos desde el año pasado, eso sí—. Y quizás haya quien piense que en ese pecado va la penitencia, o que al ocupar las instituciones es inevitable desconectar con la calle, por mucho que se intente. En la agrupación municipalista, tan necesaria, tan útil todavía, hay gente corriente haciendo cosas extraordinarias. Eso proclaman y es cierto.

Como también hay gente así en Adelante Jerez (IU o Podemos), y como también la hay que no se ha movilizado para votar a ninguna de estas dos opciones porque no han querido (da igual quién fue primero) o no han sido capaces de entenderse y confluir en unas municipales cuyos resultados, sin duda, habrían sido cualitativa y cuantitativamente diferentes a los que han sido. Para entender todo este desapego, solo hay que pensar que, mientras Mamen Sánchez y el PSOE abrían y cerraban campaña electoral en barrios humildes y populares como San Benito y Vallesequillo, y paseaban a Pedro Sánchez por Princi-Jerez, las izquierdas mantenían sus actos endogámicos en espacios cerrados o en lugares de un simbolismo de otro tiempo, como Santo Domingo o la Rotonda de los Casinos.

Unos resultados del 26M en los que, incomprensiblemente, Vox sacó casi el doble de votos que Ganemos Jerez en mesas electorales como las de la Estancia Barrera, una deprimida barriada de pisos sociales en la corona del Distrito Sur con el centro de la que Pacheco sacó los barracones en los 90, pero de la que un veneno llamado exclusión ha podido con todo, hasta con quienes venían a salvarnos de eso. Con la mitad de la población quedándose en casa sin ir a votar a sus candidatos a la alcaldía el pasado 26M, es justo empezar desde ya a tejer un proyecto común e ilusionante por la izquierda. No valen más lamentaciones que las necesarias y, sobre todo, no sirven ya los paños calientes de la estadística. Hoy es siempre todavía para alcanzar ese Jerez soñado, esa ciudad futura que nos invitaron a imaginar porque así sería posible transformarla.

La izquierda debería acabar con ese discurso del jugamos como nunca, perdimos como siempre, respirar hondo, arremangarse y empezar desde ya, partido a partido, a corregir errores, apretar las filas y remar juntos hacia una alternativa transversal —sin dejar a nadie atrás, ni minusvalorar ninguna posición— que no solo sea creíble, sino que cale y entusiasme donde tiene que calar y entusiasmar. Si se vuelve a las plazas, a las barriadas y a escuchar a todo el mundo, no solo al que dice lo buenos que somos, se acabará ganando. Ganemos, un fenómeno emanado del 15M y de Podemos tras la quiebra social del crack de 2008, debe volver a ser Ganamos, algo que identifique progresivamente a una gran mayoría social de la ciudad, donde todos participen y tengan algo que ganar. Hay que convencer al indiferente a que tome partido y atraer a los que tienen más cosas que nos unen que las que nos separan. Hay que lograr, como reclamaba Gramsci, que el pesimismo de la razón no pueda con el optimismo de la voluntad.

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