Colores políticos

Una ministra en funciones y un presidente autonómico instan a votar a los alcaldables de sus respectivos partidos para que a los ciudadanos les vaya mejor. Las siglas por delante de las instituciones públicas, otra de las perversiones democráticas que asumimos

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Antonio Saldaña, Juanma Moreno y Antonio Sanz, antes de acceder al Real de la Feria del Caballo, en una imagen de archivo. FOTO: MANU GARCÍA
Antonio Saldaña, Juanma Moreno y Antonio Sanz, antes de acceder al Real de la Feria del Caballo, en una imagen de archivo. FOTO: MANU GARCÍA

Tanto hablar de Rubalcaba como hombre de Estado que anteponía el interés común al particular y ya se ha pasado la fiebre, el duelo y los propósitos de enmienda. Es lo que tiene esta era: lo que hoy es trending topic viral, mañana es el más cruel de los olvidos. No sea que nos dé por ser consecuentes. Asumir que las cosas son así no debería servir de coartada para resignarnos a que no puedan ser de otra manera. Antes había cosas que se ocultaban, que se intuían, pero que se disimulaban como buenamente se podía. Ya no. La política actual que se abre paso a machete en la jungla de las redes sociales basa mayoritariamente sus argumentos en un infantilismo que solo berrea para llamar la atención.

Una ministra en funciones y un presidente de una comunidad autónoma, ambos representantes de un bipartidismo que no solo se resiste a perecer, sino que insiste en imponer sus perversos modos y maneras de retener el dinero y el poder, han reconocido abiertamente, entre los efluvios de la Feria del Caballo, que a los administrados de las instituciones públicas que administran les irá mejor si eligen a los representantes de sus partidos en las elecciones municipales del próximo 26 de mayo. Y se han quedado tan panchos como el candidato que promete empleo y limpieza sin especificar cómo lo hará.

Tanto María Jesús Montero, ministra de Hacienda en funciones, como Juanma Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, han manifestado sin tapujos que votar a la alcaldable del PSOE o al alcaldable del PP el próximo 26M en Jerez será la forma de que Gobierno central o Gobierno andaluz ayuden de alguna manera a la ciudad de Jerez. Esa ayuda, por cierto, que tantas veces en el pasado se prometió y se negó por unos y por otros. Ninguno de los dos especificó que venía en visita orgánica, ambos incluso alardearon de haberse dejado caer por la Feria luciendo el poderío que brindan los suculentos y deslumbrantes cargos públicos de máximo nivel. ¿No se supone que desde esos despachos se debe gestionar el bien común, los recursos de todos, sin importar criterios partidistas, estrategias electoralistas? No somos tan ingenuos como para pensar que alguna vez fue de otra manera, pero al menos, en las declaraciones públicas, siempre se trataba de enmascarar la certeza de una realidad tan siniestra. Habrá mucha corrección política, pero en política cada vez hay más incorrección.

María Jesús Montero, junto a la alcaldesa Mamen Sánchez y otros miembros de la ejecutiva local socialista. FOTO: MANU GARCÍA

“La mejor garantía para que los ciudadanos sepan que los compromisos se van a convertir en realidad es que el Ayuntamiento de Jerez comparta color político, para que haya una correa de transmisión y todos rememos en el mismo sentido, con los jerezanos como centro de nuestra acción política”, aseveró Montero. A lo que Moreno corroboró: “Para seguir apuntalando servicios públicos esenciales, bajar impuestos y seguir mejorando la calidad de vida de los ciudadanos, necesitamos de grandes aliados en el Gobierno andaluz, y necesitamos la Alcaldía de Jerez, con un alcalde que sintonice y entienda nuestras políticas, que acompase las reformas que queremos a hacer en el Gobierno andaluz con el de Jerez". No entren a discutir el envoltorio de ambas frases, quédense solo con el mensaje de fondo.

Nos hemos acostumbrado, o resignado, a que los políticos coloquen a los suyos cuando llegan al poder; a que hagan y deshagan a su antojo; a que rieguen a los medios de comunicacion con publicidad institucional en función de si les tratan bien o mal; a que concedan entrevistas, o no, si el medio que la pide mantiene una línea afín o no (que tiene que ver con el punto anterior); y nos hemos acostumbrado, por bajar a la política local, a que unas y otras administraciones públicas nieguen el pan y la sal a los ayuntamientos donde el color político no coincide o apoyen a los que defienden sus mismas siglas o representan, por lo que sea, otros intereses hasta no hace tanto tamizados.

Nos hemos acostumbrado, en fin, a tener a personas al mando que se ocupan de asuntos privados, sean empresas con puertas giratorias o partidos políticos —tanto montan—, en lugares públicos. Porque al PP lo que especialmente le dolió del 28A no fue tanto el estrépito de la derrota electoral sin paliativos, la pérdida de confianza de sus clientes, como la quiebra de un negocio que hasta hace no tanto era próspero. Y al PSOE de Madrid, pensando en clave andaluza, no le mueve tanto esa ayuda necesaria a una ciudad tan castigada como Jerez, otrora uno de los grandes núcleos industriales del país, como una estrategia orgánica para controlar los territorios ante una posible defenestración de Susana Díaz, archienemiga de Pedro Sánchez, como lideresa autonómica. Como ven, nada que pueda resolver a corto plazo los grandes males de la sociedad, ni que se interese verdaderamente por las cosas de comer de la gente corriente.

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