El pasado sábado, día 30 de mayo, se disputaba en el estadio Camp Nou la Final de la Copa del Rey entre los equipos del Athletic Club de Bilbao y el F.C. Barcelona. Era un acontecimiento esperado entre las aficiones de los dos equipos protagonistas, y en general, por todas las personas que disfrutan viendo buen fútbol. Pero fuera del terreno de lo deportivo, se esperaba con ansia la previa del partido, por la polémica pitada al Himno de España. Y así fue, minutos antes de dar comienzo la Final, y con las autoridades en el palco, entre ellas el rey Felipe VI, una gran mayoría formada por las dos aficiones dio una monumental pitada al Himno. Seguramente, haya quien se indigne por esos pitidos y no sepa siquiera de dónde viene ese himno. Hagamos un poco de historia:

La Marcha Real ha sido el himno de España desde el siglo XVIII, con la excepción del Trienio Liberal (1820-23), la Primera República (1873-74) y la Segunda República (1931-39), en cuyos periodos se adoptó el Himno de Riego. El dictador Francisco Franco, jefe de Estado golpista (1939-75), restableció la oficialidad de la Marcha Real durante la Guerra Civil, la cual se ha extendido hasta nuestros días. 

Puede que mucha gente que condena enérgicamente esa pitada al himno e incluso reclaman sanciones severas contra los dos clubes y sus aficiones, hace cosa de unos meses, se daba golpes en el pecho en defensa de la Libertad de Expresión, a favor de la revista satírica 'Charlie Hebdo'. Así somos de hipócritas los españoles algunas veces. Y es que, a más de uno le sale el patriota que lleva dentro cuando algunos vascos y catalanes pitan al himno nacional, pero sin embargo, ese patriotismo no se indigna tanto cuando en ciertas gradas de estadios españoles ondean banderas nazis y franquistas. 

Este mes se cumplirá un año desde que España tiene cuatro personas reconocidas jurídicamente como reyes. Se desconocen cuáles son exactamente sus patrimonios e ingresos personales, además de un largo etcétera de despropósitos antidemocráticos. Pero lo que indigna a ciertos sectores de la población española es la dichosa pitada. Ya ven.

Escribo y firmo este breve artículo -aún a riesgo de que algunos me puedan poner como un trapo- porque creo en la libertad de expresión con todas sus consecuencias. Tenemos que ser coherentes y defenderla la use quién la use, nos guste o no. Creo que fue Voltaire quien dijo aquello de: ‘No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo’. Pues eso. 

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