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Manuel Herrero, presidente de Attac Jerez

Un día fantástico, de esos en que la primavera anuncia su llegada con fuerza, un sol que apabulla, que saca colores y atiborra calles y terrazas, un perfume de azahar que embriaga, la manida explosión de colores y verdes de nuestros parques y terrazas y de pronto una pared de un horrible rojo sangre que te impide pasear y disfrutar de las calles tranquilamente.

Si alguien hubiera convocado un premio para afear nuestras calles sin duda que el premio mayor, en solitario, se lo hubiese llevado la Unión de Hermandades de Jerez (aunque con grandes competidores como las estatuas de las rotondas o las de recientes de nuestras calles y plazas), pero incluso ante ellas, no hay una cosa que afee más nuestra ciudad que esos mamotretos de ese insufrible color que encajonan los paseos e impiden la visión en cualquier dirección. Parecen barreras de plazas de toros en medio de nuestras aceras.

Esta crítica será respondida de inmediato por el talibanismo cofradiero, dirán que  la Semana Santa es un acto confesional y tradicional, que si es un importante evento económico para la ciudad y otras muchas justificaciones que no tratarán el asunto en sí, los palcos, sino que en un victimismo ya manido intentarán mostrar a quien critica cualquier aspecto de esa celebración como un personaje siniestro, quemaconventos y enemigo violento de la Semana Santa.

Pero lo que se critica no es la Semana Santa, no, se critican dos cosas. Una, el afeamiento de la ciudad durante muchas semanas, afeamiento evitable, ya que con tan solo volver al sistema tradicional en Jerez, las sillas plegables, se evitaría, y eso no supondría ni un coste añadido ni una disminución del beneficio económico que suponen los palcos ni un perjuicio para los usuarios de los palcos.

En primer lugar, la instalación de los palcos no supone no manipular las sillas, es un trabajo añadido, las sillas se recogen cuando terminan los pasos, por tanto es un coste añadido más, no instalarlos solo supondría un ahorro económico, y cualquiera sabe que nuestra ciudad está necesitada de ahorros, sean estos los que sean.

Los palcos además crean ciudadanos de primera y de segunda, unos pueden ver los pasos sin problemas y otros, los que no pueden pagarlos no pueden ver las procesiones desde donde están instalados (que por cierto son los mejores sitios de la carrera oficial), porque una barrera de dos metros de altura se lo impide.

Los usuarios de las sillas no perderían visión si se quitaran los palcos, los pasos son lo suficientemente altos para ser vistos incluso desde detrás de diez filas de sillas.

Ese sistema cuenta además con otros beneficios, los palcos obstaculizan gravemente la libre circulación de presonas y vehículos durante la celebración de las procesiones. En caso de algún altercado o accidente, recordemos lo pasado no hace mucho en Sevilla: la imposibilidad de un desalojo rápido o la dificultad de acceso de los servicios de emergencia podrían poner en riesgo la seguridad y la integridad de muchas personas.

Pero lo otro que se critica es lo más preocupante, la gestión, todos sabemos que los palcos se instalan con dinero de los ciudadanos, ahora lo han maquillado con un infumable convenio de dudosa legalidad, pero la recaudación la hace la Unión de Hermandades.

¿Alguien sabe dónde se publica el reparto de esos beneficios? ¿Se han publicado alguna vez?

El coste de las procesiones es soportado por los hermanos de las cofradías, ojo, los hermanos, no sus juntas de gobierno ni ninguna institución pública o privada, con sus aportaciones personales y las actividades que realizan, ingresos que además de servir para mantener los pasos, organizar las procesiones y sus instalaciones, incluso les da para contribuir a la caridad para con sus convecinos. Las hermandades, sus hermanos, son los verdaderos promotores de ese evento que tanto genera en favor de la economía local, la pregunta entonces es: ¿Reciben los beneficios de la gestión de los palcos?, ¿cómo se reparten?, ¿con qué criterio?, ¿lo conocen ellos? y la más importante, ¿la conocemos los ciudadanos, que somos los que soportamos con nuestros impuestos todo el montaje que rodea la Semana Santa incluidos los palcos?

Toda esta gestión puede ser loable o no, necesaria o no, inmutable o no, tradicional o sencillamente algo que sirva como dicen los antiguos “para aparentar”, lo que sin duda no es es TRANSPARENTE.

Y en una sociedad donde no hay transparencia pasa lo que nos está pasando en estos momentos, nos enteramos a toro pasado de que se contratan eventos para favorecer a donantes del partido de quien los contrata, se pagan comisiones por acceder a contratos públicos, se dan subvenciones que terminan en bolsillos privados, en fin, una sociedad que permite esas actuaciones es una sociedad condenada a tener gobernantes corruptos e instituciones de dudoso funcionamiento democrático.

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