El PP andaluz no quiere que Jerez sea 'CaPPital'

El presidente Moreno, que ha tachado de su agenda a la quinta ciudad andaluza en población, defiende la candidatura de Granada a la Capitalidad Europea de la Cultura, sueño al que también aspira Jerez. La exalcaldesa Pelayo, en cambio, preguntaba en el Congreso por el apoyo del Gobierno al proyecto jerezano

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Estrella Morente y Juan Manuel Moreno, este pasado martes en La Alhambra de Granada. FOTO: JUNTA
Estrella Morente y Juan Manuel Moreno, este pasado martes en La Alhambra de Granada. FOTO: JUNTA

El portavoz del principal partido de la oposición en el Ayuntamiento de Jerez, Antonio Saldaña, basó el eje de su campaña a la Alcaldía hace poco más de un año en la idea fuerza de que si llegaba a gobernar la ciudad, “y con Juanma Moreno al frente de la Junta”, Jerez "sería CaPPital", en un juego de palabras que no sentó nada bien a sectores de su partido. El localismo exacerbado antes del covid no vendía demasiado ante la opinión pública, y en una provincia tan susceptible y miope con las cuestiones territoriales (así le va), menos.

El caso es que la socialista Mamen Sanchez revalidó el cargo con mayor fuerza en el pleno y, curiosamente, uno de los proyectos estrella de su programa era la apuesta por tantear el reto de intentar hacer de Jerez la Capital Europea de la Ciltura en 2031, un terreno que Granada ya tenía bastante andado —incluso con la retirada de Sevilla de la puja— y que se vendió más como un camino que como un fin en sí mismo, siendo conscientes de que en realidad hay escasísimas opciones. Más de un año después, covid mediante, Jerez sigue pintando poco o nada para la Junta de Andalucia, más que como el eterno punch al que golpean los partidos a un lado y a otro del ring político para sus propios intereses, siempre ajenos al de sus ciudadanos.

Juan Roig, todopoderoso dueño de Mercadona, llama a sus clientes los jefes porque sabe que sin ellos su imperio se desmorona. Si en la política se siguiera esa máxima distinto nos iría. El 80% de los españoles quieren que sus políticos se pongan de acuerdo alguna vez en algo. La mayoría de los políticos solo entienden la política como el mecanismo para garantizarse el poder (y demasiadas veces el sustento) bajo las siglas de sus partidos. El resto, ya tal. En sus tiempos, el alcalde Pedro Pacheco se cabreó con los organizadores de la Fórmula 1 porque no querían que el socialista Manuel Chaves subiera al podio tras una prueba..., y acabó subiendo "porque ese año pagó para celebrar la prueba". Pero también hubo otro año en el que acabó una etapa de la Vuelta en la Porvera y el entonces ministro socialista (ahora alcalde de Vigo) Abel Caballero quiso quitarle el protagonismo del podio al alcalde de la ciudad. Y Pacheco no se lo permitió, "porque aquella prueba la habían pagado los jerezanos y era su máximo representante el que debía estar allí".

La ciudad anda noqueada, sin nadie que la defienda realmente, y asiste atónita al poco edificante ejercicio de un gobierno que quiere pero a veces no puede, muchas veces con más corazón que cabeza, y a una oposición liderada por el PP que no solo no ha movido un dedo por convertir a Jerez en capital (un brindis al sol —peligro con los brindis— como otro cualquiera en la Toscana andaluza), ni en muchas otras cosas, sino que en el marco de sus responsabilidades políticas ni tan siquiera atiende a una simple reunión. Mientras Moreno defiende públicamente la candidatura de Granada, rechaza una y otra vez las peticiones de reunión que le ha pedido en este año y medio la alcaldesa de la quinta ciudad andaluza en población, con apenas un puñado de miles de habitantes menos que Granada, por cierto. Y a la que se niega no ya a visitar, sino simplemente a recibir en su despacho. Ni una triste escultura para una rotonda de homenaje a la lucha contra el covid le ha regalado Moreno a una ciudad que tiene esquinada en su mapa de vetos por color político.

El feo a más de 212.000 habitantes de la primera autoridad de la comunidad autonómica es terrible. Pero la cuestión no es la Capitalidad o que nos hayamos acostumbrados a que los partidos solo exijan a las administraciones cuando son gobernadas por sus adversarios políticos, la cuestión es que la ciudad merece un gobierno del máximo nivel, pero también una oposición que esté a la altura de las circunstancias. En este asunto de la trillada Capitalidad, lo primero que debería hacer el PP es unificar el mensaje, pues no tiene sentido que la diputada por Cadiz y ex alcaldesa María José García-Pelayo preguntara recientemente en el Congreso por el apoyo que dará el Gobierno de Pedro Sánchez al proyecto de Jerez, Capital Europea de la Cultura, y ahora Moreno diga que apoya la candidatura de Granada.

¿Se puede soplar y sorber al mismo tiempo? Parece imposible, aunque muchos políticos jueguen al trile haciéndonos creer una cosa y la contraria todo el tiempo, demostrando en este caso que les importa Jerez tanto como son capaces de quemar la hierba a su paso con tal de recuperar las tierras. A nivel nacional, sucede igual, aparentando Pablo Casado querer un consenso con el Gobierno con una mano, mientras con la otra tratan de medrar con sus socios en Europa para cortar los suministros para salir del agujero de la pandemia. El día que los partidos se den cuenta de que construir no beneficia y engorda al adversario, sino a su razón de ser y a su credibilidad política futura, les irá (y nos irá) mucho mejor. Otra cosa no debería de ser la manera, y no deberíamos permitirlo por más tiempo.

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