Juicio abierto a Pemán o cómo la soberbia se atraganta

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Existe algo que la derecha, la más casposa y recalcitrante, nunca ha sido capaz de digerir. Se trata de la izquierda. 

Existe algo que la derecha, la más casposa y recalcitrante, nunca ha sido capaz de digerir. Se trata de la izquierda. Ya sé que hablar de izquierdas y de derechas parece no estar de moda. Pero este servidor empieza a ser viejo para dejar de llamar a las cosas por su nombre. Y la cosa no está para andarse con remilgos, ni florituras. Como decía, a la derecha siempre se le ha atragantado la izquierda. Y hasta cierto punto es natural. Al contrario también ocurre. El caso es que, desde que comenzara el presente mandato, empiezan a acumularse pruebas que invitan a pensar que la derecha jerezana ya ha identificado a esa izquierda en nuestro pleno municipal. Ojo, no trato con esto de atacar, ni infravalorar a nadie. El PSOE hace tiempo que apostó por buscar el centro del tablero político, Ciudadanos representa a una derecha más moderna y moderada que la que da sustento al PP y Ganemos se autodefine como una agrupación de electores de corte más ciudadanista, lo cual no impide que muchas de sus propuestas quepan en el traje de lo que consideramos la izquierda. Luego está claro que la izquierda, la de verdad, especialmente para la derecha, hoy es Izquierda Unida.

La prueba de esto que digo podemos encontrarla en los diferentes ataques vertidos contra IU desde el inicio del mandato, los primeros a raíz del mismo pleno de investidura. La reivindicativa camiseta de mi compañera Ana Fernández pareció no gustar demasiado a los voceros de la derecha jerezana. Eso, unido al hecho de que, en el ejercicio de su derecho, retirara la Biblia para prometer su cargo sobre la Constitución Española la convirtió en víctima de los primeros ataques. “Ha tirado la Biblia”, decían algunos. “No ha sido capaz de respetar a los católicos”, decían otros. Cuando lo único cierto es que ni tiró la Biblia, ni faltó al respeto de nadie. Más bien al contrario. Quien quiso jurar su cargo sobre la Biblia así lo hizo. Ni ella, ni éste que escribe hicimos ninguna objeción al respecto, aunque bien que podríamos haber recordado que los plenos no son sitio para símbolos religiosos. No lo hicimos. Eso sí, cuando llegó nuestro turno, nos encargamos de que la Biblia no estuviera presente cuando éramos nosotros los que prometíamos nuestro cargo. Es lo mínimo que se puede pedir en un país aconfesional. Y no sólo no se nos respetó sino que tuvimos que aguantar desplantes de más de un concejal del PP, además de un rosario de ataques a través de las redes sociales y algún medio de comunicación cavernario.

La cuestión se repitió en el primer pleno ordinario. La dimisión de un concejal del PP hizo que su sustituta tuviese que prometer entonces su nuevo cargo. También entonces respetamos que jurase frente a un crucifijo colocado al efecto. Sin embargo, una vez realizado el juramento y viendo que nadie retiraba ese crucifijo, nos vimos obligados a recordar que el salón de plenos no es sitio para exhibir simbología religiosa y pedimos que se retirara. Quienes me conocéis, sabéis que soy sumamente respetuoso con las creencias de los demás. Tengo familiares y amigos creyentes y católicos y jamás se me ocurriría faltarles al respeto, a ellos ni a nadie, por sus creencias. Pero entenderán que el pleno de un Ayuntamiento no es el sitio más apropiado para exhibir un crucifijo. Por respeto al resto de creencias religiosas y la ausencia de las mismas.

Después está el tema Pemán. Sin entrar en mayores consideraciones, parece haber quedado demostrado que Pemán es una figura controvertida que no genera el menor consenso entre los jerezanos. Más bien al contrario, en torno a él existe una importante división que dificulta la necesaria reconciliación. Luego, siendo así, cabe preguntarse por qué el anterior gobierno local, entonces del PP, colocó su busto en el hall del Teatro Villamarta, para colmo de provocación el mismo día que se conmemora el nacimiento de la Constitución Española. Nadie lo hizo. O, por ser exactos, no lo hicieron los medios de comunicación locales, alguno de los cuales celebró su colocación mientras hacía oídos sordos a una manifestación de la Plataforma de Parados que tenía lugar a escasos metros y a las voces críticas de la Plataforma por la Memoria Democrática, constituida a raíz de la evidente provocación.

Semanas después ocurrió algo parecido. Después de que el pleno aprobase, de forma democrática, la retirada del busto, se han lanzado a la cruzada de condenar a quienes, de una forma u otra, lo hemos hecho posible. Y se permiten el lujo de decir eso de que hay cosas más importantes que retirar el busto o el crucifijo mientras regalan sus portadas a esas cuestiones y silencian propuestas tales como la presentada por IU contra los desahucios, que digo yo que también era más merecedora de sus portadas. Como si el pleno en cuestión no hubiera tenido otros puntos de debate -se extendió más allá de las siete horas y media-, como si todo hubiera sido el busto y el crucifijo -que para colmo fue una simple cuestión de orden que no nos ocupó más de dos minutos-, como si no hubiéramos hablado de empleo, de vivienda y de otras muchas cuestiones. La derecha ha elegido al enemigo y está dispuesta a usar todas las armas a su alcance, incluidos los medios de comunicación.

Ahora le ha tocado el turno a mi compañera Ana Fernández. La excusa es la denuncia que la familia de Pemán va a interponer contra ella por llamar “fascista, misógino y asesino” al escritor en el transcurso del pleno. Las reacciones no se han hecho esperar y, casi de inmediato, se ha abierto un juicio público contra mi compañera. El caso es que, si nos centramos en lo de asesino, que es donde puede haber un mínimo debate -lo de misógino y fascista no resiste la menor discusión-, cabe preguntarse si, como si denuncia la familia del escritor, mi compañera acusó conscientemente a su padre de un delito que éste no cometió o si lo que verdaderamente ocurre es que en este país nunca fueron juzgados los que, de un modo u otro, tomaron parte de forma activa en la represión franquista. Y quizá eso haya hecho que, a fuerza de tanto repetir el relato construido para edulcorar la figura del escritor, algunos hayan terminado creyéndoselo.

Por eso creo que, posiblemente alentada y animada por los sectores más conservadores de la ciudad, los descendientes de Pemán han cometido un error de bulto. No sólo porque alargando este debate están permitiendo que se airee entre la opinión pública el verdadero rostro del escritor, el del fascista, el del misógino, el de quien ostentando la presidencia de la Comisión de Cultura y Enseñanza, alentó la depuración “sin regateos de sacrificio y sangre” de aquellos profesores que no pensaban como él, profesores muchos de los cuales fueron despedidos, denigrados y hasta, en algunos casos resultaron tristemente desaparecidos. Además de por eso, la familia se equivoca porque, más allá de las palabras de mi compañera y dado que los crímenes de la dictadura nunca fueron juzgados, lo que esa demanda va a permitir es que se juzgue si Pemán fue o no un asesino, si el ejercicio de sus responsabilidades políticas justifica que hoy pueda ser considerado como tal. Y no me negarán que resulta irónico que, ahora que por fin podría dirimirse en un juzgado la responsabilidad de Pemán en algunos de los crímenes de la dictadura, vaya a ser gracias a una demanda interpuesta por sus hijos. Porque, más allá de la indigestión de la que os hablaba al principio, ya sabéis lo que pasa cuando se mastica muy rápido, que corre uno el riesgo de atragantarse.

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