El juez Serrano, en el Parlamento andaluz. FOTO: Vox
El juez Serrano, en el Parlamento andaluz. FOTO: Vox

Un artículo de Puño en Alto

La coherencia, sobre todo en tiempos convulsos, es un valor que no cotiza en Bolsa y si nos circunscribimos al plano estrictamente político, hace mucho tiempo que dejó de hacerlo. Mírese a cualquier nivel, ya sea estatal, autonómico o local y esta necesaria coherencia brilla de manera palmaria por su ausencia, de la misma manera que, en gran medida, la dignidad, honestidad y la honradez.

En los casos de transfuguismo, es en donde esta falta de coherencia, de dignidad, de honradez y honestidad se pone más de manifiesto, llegando a suponer una más que evidente corrupción política, en cuanto representa una corrupción de la voluntad de los electores.

Más allá de que se pueda amparar en una muy discutible legalidad, quien ostentando representación institucional por una determinada opción política, abandona esta por la razón que sea y continua ostentando dicha representación sin entregar su acta de diputado o concejal pervierte la voluntad popular, por mor de su falta de coherencia y honestidad.

Hay casos recientes que evidencian de manera paradigmática lo que afirmo, a buen seguro, con motivaciones muy distintas, aunque ambas muy reprochables desde el punto de vista ético y moral, valores que en modo alguno no han encontrado acomodo en el proceder de los protagonistas de los hechos.

El juez Serrano, asiduo visitante de Sanlúcar de Barrameda ya que tiene vivienda en esa localidad, abandona Vox sin entregar su acta como parlamentario andaluz tras señalado por la fiscalía en un presunto fraude en subvenciones por las ayudas de la Junta de Andalucía que recibió para una fabrica de pellets que nunca llegó a construirse. Mantiene su acta de diputado para seguir siendo aforado y disfrutar de las posibles ventajas procesales que le confiere esa condición. A un personaje como Serrano pedirle coherencia es como pedir peras al olmo, pero si es cierto que esta manera de proceder contrasta con las propuestas que su partido prometía durante la campaña electoral en lo referente a los aforamientos de los parlamentarios. A la hora de la verdad la coherencia se la pasa por el arco del triunfo.

Tras la inscripción de Anticapitalista de Andalucía como partido y su integración casi con nocturnidad y alevosía en Adelante Andalucía en plena pandemia, el único edil que tenía Podemos en Sanlúcar de Barrameda tras la debacle en las últimas elecciones municipales, ha anunciado que abandona Podemos para desde Anticapitalistas trabajar por Adelante Sanlúcar. Decisión que no ha completado con el abandono del acta de concejal muy probablemente para no perder ni la asignación municipal ni al funcionario de empleo al que reglamentariamente tiene derecho, haciendo del discurso de la necesaria regeneración política papel mojado y de la falta de coherencia política un atributo impropio de quien pretende abanderar la lucha por los más desfavorecidos. Lo curioso del caso, es que dice anteponer la lucha en la calle al trabajo en la institución municipal, pero se niega a entregar el acta de concejal a la organización política, que de manera legítima y muy lastimosa lo ganó electoralmente con el susodicho al frente de la candidatura de Podemos Sanlúcar. Las razones que justifica la decisión ya están dichas anteriormente.

Hay que recordar que en Sanlúcar de Barrameda, Juan Marín, después de llamar a las puertas de varias organizaciones políticas (PP, PSOE, PA) recibiendo noes, decidió formar un partido localista con el que estuvo gobernando junto al PSOE desde 2007 a 2015, prometiendo que en política no iba a estar más de 8 años. Posteriormente decidió disolver su partidillo, con no poca contestación interna, para integrarse en Ciudadanos de Albert Rivera, con la única intención de escalar en política y para continuar viviendo de la misma como ha sido. Marín al parecer ha creado de su falta de coherencia y escrúpulos escuela que algunos se aferran a seguir miméticamente.

Ya ven que son ejemplos dispares con motivaciones distintas, pero que evidencian la misma falta de coherencia en política de la que algunos llegados el caso hacen, demostrando que la ética, moral y honestidad no son atributos que les acompañen. Lo peor es que siempre encuentran los necesarios palmeros en lo personal o desde organizaciones amigas que miran para otro lado de forma complaciente admitiendo estos más que reprobables comportamientos.

Por último, si los protagonistas de los casos referidos o algunos de sus ocasionales palmeros no resisten caer en la tentación, por favor, no pretendan matar a este mensajero que tan solo trata de referir lo acontecido, y si lo ven necesario hagan valer sus actuaciones al respecto con argumentos, si los hubieren, y si no, su silencio será el argumento más elocuente de sus impropias e injustificadas maneras de proceder.

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