Julio Anguita, en un acto. FOTO: Wikimedia
Julio Anguita, en un acto. FOTO: Wikimedia
Soy de una generación para la cual Julio Anguita no es un compañero, sino un referente. Jamás lo conocí en persona, ni compartí reuniones, y cuando lideraba IU yo apenas era un niño. A Julio Anguita mi generación lo ha leído, escuchado, visto en youtube y pensado no como un compañero, sino como una especie de faro, como una herramienta que nos sirve para alumbrarnos en el camino, para no perdernos en las noches de penumbra. Nunca compartí organización política con él y en muchas cosas discrepaba, pero ha tenido la enorme habilidad de ser útil a todos y todas, en el pasado, en el presente y en el futuro. Anguita (no me atrevo a llamarlo Julio a secas) tenía dos características que, aunque pueda parecer extraño, son muy escasas en la izquierda: valentía y coherencia. Yo tampoco estoy sobrado de ninguna de ellas, no crean, por eso las admiro tanto. La valentía de Julio Anguita se desveló en muchos momentos. Cuando este país se deslumbraba por las mieles de la Unión Europea, y el neoliberalismo aún no tenía ni siquiera palabra para nombrarlo, Anguita fue de los pocos que se plantó para decir que Maastricht era la trampa mortal que luego resultó ser. Cuando en la izquierda reinó el posibilismo, la falta de ambición y el conformismo, Anguita describía los campos políticos con dos orillas que servían para no perderse. Cuando el 15M vino a cambiarlo todo y algunos miopes no veían que venía un tiempo nuevo, él se puso manos a la obra imaginando nuevos espacios, nuevas formas, nuevas herramientas. La valentía no es un don muy preciado en la política institucional. Él la transmitió siempre y, desde la distancia, mi generación veía que había que romper los límites de lo ya conocido y echar a volar la imaginación. El otro gran ingrediente del Julio Anguita que veíamos desde lejos esos jóvenes que nos ilusionamos hace una década era sin duda la coherencia. Reconozco que esto ya me lo contó mi padre. Recuerdo que me habló de un hombre que había sido un gran líder político y después había vuelto a dar clases como profesor. En aquellos tiempos era algo realmente extraordinario. Lo sigue siendo. Anguita no solo era un referente político, también lo era ético. Siempre transmitió la necesidad de mantenerse firme en las ideas, la importancia de los principios en un tiempo en el que todo se compra y se vende, también las personas, también los políticos. Anguita enseñaba la radicalidad de la coherencia. Decir y hacer. Hacer y decir. Inseparables. También a veces para decir que no, aunque duela, aunque cueste, aunque te haga creer que pierdes corto plazo. Se marchó Julio Anguita. Gracias por la luz que desprendiste. Esa luz llegó lejos, incluso a los que sin conocerte y sin compartir partido, te seguimos. Esa luz nos sirvió, nos sirve y nos servirá para caminar. Como la utopía de Galeano. Un fuerte abrazo a la familia, amigos y compañeros/as de Julio Anguita, especialmente a Izquierda Unida y al Partido Comunista de España.

José Ignacio es parlamentario andaluz por Adelante Andalucía.

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