Jerez recuerda y reclama

Sebastián Chilla.

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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En Jerez están cogiendo fuerza unas ideas durante los últimos años: la memoria, la dignidad y los valores laicos, imprescindibles en una sociedad democrática.

Este pasado miércoles comenzaron en los Claustros de Santo Domingo las I Jornadas por la Memoria Histórica y Democrática de Jerez que continuarán durante toda esta semana. El pasado sábado, además, se celebró el I Encuentro Andaluz por el Laicismo organizado por el Centro de Estudios Históricos de Andalucía. Ambas iniciativas forman parte de un movimiento en torno a unas ideas que en Jerez están cogiendo fuerza durante los últimos años: la memoria, la dignidad y los valores laicos, imprescindibles en una sociedad democrática.

Aunque queda casi todo por delante, Jerez puede estar de enhorabuena. La ciudad cuenta con un envidiable colectivo memorialista, especialmente significativo desde aquel esperpéntico episodio que se dio con el busto de Pemán –el trabajo de la Plataforma de la Memoria Democrática de Jerez no cesa desde que comenzó su actividad-, hasta la celebración en la actualidad de estas jornadas y la puesta en marcha de una oficina de memoria histórica por parte del Ayuntamiento (esperemos que más pronto que tarde). Que otra reivindicación histórica y democrática como la que constituye el laicismo se manifieste también en la ciudad es otro positivo signo de progreso. No olvidemos que los privilegios de los que goza la Iglesia Católica son una continuación de los otorgados a partir del nacional-catolicismo que caracterizó al régimen franquista. Y que en esa coyuntura, defender la práctica de todas las confesiones religiosas por igual y la separación de todas ellas del Estado no es más que una necesidad que no se abordó en su debido momento y sobre la que sopesa una deuda histórica. Ni que decir tiene si hablamos de otros procesos que se han dado en estos cuarenta años de democracia como las inmatriculaciones de bienes inmuebles por parte de la Iglesia, entre otras exclusivas ventajas.

Es por todo ello que laicismo y memoria tienen mucho en común: recuerdan y reclaman. Recuerdan, por un lado, que el Reino de España tiene muchas cuentas pendientes con el pasado, heridas que no se cerraron nunca. Y reclaman que estas -además de abiertas, infectadas- empiecen a ser curadas de una vez por todas. Entre el pasado y el presente, todo un proceso revolucionario: construir una sociedad democrática que no se sustente en el miedo ni en el olvido, sino en la igualdad y la dignidad.

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