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¿La restricción de libertades es necesaria para contener la amenaza terrorista? 

En el año 2007 la periodista canadiense Naomi Klein publicó un libro titulado La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, donde planteaba que las políticas económicas de corte neoliberal propugnadas por la Escuela de Economía de Chicago, cuyo máximo representante fue el Premio Nobel Milton Friedman, se han ido imponiendo a la población de distintos países a partir de acontecimientos que impactaron psicológicamente en dichas sociedades. Estos acontecimientos habrían creado tal conmoción y confusión que permitieron a distintos gobiernos imponer medidas impopulares a la población, bien en materia económica, o bien en materia de libertades y derechos civiles.

El ejemplo más paradigmático serían los atentados del 11-S en Estados Unidos, tras los cuales vinieron las guerras de Afganistán e Irak, y una serie de medidas contraterroristas plasmadas en la llamada Patriot Act (Ley Patriota), criticada por la restricción de libertades y garantías constitucionales que ha supuesto para los estadounidenses y el resto de ciudadanos del mundo. En el plano económico, el presidente George W. Bush aprovechó para realizar un recorte de impuestos que benefició ampliamente a las clases altas en detrimento de las medias y bajas. Más tarde vendría el crack financiero de 2008.

La situación que se vive en Francia estos días recuerda en buena medida lo ocurrido en Estados Unidos la década anterior. La conmoción consecuencia de los atentados de París parece servir de coartada para una serie de recortes en materia de libertades, y de justificación para bombardear Siria e Irak. “Francia está en guerra”, se ha dicho.

Permítanme la pedantería de citar a Tucídides. El historiador ateniense decía que los hombres van a la guerra por honor, por temor o por interés. Las élites políticas y militares francesas parecen que quieran ir a la guerra por vengar el honor mancillado, el pueblo francés por temor, recuerden la doctrina del shock, y el presidente Hollande por mero interés electoral.

Pero, ¿la restricción de libertades es necesaria para contener la amenaza terrorista? En la España de 2004, tras el 11-M, se incrementaron los recursos antiterroristas especializados en el terrorismo yihadista, pero no se promulgaron leyes restrictivas de la libertad individual ni se planteó reformar la Constitución para ello. Hasta hoy ha dado buenos resultados en términos de la lucha antiterrorista.

Además, la guerra contra el Estado Islámico no puede ser una guerra convencional. Bombardear sin más sólo producirá daños a la población civil de los territorios que ocupa. Ya lo comentamos la semana pasada, hay que atacar sus fuentes de financiación, el petróleo que venden a alguien que se calla en el mundo, truncar su ascendente campaña de terror en los medios, poner en marcha una verdadera política de paz en la región que incluya una solución para el pueblo palestino y el pueblo kurdo, entre otros.

El final de esta “guerra”, o es la destrucción total del enemigo, o no hay tal final. El ISIS no es un Estado con el que puedas sentarte a negociar un tratado de paz o un mero alto el fuego. El resultado no va a ser otro que un “golpearse mutuamente”.

Y sí. Aunque la parte mayor corresponde a los que hacen estallar bombas y disparan sus armas de fuego, tenemos parte de culpa de esto en occidente. Aunque no es de ahora. Tiene que ver con la mala política seguida fundamentalmente por el  imperio británico en oriente próximo desde el final de la Primera Guerra Mundial, continuada luego por los Estados Unidos. Y sí. Se podían haber hecho mejor las cosas.

En el final del documental basado en su libro (disponible en Internet), la propia Naomi Klein plantea que: “si queremos políticas contra la crisis que hagan de este mundo un sitio más sano, justo y pacífico tendremos que salir ahí fuera y obligarlos”. Aplíquese a la actual crisis de seguridad.

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