Angelita que estás en los cielos

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Tres viejos columpios en la casa ya deshabitada que fue hogar de Angelita.
Tres viejos columpios en la casa ya deshabitada que fue hogar de Angelita.

Ha muerto Angelita. Ángeles como su madre, fue por siempre Angelita. Una mujer pequeñita y sonriente, con un brillo en la mirada que tenía la curiosa habilidad de preguntar con prudencia, escuchar con atención, y alegrarse por lo bueno que le contabas y te pasaba. Conocí a Angelita sin darme cuenta, la entendí de mi familia porque en los patios de vecinos antiguos casi todo el mundo lo era. Yo pasaba largas tardes de calurosos veranos en aquel corredor suyo, fresco por la sombra de todo el día, sentado en los escalones que bajaban hacia el hogar que habitaba junto a su madre. Todo lleno de plantas y olor a buenos alimentos.

Tenían picón para calentarse, carbón para cocinar (eran familia de carboneros), un barreño de zinc como placa de ducha, y como entretenimiento, aparte de aquel nieto de María en las tardes estivales, una pequeña televisión y una pila de revistas del corazón donde buceaba en lo que en esa época se llamaban los ecos de sociedad. Les contaba chistes, les contaba chismes infantiles inventados, me rebuscaban viejos enseres para vender en mi tenderete del rastrillo de la Alameda Vieja, y una vez me dio por hacer un pequeño periódico con dibujos remedando fotos y columnas torcidas en folios doblados que resumían la actividad semanal de aquella casa. Ellas por supuesto aparecían en primera plana. Todo eran obviamente titulares ficticios, tremendamente exagerados, y con alguna visita ilustre al patio para contemplar su jazmín y su araucaria.

Dice mi tío que Angelita fue mi primera lectora. Lo que sí recuerdo con nitidez es que fue de esas primeras personas que siempre creyó en los sueños de uno, aun sin decírmelo. Notabas que sentía una íntima satisfacción si progresabas en el colegio o le presentabas cualquier alarde de creatividad, por pueril que fuese. Andando el tiempo, cuando te volvía a ver siempre notabas que se alegraba de verdad y, aunque quizás la procesión fuese por dentro, no puedo recordarla por más que lo intento con un mal día, de mal humor o con un mal gesto. Se fue de mi vida como llegó, pero siempre la he recordado con la ternura que tantos años nos regaló.

Angelita solo salió una vez en La Voz del Sur, el periódico de la época. La Caja de Ahorros había hecho un sorteo y a ella le tocó un coche. Como no tenía carné ni muchas ganas de aprender a conducir, lo cambió por un cheque en metálico. Fue de los momentos en los que probablemente más feliz y afortunada se sintió en su vida. Apareció con su cheque en la foto del periódico, sonriente una vez más. Hoy yo quería que Angelita apareciera otra vez en La Voz del Sur, un periódico muy diferente a aquel, y quería recordarla en la hora de su muerte. Ha fallecido a los 79 años, mi abuela leyó el otro día la esquela en el Diario. Seguro que se fue tranquila y con esa sonrisa amplia y generosa, sabiendo que su papel aquí ya estaba más que cumplido.

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