No hay flan para tanto chorizo

La surrealista foto de la mujer con el carro atestado de lácteos en un Mercadona cualquiera es fruto del bombardeo de una guerra que libramos en la retaguardia

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Un carro atestado de flanes y lácteos en un Mercadona, en una imagen que se ha viralizado por Twitter.
Un carro atestado de flanes y lácteos en un Mercadona, en una imagen que se ha viralizado por Twitter.

Hay tanto flan en el carro de la foto que, una de dos, o son para una donación a un Banco de Alimentos, o la familia a la que llegue semejante remesa tiene tantos miembros como la de los Ruiz-Mateos. No hay tapa en la que rece ‘consumir preferentemente’ que soporte tanto despilfarro. La foto se ha hecho viral y con razón. Nos decían que saldríamos mejores de la pandemia. Ja. Era el mantra de hace dos años, pero a las pruebas nos remitimos. Ni una pizca de conciencia, de solidaridad y, por encima de todo, de sentido común.

La foto, eso sí, no es actual. Es de marzo de 2020, tras estallar la pandemia. Aunque sigue sucediendo exactamente igual. Un reponedor de Mercadona me decía el otro día que el problema no es el desabastecimiento sino todo aquel que llena el carro con todo aquello que no va a necesitar. O el que va a una gasolinera y pilla seis bombonas dejando desabastecido al que llega más tarde. O el que no se cansa de ganar dividendos a costa de romper la cadena por el eslabón más frágil. Así nos va.

Si el país se unió para salir juntos de la pandemia, los políticos se encargaron de seguir ahondando la división, cavando una trinchera infinita para ir al tiroteo en cuanto escampase (o durante). Pero ojo, tuiteros, no disparen a la señora de esa foto. Ella no tiene culpa de que caigamos —los medios de comunicación los primeros— en las minas antipersona de pulsar el botón del pánico sin más miramientos o de revolcarnos como cochinos en el charco de la tragedia. O en esa creciente división que nos arrastra hacia una sociedad tan individualista como caníbal. Todo retransmitido en streaming

Todos los medios arrasaron en visitas y audiencia en marzo de hace dos años, cuando se desató esa pandemia que ahora algunos ya miran casi con condescendencia. Nos dijeron que saldríamos mejores, que nadie se quedaría atrás, pero se siguen ejecutando desahucios, los niños y ancianos pasan frío por el terror diurno y nocturno a la factura de las eléctricas, y el desabastecimiento deja a los bancos de alimentos sin recursos para quienes realmente más lo necesitan.

Para colmo, la surrealista foto de la mujer con el carro atestado de lácteos en un Mercadona cualquiera no es nueva, pero lo terrible es que a nadie extrañaría que podría serlo. Se ha difundido de nuevo en Twitter, y se ha vuelto a viralizar, contextualizándola a raíz del paro en el transporte. Una foto que se sigue reproduciendo en la actualidad y que es fruto del bombardeo de una guerra que libramos en la retaguardia, como se libran las guerras en el mundo desarrollado del tercer milenio —hasta nueva orden—. Una guerra soterrada de eso que llaman turbocapitalismo —el final de un sistema— en la que las agresiones mentales diarias que sufrimos a diestra y siniestra son a veces más letales y agónicas que las físicas, solo que también más lentas y desesperantes. La mujer lleva el carro hasta las trancas de lácteos porque probablemente sabe que si algo no va a faltar en este país, por mucho que arrecie la tormenta perfecta, son chorizos. Y que conste que estos no están solo apoltronados en despachos oficiales y parlamentos.

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